La influencia de la ideología de extrema derecha se siente en Europa. Avanza incluso en Holanda, país reconocido por su respeto por las libertades civiles, que viene sufriendo una ola de agresiones homofóbicas. Las elecciones nacionales de hace unos días frenaron un poco el ímpetu de los xenófobos –reunidos en el Partido de la Libertad tras el liderazgo de Geert Wilders– con el triunfo del liberal de derecha Mark Rutte, seguido por los demócratas de izquierda (D66), liderados por Alexander Pechtold.

El caso de dos hombres gay que fueron brutalmente atacados por un grupo de adolescentes por ir tomados de la mano puso la situación en la mesa de negociaciones para formar una coalición que posea la mayoría para gobernar.

Si por un lado la agresión fue repudiada por el primer ministro Rutte, la foto del referente del D66, ingresando al Parlamento tomado de la mano de uno de sus asesores, se viralizó por las redes del país. Bajo el hashtag #allemannenhandinhand (“todos los hombres de la mano”, en holandés) otros políticos lo tomaron de ejemplo – como el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, y el viceprimer ministro, Lodewiijk Asscher, que aparecieron por la playa de la mano; también lo hicieron los representantes de Holanda en las Naciones Unidas en Nueva York–, y las redes explotaron por todo el país y el continente europeo, por lo que evidentemente muchos se han sentido interpelados.

Cerca del Día Mundial Contra la Homofobia, que se celebra el 17 de mayo, la violencia homofóbica se ve fortalecida por los discursos de los dirigentes de ultraderecha que alientan explícita o implícitamente las manifestaciones de odio contra los que consideran los “otros”, o los “diferentes”. Sin embargo, las reacciones de repudio tanto de políticos como de hombres de diferente procedencia muestran que aún existen anticuerpos sociales contra estos ataques.