Mucha gente no tiene mucha

comida en su mesa,

Pero tienen muchos tenedores,

cuchillos y tienen que cortar algo

Bob Dylan, Talking New York

La calle 34 de la ciudad de Nueva York, es una de las más concurridas por los turistas y por los propios neoyorquinos. Caminando a lo largo de 10 cuadras nos encontramos  con todo tipo de negocios para cubrir necesidades y deseos de adquirir ropa, zapatos, alhajas, electrónicos; según las capacidades económicas de los consumidores. «La 34», como se conoce este concurrido lugar, es también punto de encuentro y escenario de películas, desfiles y exhibiciones artísticas que giran alrededor de la mítica Macys, creada en 1858 y considerada la tienda más grande de Estados Unidos. Seguramente muchas personas alrededor del mundo tienen las imágenes de sus vitrinas navideñas, así como los desfiles para Acción de Gracias, con sus globos de colores gigantes representando a míticos personajes como Superman, el Oso Yogui y el Hombre Araña; así como bandas de música y artistas de Broadway .

Quizás esta tienda concentra el tan mentado «sueño americano»: brillos, fantasía y espectáculo.

¿Pero existe esto ahora? Diría que no, después de un año y medio, desde que comenzó la pandemia, todo cambió en la ciudad y especialmente en este circuito neoyorquino. Se cerraron alrededor de 100 mil negocios y 10 mil restaurantes a través de toda la ciudad, pero específicamente en el área comercial de la calle 34, 96 locales fueron dados de baja, incluidos comercios como Gap y Victoria’s Secret, a quien le incrementaron la renta a 972 mil dólares mensuales. Según la organización The Partnership for New York (la Asociación para Nueva York), la tercera parte de estos comercios y corporaciones no volverán a abrir.

El sector comercial en la Gran Manzana generaba empleos para 344.600 trabajadores, con ganancias de 16 mil millones de dólares anuales. A partir del 2020 con la irrupción de la pandemia, que ocasionó la muerte de más de 50000 neoyorquinos, NY pasó a ser un lugar desconocido. La ciudad que recibía más de 66 millones de turistas anuales, con las luces de Broadway y las fantasías de felicidad eterna, cambió los globos de colores por el gris de negocios cerrados y caras sombrías, la de los 80 mil homeless, -los sin casa- que habitan en refugios, hoteles y en las calles de la ciudad más rica del mundo.

Por supuesto, «la 34» no es la excepción. Caminando de oeste a este, lo primero que podemos ver son autos de la policía controlando a numerosas personas que viven en la calle, así como jóvenes adictos a la heroína, vestidos con harapos en medio de la «no mirada» de los pocos que atraviesan la otrora concurrida calle. Y lo más sorpresivo, por encima de los cuerpos de tanta gente abandonada a su suerte: una pantalla gigante exhibiendo un video que nos urge a «prestar atención a la problemática de salud mental». Parece que recordaron de repente a los 48 millones de norteamericanos que sufren trastornos psiquiátricos y psicológicos. Pero la realidad es que el súbito llamado a preocuparnos por los trastornos psíquicos, está relacionado con lo sucedido a la atleta estadounidense Simóne Biles, quien se retiró de las olimpiadas por síntomas depresivos. Aunque ella también es alguien que sufre, no sólo por su problemática sino por la presión de tener que ser una ganadora. Es que en esta sociedad sólo se aceptan a los triunfadores. Será por esto que no hay soluciones de fondo a los miles que viven en parques, calles y subterráneos, a los 16 millones de desempleados que cobran un seguro de desempleo, temporario, y al más de un millón de neoyorquinos que no pueden pagar el alquiler de sus casas.

No se sabe a ciencia cierta cuándo se recuperará Nueva York de esta profunda crisis económica y social a pesar de las promesas del presidente Joe Biden. Por ahora la calle 34 con sus escaparates, ofrece alegría en cuotas a través de tarjetas de créditos, pero sólo para algunos. Los demás, los perdedores del sistema, se conforman con tener un plato de comida y una calle para dormir.