El negrito Matapacos era callejero por derecho propio. Se lo recuerda moviendo la cola en el centro de Santiago de Chile, mientras acompañaba las marchas de los estudiantes que reclamaban por el derecho a la educación pública en 2011 y 2012, durante el primer gobierno del neoliberal Sebastián Piñera.

Se lo veía siempre sin correas ni ataduras como buen perro libertario. Dando vueltas por las manifestaciones en la Alameda, Plaza Italia y en las puerta de La Moneda. Ladrándoles a los fieros carabineros y enfrentando a los camiones hidrantes que cargaban contra los escolares y universitarios cerca del amorronado río Mapocho. “Con unos reclamos de igualdad entre todos los miembros de la sociedad que en el fondo rebasaban lo meramente educativo para cuestionar las mismas bases del modelo socioeconómico implementado bajo la dictadura, se levantaron los estudiantes chilenos, y con ellos el Negro Matapacos”, recuerda la escritora Montserrat Álvarez en un fascinante artículo publicado en el diario ABC Color paraguayo hace pocos días.

De su valentía al plantarse ante los “pacos” –policías-, el can morocho como los desclasados se ganó su apodo popular. En esos tiempos de tórridas protestas, las fotos del bravo Matapacos ilustraron los diarios del planeta y su historia de perro comprometido con las luchas plebeyas hasta fue narrada en un brillante documental. No le busquemos la quinta pata al perro, por su valentía y lealtad, desde aquellas jornadas de lucha, el Matapacos se transformó en el mejor amigo del pueblo.

Pasaron los años, y el Negro Matapacos murió de viejo en 2017. No sabemos si fue al cielo como todos los otros perros. Sin embargo, sus ladridos ejemplares siguen vivos en la memoria del pueblo rebelde al otro lado de la Cordillera de los Andes.

El Matapacos fue rescatado en las jornadas de protesta callejera que se encendieron en el pasado octubre en todas las ciudades de la delgada geografía trasandina. Carteles, graffitis, stickers en las redes, remeras y memes ilustrados con su rostro, ataviado con el clásico pañuelo rojo al cuello que le ataban los estudiantes, se reproducen como las manifestaciones contra el gobierno de Piñera y sus políticas neoliberales.

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Su figura también saltó las fronteras de la perrera local y se transformó en un ícono de resistencia global. Pocas semanas atrás, en una protesta y evasión masiva en el subte neoyorquino impulsada contra la violencia policial que sufrió un pibe afroamericano, los manifestantes llevaban pancartas tatuadas con el Matapacos saltando los molinetes.

Estos son tiempos en que los chilenos intentan derribar los pilares de la injusticia social instalada hace décadas por Pinochet. Y como la ideología se manifiesta en prácticas, el pueblo voltea –literalmente- monumentos de los héroes vetustos del Chile patricio, milico y neoliberal. El pueblo dice que otros héroes merecen el bronce. Hace pocos días, los manifestantes derribaron el busto macizo del general Manuel Baquedano en una plaza en la comuna de Providencia. Tras la acción justiciera, se creó en la plataforma Change.org una petición para instalar en ese espacio una estatua del Matapacos. Hasta este viernes se juntaron 30 mil firmas.

En una bellísima carta publicada en El Desconcierto, el periodista y escritor Richard Sandoval le dedicó estas líneas iluminadas al can combativo: “Eres tanto Chile enrabiado, Matapacos, que hoy te has convertido en emblema del Chile real, el que quisieron ocultar, el que viola los derechos humanos, el ícono que muestra a Nueva York, al mundo, que acá también se lucha, sin luces ni líderes salidos de la élite. Se lucha con la carga de décadas de democracia fallida que colmaron la paciencia de una nación hecha de lo que siempre fue, aunque se maquillara con el plástico de una tarjeta, una nación de perros quiltros. Gracias, Negro Matapacos, por decirlo con tu sola mirada, tu sola mordida al agua tóxica esparciéndose en el aire.”

El pueblo chileno se cansó del huesito de las sobras que le tiraba una élite política rancia. Por eso celebra en las calles el estallido de la rebelión. Da pelea contra las injusticias. Se para de frente a los pacos represores. Grita, se saca la rabia y perrea.