Cuando Merav Mijaeli fue elegida al frente del laborismo israelí en enero pasado, el principal temor era que el partido quedara fuera del Parlamento en los comicios que tendrían lugar dos meses más tarde. Es que la histórica formación que lideró el país durante las primeras décadas desde su creación, en 1948, viene perdiendo votos de forma sostenida, mientras el primer ministro Benjamin Netanyahu consolida su proyecto político. “El laborismo perdió confianza e identidad propia, y los líderes perdieron la fe en su habilidad para ganar, por eso se unieron a gobiernos de derecha una y otra vez”, explica Mijaeli en alusión a sus antecesores, quienes aceptaron integrar los gabinetes de Netanyahu.   

Pero la presidenta de los laboristas, la única mujer que hoy preside un partido en Israel, logró asegurar siete bancas para su fuerza en las elecciones del 23 de marzo, las cuartas en menos de dos años. Conocida dentro de su país por un discurso frontal y sin rodeos -antes de convertirse en diputada trabajó de periodista y ganó notoriedad pública en los 90 por su activismo feminista-, Mijaeli es explícita en cuanto a sus objetivos inmediatos: “Haré todo el esfuerzo posible para que Netanyahu no forme gobierno”.

 -Pese a la dificultad para conseguir los votos necesarios, el primer ministro parece dominar el juego político y no se divisa una alternativa a su liderazgo. 

-Coincido. Netanyahu domina la escena política y su narrativa domina la esfera pública. No comenzó ahora, sino hace 28 años, cuando se convirtió en el líder del Likud (partido conservador) por primera vez y emprendió su campaña para deslegitimar al entonces primer ministro Isaac Rabin, lo que llevó a su asesinato en 1995. Desde entonces, constantemente se han invertido muchas fuerzas y mucho dinero en propaganda y en esta narrativa que dice que la derecha es buena para los judíos y la izquierda es buena para los árabes.   

-¿Esa retórica explica en parte la crisis que vive el laborismo desde entonces?

-Rabin fue asesinado por las cosas que pensaba y por las que nosotros luchamos. Creo que es muy difícil de dimensionar el efecto escalofriante sobre la gente, no sólo porque dio resultado, sino porque luego del asesinato, Netanyahu ganó las elecciones del año siguiente. Insisto en revivir el laborismo porque no tenemos un sucesor del laborismo. Todo la centroizquierda está fragmentada. No tenemos un partido que lidere ese campo y es peligroso para la democracia. Debemos ser, de nuevo, una alternativa de gobierno.

Netanyahu lleva 12 años en el cargo, un récord absoluto para cualquier jefe de gobierno en Israel, gracias al apoyo parlamentario de sectores ultraortodoxos y el movimiento de colonos que impulsa la construcción de asentamientos en Cisjordania. A cambio de estos votos, el primer ministro congeló toda negociación con los palestinos sobre el estatus de territorios ocupados. Con todo, Mijaeli considera: «Una pequeña mayoría de la sociedad israelí, pero todavía una mayoría, apoya la solución de dos Estados”.

-La relación con los palestinos, e incluso la ocupación, tiene cada vez menos espacio en debates electorales. 

-A Netanyahu solo le interesan los palestinos cuando le sirven como una amenaza para advertir en su contra y sacar algún rédito político. Los israelíes no ven a los palestinos en su vida diaria, los medios tampoco hablan del tema, salvo que haya algún ataque. Pensá en cuántos israelíes nacieron luego de 1967. Muchos no conocen otra realidad, no imaginan otra posibilidad. Como jefa del laborismo estoy comprometida a volver al camino de Rabin. La solución para el conflicto con los palestinos sirve a los propios intereses de Israel.

-Esa no es la visión de Netanyahu y de sus socios. ¿Cómo se puede avanzar entonces hacia la solución de dos Estados cuando el oficialismo impulsa la construcción de asentamientos y sugiere la anexión de territorios palestinos?

-Hay una brecha increíble entre lo que la mayoría de los israelíes cree y la representación que tienen en política. Necesitamos reemplazar a Netanyahu y cambiar el abrumador y desproporcionado poder político que tienen los colonos. Si hay voluntad, hay un camino. Pero necesitamos voluntad política para llegar a una solución. Tenemos muchos socios interesados en trabajar con nosotros. Por eso, primero debemos reconstruir el poder del campo de la centroizquierda, y sobre todo el Partido Laborista.

Durante la última campaña, Netanyahu presentó casi como un triunfo personal la normalización de relaciones entre Israel y cuatros países musulmanes -Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos-, a través de una serie de acuerdos auspiciados por el entonces presidente Donald Trump. Ese estilo de hacer política, piensa Mijaeli, puede ser contraproducente para su país, especialmente en momentos en que aumenta la tensión con Irán. “Irán es un peligro y es un enemigo de Israel. No pierden oportunidad de decirlo y actúan en consecuencia. No sólo produciendo armas nucleares, sino reforzando a Hezbolá en nuestra frontera norte”, dice. Sin embargo, Netanyahu ya no cuenta con un socio privilegiado en la Casa Blanca. 

-¿Israel tiene que concebir una estrategia propia respecto a Irán o acoplarse a la política del presidente Biden?

-Israel tiene la obligación y el derecho de protegerse. La seguridad de Israel descansa en su Ejército, que es sobresaliente, pero también en nuestra alianza con EE UU. Por desgracia, Netanyahu dañó la relación y la confianza que tenemos con EE UU desde 2015, cuando salió en contra del entonces presidente Obama. Ahora hace lo mismo con Biden. No podemos estar seguros de que cuando Netanyahu habla lo haga en nombre de los intereses de Israel.

Ex periodistas de 54 años

Merav Mijaeli, de 54 años, llegó al Parlamento israelí en 2013 luego de una larga trayectoria en medios locales, entre ellos el reconocido diario Haaretz, donde fue columnista. Tras las elecciones de marzo pasado, las mujeres ocupan 30 bancas de las 120 que conforman la Knéset -la asamblea unicameral-, dos menos que en la anterior legislatura. Una situación que para la líder laborista se vincula con la historia misma del país. “Desde la creación de Israel hasta mediados de los 80 hemos tenido grandes guerras que crearon una realidad en la cual el militarismo, junto con el nacionalismo, eran lo mainstream”, dice.

En los 90, superado el trauma de la guerra en Líbano y el fin de la primera intifada palestina, Israel encontró algo de tiempo para debatir cuestiones que escapaban de las prioridades, lo que “hizo posible que empezáramos a hacer la primera campaña pública contra el acoso sexual y las violaciones”. “Tenemos dos décadas ya de logros feministas, en las que también tuvimos un crecimiento de la representación de las mujeres en el Parlamento. Aunque cada progreso siempre ha generado una reacción”, reconoce Mijaeli. En lo que refiere al Parlamento, el número de diputadas desciende de manera considerable ya que los dos partidos ultraortodoxos con presencia estable en el legislativo prohíben oficialmente que las mujeres se postulen en sus listas. “Ahora estamos en medio de una reacción muy fuerte por parte de las fuerzas religiosas, conservadoras y patriarcales que no creen en la igualdad y no están interesadas en los cambios que el feminismo está produciendo en el mundo. La derecha conservadora y el sionismo de derecha tienen mucho poder político. Pero lucharemos hasta ganar”, promete Mijaeli.

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