El derribo de un avión IL-20 de la Fuerza Aeroespacial rusa que causó la muerte de 15 militares de esa nacionalidad cerca de la costa siria no es un incidente aislado y representa el clima de máxima tensión en que se desarrollan estas horas finales para que Bagdad recupere totalmente la provincia de Idlib de manos del yihadismo. Pero todos juegan al filo de la navaja y un error como el del miércoles puede desatar una guerra en la que todas las grandes potencias terminen arrastrando al mundo hacia un infierno. Por eso las máximas autoridades militares israelíes viajaron el jueves de urgencia a Moscú para explicar de primera mano qué fue lo que ocurrió. El viernes Rusia y Turquía anunciaron el acuerdo para crear una zona desmilitarizada en esa región y este domingo el gobierno de Vladimir Putin va a dar el informe oficial sobre la situación en ese explosivo rincón del mundo.

El ataque a la aeronave creó escozor, porque la primera noticia era que cuatro cazas israelíes F-16 que estaban bombardeando instalaciones en Latakia habían atacado un avión ruso que regresaba a su base de Hmeymim luego de una misión de reconocimiento. Posteriormente se supo que el IL-20 cayó abatido por un misil del sistema S-200 sirio, provisto por Rusia. La otra parte de la verdad es que los israelíes habían utilizado al avión ruso como escudo.

El Ministerio de Defensa ruso mostró su ofuscación en un comunicado en que calificó a las acciones israelíes como hostiles y amenazó con represalias. Pero Putin le bajó la ira a Serguéi Shoigú con un mensaje conciliador, luego de una llamada telefónica de Benjamin Netanyahu, en la que el premier israelí le remarcó la necesidad de sostener «la asociación ruso-israelí».

A pesar de los gritos de guerra de los sectores nacionalistas dentro y fuera del Kremlin, Putin apostó una vez más a mantenerse en calma, siguiendo un viejo refrán ruso que un analista moscovita recordó por estos días. «Se necesita prisa sólo para atrapar pulgas, acostarse con la esposa de otro y cuando tres comen de un plato». Por eso aceleró el acuerdo al que habían arribado el lunes en un encuentro cara a cara con Recep Tayyip Erdogan, el mandatario turco, para suspender por ahora la operación tendiente a liberar Idlib.

El ingreso de tropas sirio-rusas a ese distrito implicaría la recuperación total del territorio de ese país y el triunfo definitivo de Bashar al Assad. Así se explica que algunos de los actores de este drama apuren decisiones para poner condiciones, a pesar de que las circunstancias son favorables a Al Assad.

Francia y el Reino Unido intentan ganar en los despachos de la ONU el derecho a seguir interviniendo en la región a pesar de que no tuvieron éxito en los campos de batalla ni con los grupos terroristas –»opositores», en la jerga utilizada– a los que habían apoyado con dinero y armas desde antes de 2011, cuando estalló el conflicto.

Pretenden digitar a través del negociador de Naciones Unidas, Staffan de Mistura, el desplazamiento de Al Assad y una nueva Constitución para el país que según Terry Meissan, especialista francés creador de Voltaire Net y radicado en Damasco, es similar a la que EE UU impuso en Irak. El resultado es que ese país, invadido en 2003 para terminar con Saddam Hussein, permanece en perpetua crisis política.

El otro plan para Siria, que sostienen Rusia con Irán y Turquía, que conforman el Grupo de Astaná, no tiene el visto bueno de las potencias europeas ni de Donald Trump, ahora envuelto en las elecciones e medio término y por lo tanto más proclive a dar curso a las propuestas del Pentágono y sus halcones en el gobierno.

Un atentado en Irán dejó el saldo de 29 muertos

Un atentado producido en el suroeste de Irán durante un desfile militar y que reivindicó el grupo terrorista Estado Islámico, dejó un saldo de al menos 29 muertos y casi 60 heridos. El presidente iraní, Hasan Rohani, acusó del golpe a «un régimen extranjero», con apoyo de Washington, y prometió una respuesta «terrible».
En un mensaje oficial de condolencias, resalta un cable de la agencia afp, el guía supremo iraní, el ayatoláh Ali Jamenei, vio en el atentado «una continuación de la conspiración de los gobiernos de la región a sueldo de Estados Unidos y que buscan sembrar la inseguridad en nuestro querido país».
«Entre los mártires hay una niña y un excombatiente que murió sobre su silla de ruedas», declaró el portavoz de las fuerzas armadas iraníes, general de brigada Abolfazl Shekarshi.