A un año de la detención del expresidente de Brasil, tanto en su país como en otras latitudes del mundo hay movilizaciones bajo la consigna «Lula Libre».  El exmandatario, desde su celda en la sede de la Policía Federal de Curitiba, escribió un artículo que publicó el diario Folha de Sao Paulo en el que alega por su inocencia y afirma que es victima de una persecución política.

«Hace un año que estoy preso injustamente, acusado y condenado por un crimen que nunca existió. Cada día que pasé aquí hizo aumentar mi indignación, pero mantengo la fe en un juicio justo en que la verdad va a prevalecer. Puedo dormir con la conciencia tranquila de mi inocencia. Dudo que tengan el sueño en paz quienes me condenaron en una farsa judicial».

Lula, dirigente sindical y fundador del Partido de los Trabajadores (PT) fue acusado de haber recibido sobornos de una empresa constructora para facilitar contratos a través de Petrobras. Gobernó Brasil entre 2003 y 2010 y pudo nombrar a su sucesora, Dilma Rousseff, que luego fue destituida en un juicio político amañado por la oposición y sin haberle podido probar ningún delito.

«Nada encontraron para incriminarme: ni conversaciones con bandidos, ni maletas de dinero, ni cuentas en elexterior. Incluso así fui condenado en un plazo récord por Sergio Moro y el TRF 4 por «actos indeterminados» sin que hallasen cualquier conexión entre el departamento que nunca fue mío y los supuestos desvíos de Petrobras. El Supremo me negó un justo pedido de habeas corpus bajo la presión de los medios, del mercado y de las Fuerzas Armadas, como confirmó recientemente Jair Bolsonaro, el mayor beneficiario de aquella persecución», dice a continuación Lula.

El ex metalúrgico, de 73 años, dice también que lo que más le angustia es «el sufrimiento de nuestro pueblo. Para imponerme un juicio de ejecución rompieron los límites de la Constitución, fragilizando la democracia». Y avanza: «Los derechos del pueblo y la ciudadanía vienen siendo revocados, mientras imponen la baja de los salarios, la precarización del empleo y el alza del costo de vida. Entregamos la soberanía nacional, nuestras riquezas, nuestras empresas y hasta nuestro territorio para satisfacer intereses extranjeros».

«El golpe del impeachment sin crimen de responsabilidad fue contra el modelo de desarrollo con inclusión social que el país venía construyendo desde 2003. En 12 años, creamos 20 millones de empleos, sacamos a 32 millones de personas de la miseria, multiplicamos el PBI por cinco. Abrimos la universidad para millones de excluidos. Vencimos el hambre», destaca luego el texto en el Folha de Sao Paulo, un medio que tomó distancia de Bolsonaro desde antes de su nominación como presidente.

Como consecuencia del impeachment a la mandataria, en agosto de 2016, corrobora Lula, volvió «el neoliberalismo en una versión aún más radical. Para lograrlo sabotearon los esfuerzos del gobierno de Dilma para enfrentar la crisis económica y corregir sus propios errores. Hundieron al país en un colapso fiscal e una recesión que aun perdura. Prometieron que bastaba con sacar PT del gobierno que los problemas del país acabarían. (Pero) el pueblo pronto percibió que había sido engañado. El desempleo aumentó, los programas sociales fueron vaciados, escuelas y hospitales se quedaron sin presupuesto».

Tras detallar las proscripción de su candidatura, contrariando las leyes brasileñas y disposiciones de las Naciones Unidas, el expresidente se pregunta: «¿Por qué le tienen tanto miedo a Lula libre, si ya alcanzaron el objetivo de impedir mi elección, si no hay nada que sustente esta prisión?»

Y se responde: «Verdaderamente, lo que ellos temen es la organización del pueblo que se identifica con nuestro proyecto de país. Temen tener que reconocer las arbitrariedades que cometieron para elegir a un presidente incapaz y que nos llena de vergüenza».

Y concluye que en el fondo «ellos saben que mi liberación es parte importante de la vuelta de la democracia a Brasil. Y son incapaces de convivir con un proceso democrático».