Hay distintos factores por los que Benjamin Netanyahu no pudo formar gobierno y debió inducir a que el Parlamento (Knesset) votara su propia disolución y convocara a nuevas elecciones en septiembre. Si bien el disparador fue el fracaso de la votación del servicio militar de los estudiantes religiosos, lo que se trata es que, en realidad, Israel padece una crisis de conducción política, no sólo en relación frente a los palestinos, sino especialmente frente a sus alianzas en el plano internacional.

Por un lado, se está teniendo muchas expectativas que Israel se vería muy beneficiado ante el Brexit británico pero, por otra parte y, esto es muy importante, el jueves pasado llegó a Israel el representante de Donald Trump, que no es otro que su propio yerno, Jared Kushner. El emisario arribó desde Marruecos (donde comenzó su raid), con un plan económico que tiene como pretensión modificar el eje histórico del debate sobre el conflicto israelí palestino. Kushner dice tener una solución económica favorable para todas las partes y en esa dirección gestiona una reunión en la tercera semana de junio en Baréin, que podría ser clave. Su gira tiene que ver con que la mayor cantidad de países participen de ese cónclave.

Lo que produjo este episodio es que seguramente saltaron serias diferencias entre distintos sectores de la economía israelí, porque, concretamente, a esta altura hay grupos importantes que no confían en que Netanyahu sea la persona indicada para conducir esta negociación, dada su íntima relación con el presidente estadounidense Donald Trump.

Además que fue señalado por un fiscal por varios delitos en tres casos distintos, mientras la comunidad internacional le exige cada vez con mayor elocuencia que cesen los ataques contra los palestinos. Las acusaciones en su contra y contra su esposa son muy fuertes, hay una pérdida de confianza y los grupos de poder, la propia población israelí y otros sectores de medio oriente, parecen estar prefiriendo otro jefe de gobierno que pudiera tener mayor confiabilidad a la hora de encarar las nuevos proposiciones norteamericanas con la pretensión de resolver el conflicto histórico con Palestina. Porque hay otro dato clave: ese proyecto ya fue rechazado de plano por la Autoridad Palestina.

Durante los próximos días se definirán claramente las distintas posiciones de las fuerzas de la derecha israelí. Es entre ellas que se dirimen estas cosas y seguramente se van a unir para evitar que el presidente le deba pedir la formación de gobierno a los sectores de la llamada centroizquierda y los laboristas. Pero, de todas maneras, la situación se le pone difícil Netanyahu y por eso se busca una alternativa. Es un jefe de Estado más débil que el que conocimos hace tiempo atrás. Y muchos piensan que tal vez otra persona que pueda conducir esta nueva fase de la realidad del país, con la novedad de la llegada del proyecto económico para la región, que trae EE UU que, por supuesto, pretende beneficiar aun más sus propios intereses y de una parte del establishment israelí. «