El domingo se produjeron las elecciones para constituyentes en Venezuela. La masiva concurrencia del electorado deja, en mi opinión, mucho material para el análisis y la necesidad de superar las lecturas simples y terminantes.

En primer lugar, hay que decir que la concurrencia desbordó el cálculo más optimista de quienes realizaron la convocatoria. Con un modelo de votación y escrutinio incuestionable, definido por el expresidente norteamericano Jimmy Carter como »el mejor del mundo». Las dudas que se trataron de sembrar en relación a la concurrencia y al resultado, son disparatadas.

La convocatoria a la Constituyente fue una decisión política muy inteligente y audaz del gobierno de Nicolás Maduro, demostrando la confianza que tiene en su pueblo y obligando a la oposición, que había reclamado esta medida, a decidir si participaría o seguiría en una confrontación salvaje. La respuesta de la Mesa de Unidad Democrática fue la de desconocer la convocatoria, siguiendo instrucciones de EE UU, e incrementando las acciones violentas, aislándose de gran parte de su propia base que, si bien no quiere a Maduro, tampoco está cómoda con la forma que está tomando el enfrentamiento al gobierno. De esto ya tomó nota una parte de la dirigencia política de la oposición, y adelantó su disposición a participar en las elecciones a gobernadores y alcaldes en el próximo diciembre.

El gobierno ha obtenido un gran éxito político, que por más esfuerzo que se haga fuera de Venezuela para disimularlo y tergiversarlo, al interior todos saben que así ha sido. Sin embargo se equivocaría si creyera que esos casi 8,1 millones de votos son de respaldo incondicional a todo lo actuado. Hay muchos votos chavistas y también hay de aquellos que han decidido dar un nuevo crédito a Maduro y al Partido Socialista Unido de Venezuela, que deberán producir cambios si desean que ese fenomenal respaldo obtenido se transforme en permanente.

Tendrán que trabajar fuertemente para modificar su sistema productivo y dejar de depender, exclusivamente, de la renta petrolera. Tendrán que generar condiciones para producir alimentos sin depender de la importación, en un país fértil. Tendrán que ser más ingeniosos y abiertos para lograr la participación de la oposición en el sistema democrático. Tendrán que combatir más firmemente la corrupción. Tendrán que abandonar la tentación del «desenfreno revolucionario» y administrar de manera correcta el respaldo político recibido. Tienen la posibilidad histórica de salir del laberinto en que se encuentra Venezuela, desandando el camino de violencia, que generó la oposición, y avanzando en las conquistas populares. «