Tal vez no sea más que una simple devolución de gentilezas, un agradecimiento por los favores que Vladimir Putin le hiciera (y continúa haciendo) al presidente sirio Bashar al Ásad. Después del fuerte apoyo ruso para enfrentar a los rebeldes en la guerra civil, Siria ahora le guiña el ojo a Rusia y se convierte en el quinto país en reconocer la independencia de Abjasia y de Osetia del Sur.

Estos dos territorios son para las Naciones Unidas y casi toda la comunidad internacional parte de Georgia, en la compleja región del Cáucaso. Sin embargo, su declaración de independencia, durante el extenso y complejo proceso de desmembramiento de la Unión Soviética a principios de los 90s, fue seguida por interminables enfrentamientos. Los más cruentos, entre 1991 y 1993, en 1998 y en 2008. La lógica por entonces no era muy original y ha sido la misma en numerosos conflictos alrededor del planeta: el nacionalismo planteaba una Georgia sólo para los georgianos, y los abjasios y surosetas quedaban fuera.

Aunque las independencias de ambas regiones se habían declarado entre 1991 y 1992, la guerra del año 2008 terminó por separarlas de facto tras apenas cinco días de enfrentamientos. Rusia decidió entonces apoyar activamente a Abjasia y Osetia del Sur enviando tropas en un proceso que Georgia continúa definiendo como “invasión”.

Por entonces el presidente caucásico era Mijeíl Saakashvili, muy cercano a la OTAN y especialmente a George Bush. Claro que no era el mejor amigo de Rusia. Por otro lado, apenas seis meses antes, en febrero, Kosovo había declarado su independencia unilateralmente con buen apoyo de occidente. Si los miembros de la OTAN apoyaban la independencia de Kosovo violando la integridad territorial y la soberanía de Serbia, no debiera ser ningún problema que Rusia apoyara la independencia de Abjasia y Osetia del Sur.

Y Occidente cayó en la trampa exponiendo sus contradicciones. En 2014 sucedería algo muy similar con la península de Crimea, independiente por escasas horas antes de solicitar la anexión a Rusia. Occidente tampoco reconoce ese proceso que a esta altura parece irreversible.

En el mismo 2008 en que Rusia se convirtió en el primer país en reconocer (y promover) la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, se sumó un segundo gobierno. La Nicaragua de Daniel Ortega buscaba acercarse al por entonces presidente Dmitri Medvédev y la instauración de relaciones diplomáticas con los dos pequeños territorios caucásicos sería parte del proceso. También lo fueron los numerosos convenios en diversas materias que firmó ese año Ortega en el Kremlin.

La Venezuela de Hugo Chávez tuvo un proceso similar al de Nicaragua, pero recién en 2009. Pocos meses más tarde se sumaría la pequeñísima república insular de Nauru, en la Micronesia, a cambio de un fuerte apoyo económico, y también lo harían Vanuatu y Tuvalu en 2011, aunque eventualmente darían marcha atrás.
En los hechos, Abjasia y Osetia del Sur funcionan en forma semi independiente: tienen su propio gobierno y leyes, pero dependen de Rusia, utilizan rublos, casi todos sus habitantes tienen ciudadanía rusa y hasta existe un acuerdo de libre circulación para que rusos, abjasios y surosetas no necesiten presentar nada para al cruzar fronteras. La presencia e influencia de Vladimir Putin en la región es innegable, como también lo es la presencia militar rusa. Abjasia, con sus playas en el Mar Negro, tiene la ventaja de recibir algunos turistas rusos encantados de no necesitar visa ni aprender otros idiomas. Osetia del Sur, una región montañosa poco desarrollada y con escasa población, no corre con la misma suerte.

El reconocimiento de Siria fue respondido inmediatamente por Georgia. El Ministro de Relaciones Exteriores Mijeíl Janelidze dijo que se trata de “otra flagrante violación de la ley por parte de Assad y debe ser condenada por la comunidad internacional».

Mediante un comunicado, la Unión Europea expresó que la decisión siria “viola el derecho internacional y el principio de integridad territorial tal como se define en la Carta de las Naciones Unidas y las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad de la ONU”.

Muchos miembros de la OTAN emitieron comunicados similares, siempre destacando la violación a la soberanía e integridad territorial georgiana, exactamente el mismo argumento que utiliza Serbia para no reconocer la independencia de Kosovo.

Desde Estados Unidos, la Portavoz del Departamento de Estado Heather Nauert expresó que “estas regiones son parte de Georgia”, y que “la posición de los Estados Unidos sobre Abjasia y Osetia del Sur es inquebrantable”.
Más allá del amplio rechazo occidental y de las contradicciones que significa, Abjasia y Osetia del Sur están cada día un poco más lejos de Georgia, pero también están cada día un poco más lejos de la independencia. Por más que levanten sus banderas, continúan siendo territorios pobres y sin mayor desarrollo político, económico o social y con una fuerte influencia externa.

Por eso, lo más probable es que, más temprano que tarde, corran con la misma suerte que Crimea y sean anexados por Rusia. Aunque la OTAN, la Unión Europea, o las Naciones Unidas pretendan que existe una total normalidad.