El Ejército de Israel reconoció por primera vez una «fuerte posibilidad» de que uno de sus soldados haya matado en mayo pasado a la periodista palestino-estadounidense de Al Jazeera Shireen Abu Akleh, tras rechazar en numerosas ocasiones las acusaciones de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y la propia cadena de TV.

«Hay una fuerte posibilidad de que la señora Abu Akleh fuera alcanzada accidentalmente por un disparo del ejército israelí, que apuntaba a sospechosos identificados como hombres armados palestinos», declaró esa fuerza armada en las conclusiones de su investigación.

La reportera de 51 años, nacida en una familia cristiana en la Jerusalén Este ocupada, recibió un disparo en la cabeza el 11 de mayo mientras cubría una redada militar israelí en la ciudad de Jenin, en la Cisjordania ocupada desde 1967.

Tras el deceso de Shireen Abu Akleh, que iba equipada con un chaleco antibalas con la palabra «prensa» estampada y con un casco, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Al Jazeera acusaron inmediatamente a las fuerzas israelíes de haberla matado.

Investigaciones también efectuadas por Naciones Unidas (ONU) y otros medios arrojaron que la bala que mató a la reportera había sido disparada por las fuerzas israelíes.

Sin embargo, el Ejército israelí sostuvo que esas conclusiones carecían de fundamento e insistió en que resultaba «imposible» determinar cómo la periodista fue abatida.

Este lunes, sin embargo, Israel reconoció en las «conclusiones finales» de su informe que uno de sus soldados disparó en dirección de la periodista.

La reconstrucción

La investigación de las Fuerzas Armadas israelíes contempló un estudio «cronológico» de la secuencia de los acontecimientos, el análisis de los lugares, los videos y los sonidos grabados allí y el desarrollo de una «simulación de la escena».

Según las autoridades, «expertos israelíes» realizaron un análisis balístico el 2 de julio pasado, en presencia de representantes del comité de coordinación en asuntos de seguridad de Estados Unidos para Israel y la ANP.

A causa del «pésimo estado de la bala», identificar su origen era «difícil», subrayó el Ejército en su informe, en el que también afirmó que no tenía la certeza «inequívoca» del disparo que acabó con la vida de la periodista.