Hace apenas diez días podía pensarse en la inminencia de un cese el fuego en Ucrania por el avance de las negociaciones de paz en Estambul bajo el auspicio del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Las condiciones que se vislumbraban eran la renuncia de Ucrania a integrar la Otan y a tener armamento nuclear en su territorio. La exigencia rusa seguía siendo el reconocimiento de que Crimea forma parte de la Federación y un status de autonomía más amplio para la región del Donbass. Como gesto de “buena voluntad”, Moscú aceptó retirar las tropas que mantenían bajo asedio al norte del país, especialmente a la capital, Kiev.

Pero un par de días más tarde comenzaron a aparecer señales de que se estaban empiojando esos pequeños acuerdos. La primera fue el bombardeo a un depósito de petróleo en Belgorod, una localidad a 40 kilómetros de la frontera pero del lado ruso. El ataque se produjo con dos helicópteros identificados como ucranianos. Luego, el retiro de las tropas fue visto como una derrota para los objetivos rusos y una muestra del «heroismo de la resistencia ucraniana»,

Esta semana, la difusión de imágenes terribles de cadáveres esparcidos en las calles de la localidad de Bucha, en cercanías de Kiev, escandalizaron al mundo, y con razón. La indignación fue inmediata y la acusación no se hizo esperar: fueron crímenes atroces cometidos por tropas rusas. Tan veloz corrió el estupor que apenas circuló en los medios occidentales el argumento de Moscú: que en cumplimiento de las promesas efectuadas en Estambul, las tropas se retiraron el 31 de marzo y las imágenes comenzaron a circular tres días más tarde. Para el gobierno de Vladimir Putín, se trata de un montaje y pidió una investigación seria a cargo de las Naciones Unidas para determinar qué ocurrió realmente.

Condena y expulsión

Este jueves, la Asamblea General de la ONU votó por amplia mayoría por la expulsión de Rusia del Consejo de los Derechos Humanos de esa organización por lo que urgentemente se consideró como crímenes de guerra. A favor de la propuesta impulsada por EE UU y la UE votaron 93 países, entre ellos Argentina: se registraron 58 abstenciones -entre ellas las de Brasil y México- y hubo 24 en contra, sumando a China, Cuba y Venezuela. En un intento por morigerar el impacto, el representante ruso, Gennady Kuzmin, calificó la expulsión de “ilegítima” y anunció que la Federación abandonaba el Consejo de DDHH por su propia voluntad y de forma total.

Ese organismo está integrado por 47 miembros rotativos que cumplen un período de tres años cada uno. A Rusia le quedaba todavía un año más. Los archivos periodísticos muestran que durante la administración de Donald Trump, Estados Unidos también había abandonado el Consejo de DD HH. El anuncio lo hizo el entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, el 19 de junio de 2018. “No dudamos de que su creación fue con buena fe, pero tenemos que ser honestos: el Consejo de Derechos Humanos de la ONU es un pobre defensor de los Derechos Humanos», dijo Pompeo, tras aclarar que la Casa Blanca no tenía problemas “en trabajar con instituciones multilaterales». Pero consideró que «Estados Unidos lidera el mundo en asistencia humanitaria (y) no tomará lecciones de hipócritas». El disparador de esa decisión fue una condena a Israel por violaciones a Derechos Humanos en Palestina.

Unos meses más tarde, en marzo de 2019, el mismo Pompeo anunció que se había prohibido el otorgamiento de visas a personal de la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya que había abierto una investigación por crímenes de guerra cometidos por tropas estadounidenses en Afganistán. Poco antes, el asesor de Seguridad John Bolton había amenazado con sanciones contra ese tribunal por esa investigación. «Estados Unidos utilizará cualquier medio que sea necesario para proteger a nuestros ciudadanos y a los de nuestros aliados contra las acusaciones injustas de este tribunal ilegítimo”, declaró Bolton.

Cierto es que Estados Unidos nunca refrendó el Estatuto de Roma de 2002 que creó la CPI. Como tampoco ratificaron el convenio China, India, Pakistán, Turquía, Israel ni Rusia. El dato viene a cuento de presiones mediáticas y de dirigentes occidentales que reclaman una condena de la CPI a Rusia por el caso Bucha.

Agenda RAND

Como para echar más leña al fuego en Ucrania, el viernes un misil mató a por lo menos 50 personas e hirió a otras 86 en la estación de tren de la ciudad de Kramatorsk, en la ahora República de Donetsk. El lugar estaba lleno de personas que pugnaban por ser evacuadas en ómnibus. El gobierno ruso atribuyó el hecho a las fuerzas ucranianas que todavía mantienen el control sobre ciertas zonas del Donbass y pidió, otra vez, una investigación imparcial.

Como sea, la seguidilla de estos ataques hace prever que las negociaciones para una salida diplomática al conflicto difícilmente salgan del estancamiento desde aquella esperanzadora noticia de hace unos días.

El documento de la Rand Corporation del que este medio dio cuenta oportunamente titulado Sobreextender y desequilibrar a Rusia diseñó estrategias para desangrar al país euroasiático “chuceando” en todos los rincones de su extensa geografía. Muchos “librepensadores” en EE UU alertan sobre el riesgo de apostar a un conflicto de larga duración como para que Ucrania sea la Afganistán de Putin sin medir las consecuencias.

La agenda de la Rand, sin embargo, se mantiene y profundiza. Las febriles entrevistas del muy activo ministro de las Fuerzas Armadas británico, James Heappey, un adalid de la industria bélica (ver aparte) con miembros de los gobiernos de Croacia, Bulgaria, Azerbeiyan, Georgia y hasta Kenia, marcan el escenario. La visita del primer ministro británico, Boris Johnson, a Kiev y la promesa de enviar vehículos blindados y misiles antibuques para lo que llamó «la mayor hazaña del siglo XXI» también.

A esto se agrega un adelanto del Libro Azul de la Diplomacia del ministerio de Relaciones Exteriores de Japón que se “filtró” a la prensa. Por primera vez desde 2003, el gobierno nipón designa “ocupación ilegal” al control ruso de un puñado de islas al norte de Hokkaido. El endurecimiento de las relaciones motivó que a fines de marzo Rusia anunciara el fin de las conversaciones sobre esa cuestión por la postura antirrusa que tomó la cancillería japonesa tras el 24F.

Cómo reactivar el empleo fabricando armamento

El 21 de febrero pasado, tres días antes de que Vladimir Putin anunciara el inicio de la «operación militar especial» en Ucrania, el Ministerio de Defensa británico anunció un Plan de Equipamiento para la Defensa. Se trata de una fuerte inversión destinada a la modernización de sus Fuerzas Armadas para la década que culmina en 2031. Contempla un presupuesto de 270.000 millones de libras, que, se ufanan, podría crear hasta 200.000 puestos de trabajo en el Reino Unido.

Paralelamente, se aceleró un proyecto común entre el Reino Unido y Alemania para la fabricación de vehículos blindados Boxer. En Inglaterra, informan, serán 1000 empleos adicionales para reactivar la industria local.

En su visita al presidente Volodimir Zelenski, el primer ministro británico Boris Johnson le prometió “ayuda letal y no letal” por 450 millones de libras. Serán 800 misiles antitanque NLAW y Javelin, sistemas de defensa aérea Starstreak, cascos, armaduras y lentes de visión nocturna.

Al incremento en gastos militares de todos los países de la Otan hasta llegar al 2% del PBI que reclamaba Donald Trump en 2018, ahora se le suman nuevas inversiones por parte de miembros de la Commomwealth, como Canadá, que incrementó sus gastos en armas hasta el equivalente a 6400 de dólares, por ahora algo menos del mítico 2 por ciento.

Mientras tanto, en Australia se avanza en el desarrollo de misiles hipersónicos dentro de la alianza AUKUS, con Gran Bretaña y Estados Unidos, por un monto inicial de 1000 millones de dólares. El Kinzhal (puñal), el misil ruso hipersónico, desveló a los productores de aparatos bélicos por su eficacia, que había sido probada en un escenario con menos visibilidad en Occidente como Siria. Ahora en Ucrania despertó del ímpetu por no quedar atrás.

El proyecto SCIFiRE, (sigla que corresponde a Experimento de Investigación de Vuelo Integrado de Southern Cross) se inició en 2020 bajo la batuta del gigante armamentístico Lockheed Martin con Boeing Defense Systems. Aprovechan el motor scramjet HIFiRE desarrollado con fondos públicos por la Universidad de Queensland.

Hijes presidenciales

Entre el último paquete de sanciones contra Rusia por la invasión a Ucrania, EE UU, el G7 y la UE incluyeron a Katerina Tikhonova y Maria Vorontsova, las dos hijas que Vladimir Putin tuvo con su exesposa Liudmila Shkrebneva. Se sabe poco de ellas. Que no usan el apellido paterno para no estar tan expuestas, que María, la mayor, tiene 36 años y es médica endocrinóloga. Que la menor, de 35, nació en Dresde, en la exAlemania Oriental cuando el padre era jefe de la estación de la KGB, y tiene un máster en física y matemática.

Robert Hunter Biden es el segundo hijo del presidente Joe Biden. Es abogado pero funge de lobista, para lo cual el apellido le resulta imprescindible. Fue así que logró, tras el golpe de 2014 en Ucrania, hacerse de un puesto en el directorio de la empresa de energía Burisma, la mayor de ese país, y también generosos contratos con firmas chinas.

Donald Trump lo tenía en la mira, pero para limar la carrera de su padre a la presidencia. Le costó un juicio político. Esta semana, los demócratas bloquearon una convocatoria al hijo presidencial ante el Comité de Supervisión de la cámara baja que pedían los republicanos. Pero esta historia recién empieza.

Alimentos por las nubes

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó sobre las consecuencias de la guerra en Ucrania para los consumidores de todo el mundo, y especialmente los más pobres, por el incremento de los precios de alimentos, la energía y los fertilizantes. En el marco de la 169ª sesión del Consejo de la institución, se advirtió que el índice de precios promedió en marzo 159,3 puntos, un 12,6% más que en febrero, que ya era un récord alarmante. Según la FAO, los cereales crecieron en marzo un 17,1% sobre febrero, impulsados por los precios del trigo y de todos los cereales secundarios.

Explica esta situación, recordaron, el impacto de Rusia y Ucrania en el mercado internacional, ya que representan alrededor del 30% de las exportaciones mundiales de trigo y el 20% de maíz. Pero el incremento también obedece a la preocupación por las condiciones de los cultivos en Estados Unidos, otro gran proveedor mundial. Y en simultáneo, los altos precios de los fertilizantes podrían llevar a un menor uso la próxima temporada, lo que, indica la FAO, podría provocar una caída en la productividad, con la consecuente reducción adicional a la oferta de esos productos esenciales. «Los precios de los productos alimenticios básicos, como los aceites de trigo y vegetales, han estado aumentando últimamente, imponiendo costos extraordinarios sobre los consumidores globales, particularmente los más pobres», resumió el director general de FAO, Qu Dongyu.