El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, está cada vez más convencido de que parte de la comunidad internacional que lo presiona para que se retire del poder, encabezada por el gobierno de los Estados Unidos, está al borde de motorizar un despliegue militar en el país caribeño o en sus fronteras con el propósito de forzar la concreción de ese objetivo.
El mandatario bolivariano anunció este fin de semana “la creación inmediata de un Plan Especial de Despliegue Permanente y Adecuación de Fuerza” para que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) “se mantenga movilizada, desarrollando planes de defensa contra las conspiraciones y provocaciones, vengan de dónde vengan”.
La medida se corresponde con las diversas señales que se fueron produciendo estos últimos días. Ayer, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, instó a la Unión Europea (UE) a reconocer al titular de la Asamblea Nacional y autoproclamado presidente interino Juan Guaidó como «único presidente legítimo». En la Conferencia de Seguridad de Munich, Alemania, un foro clave de política exterior y defensa, Pence dijo que Maduro, es «un dictador», «debe marcharse». Un día después de que el gobierno de su país aplicara nuevas sanciones económicas que congelan los activos de entidades venezolanas en EE UU, Pence aseguró que «afortunadamente, la libertad está empezando a triunfar» y anticipó que en los próximos días el pueblo venezolano volvería a salir a la calle exigiendo «democracia». No recibió una respuesta unificada. El ministro de Asuntos Exteriores español, Josep Borrell, descartó que vaya a producirse un reconocimiento unánime de Guaidó en una reunión de cancilleres de la Unión Europea (UE) que se celebrará mañana.
En cambio, las declaraciones de Pence sí están en coordinación con los anuncios de la oposición local, que ya le puso fecha al supuesto reparto de ayuda humanitaria (comida y medicamentos) que se está acopiando en pueblos fronterizos en Colombia y Brasil. El propio Guaidó anunció días atrás que la distribución comenzará el sábado 23 de febrero, apenas en seis días. Pero para que eso ocurra, las fuerzas armadas deben desconocer a Maduro y permitir el ingreso al país de las caravanas. Algo que hasta ahora no se ve como posibilidad, siquiera remota. En todo caso sería otra fuerza la que pudiera garantizar acaso el avance de esa asistencia, aunque esto es terreno meramente especulativo. Estos días incluso el gobierno de Maduro comenzó a recibir toneladas de insumos mayormente sanitarios de países aliados como China, Rusia, Turquía, Cuba y Palestina.
Guaidó, de todas formas, ratificó la acción del 23. Ayer participó de un acto de juramentación de miles de voluntarios para trabajar en el supuesto reparto. «No solamente va a ser en la frontera donde va a estar el movimiento voluntario, en todas las ciudades del país habrá concentraciones ese 23 de febrero para esperar el ingreso de la ayuda», anunció el líder opositor. Y volvió a cargar contra los militares venezolanos: «de nuevo el mensaje a las Fuerzas Armadas. Tienen siete días para que se pongan del lado de la Constitución y hagan lo correcto».
La asistencia está siendo acopiada mayormente en Cúcuta, ciudad fronteriza en Colombia, que ha sido un punto estratégico para los movimientos de la oposición y los encuentros de emisarios de otros gobiernos antichavistas. Hasta el gobierno argentino envió en julio pasado una misión de Cascos Blancos para atender a venezolanos que cruzaban el paso internacional. Allí se produjeron también encuentros entre el presidente Iván Duque y funcionarios estadounidenses.
Maduro cree que Duque, elegido del secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, como líder antichavista en la región, tiene «planes de guerra» junto a Donald Trump contra su país. Lo afirmó luego de la reunión del miércoles en Washington de ambos mandatarios, donde el tema de Venezuela fue de los principales.
Esta semana está previsto que lleguen a Caracas los emisarios del Grupo de Contacto entre Uruguay y países europeos, que a diferencia del “Mecanismo de Montevideo”, piden adelantar elecciones. Maduro se dijo dispuesto a dialogar con ellos, así como con el propio Trump y la oposición local, aunque ese último escenario no parece posible. “No lo veo a Guaidó sentado con Maduro en una mesa de diálogo en el corto plazo, pero hay que tener en claro que Guaidó es una pieza movible en este juego”, confió a Tiempo el analista venezolano Gustavo Borges Revilla, director de misionverdad.com. El gobierno chavista difundió la información sobre un encuentro del canciller Jorge Areaza con elenviado de Trump, Elliot Abrams. Arreaza incluso lo invitó a visitar Caracas.
Esta semana el diario italiano Corriere Della Sera divulgó una supuesta respuesta del papa Francisco a Maduro por su pedido de intermediación en el diálogo. El autor de la nota hace una interpretación personal y no muy precisa de un párrafo para decir que Francisco critica al presidente y le adjudica el fracaso del último intento de diálogo en República Dominicana. “Yo pongo en duda la veracidad de esa carta sencillamente porque hasta ahora Francisco no lo confirmó”, dice a este medio el sacerdote jesuita venezolano Numa Molina, tan cercano al gobierno chavista como al titular de la Iglesia católica. “Pero sería fundamental que el Papa promoviera el diálogo, porque esa tarea de la Iglesia. Lo veo posible de parte del Papa, pero recuerda que no está solo”, advirtió.