Paradójicamente, la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, un fervoroso defensor de la segunda enmienda constitucional, aceleró la caída de un fabricante de armas con 200 años de historia que acompañó la expansión estadounidense desde el inicio y que este lunes entró en bancarrota.

La empresa creada por Eliphalet Remington en 1816, adquirida por el fondo buitre Cerberus en 2007, venía en picada desde que el joven Adam Lanza mató en diciembre de 2012 a 28 personas, incluidos 20 chicos, en la escuela primera Sandy Hook, de Newtown, Connecticut, con un fusil Bushmaster XM-15.

La seguidilla de asesinatos masivos provocó entonces una ola de indignación y el presidente Barack Obama anunció su propósito de promover una campaña para el control de armas en manos particulares. La propuesta chocó con los lobbies empresarios y con el influyente Club del Rifle, y no pasó ninguno de los estamentos legislativos como para ponerse en marcha.

Es que la Constitución estadounidense sostiene que cada ciudadano tiene derecho a portar armas. La enmienda es de la época de las guerras de la independencia y tenía como objetivo autorizar a que cada habitante pudiera hacerse de algún artilugio como para combatir contra la opresión.

Imbuido de este espíritu, Eliphalet Remington quería tener su propio rifle para simplemente salir de caza. Pero para su padre, que tenía una pequeña industria metalúrgica, todavía era muy chico, así que el muchachito, que tenía poco más de 15 años, se las ingenió para fabricar un caño en la fragua familiar.

Pero le faltaba adquirir el conocimiento para completar su arma, de modo que se acercó a un armero del pueblo, quien le explicó con detenimiento los secretos para la construcción de una escopeta bastante rudimentaria.

Remington perfeccionó su creación y en 1816 -cuando tenía 23 años- se puso a fabricar fusiles de caza y sus primeras armas livianas. Desde un modesto taller casi de orfebrería creció, alentado por el desarrollo del país y la expansión hacia el oeste.

En 1845, la guerra contra México le dio el espaldarazo que necesitaba para ser una gran industria. Ya convertida en Remington & Son, por el ingreso a la compañía de su hijo Philo, la firma fabricó miles de fusiles Modelo 1841 que fueron esenciales para que Estados Unidos le quitara casi la mitad del territorio a los mexicanos.

El otro gran hito en la historia de Remington fue la guerra civil norteamericana. En 1861 se convierte en proveedor del ejército del Norte y comienza con un contrato para fabricar 10.000 mosquetes tipo U.S. Springfield y lanza luego el Reminton Zouave.

Al fin de la guerra, reconvierte parte de su planta para fabricar máquinas de coser y la célebre máquina de escribir Remington, que pobló la mayoría de las redacciones de los periódicos estadounidenses.

A medida que el imperio se extendía a lo largo y ancho del planeta, Remington también fue creciendo, con sus armas livianas cada vez más efectivas.

Y en el mercado interno, sus productos también alimentaron la pasión de los cultores del armamentismo.

En 2007 el fondo Cerberus compró la mayoría accionaria de la a Remington Outdoor Company. Cerberus recibe su nombre del perro de tres cabezas que según la mitología griega custodiaba la puerta del Hades, el inframundo helénico donde residían los muertos.

Fundada en 1992 por Steve Freinberg, tiene sólidas relaciones con los republicanos y en su directorio tienen un lugarcito el ex vicepresidente Dan Quayle y el ex secretario del Tesoro John Snow.

En España tiene sólidos negocios de la mano de un hijo del ex jefe de Estado José María Aznar. Crecieron comprando a precio de ganga miles de hipotecas de la época de la crisis inmobiliaria al mejor estilo buitre.

Pero también tiene participaciones en bancos de todo el mundo y en empresas de seguridad y proveedora de mercenarios, como la DynCorp. Pero el negocio en Remington quedó demasiado expuesto tras la masacre de Sandy Hook.

Y no solo la imagen de la marca quedó asociada a la de un arma utilizada para matar a nenes de primaria, sino que abogados de las familias de las víctimas plantearon en estrados judiciales la responsabilidad de la fábrica en la matanza.

Eso, sumado a que el padre de Feinberg vive en Newport y quedó conmovido por el caso, hicieron que Cerberus comenzara las primeras negociaciones para desprenderse de tan molesta inversión que ponía en riesgo a las demás.

Pero, aunque parezca mentira, la ofensiva de los demócratas para imponer controles disparó la compra de parte de particulares. El argumento, popularizado por los vendedores, era que si en la elección de 2016 ganaba Hillary Clinton iba a ser imposible comprar armas.

Hubo un aumento inusitado en las ventas que se estancó ni bien triunfó Trump. Amigo declarado de la Asociación del Rifle, nadie pensaría que seguiría la misma línea de Obama-Clinton.

En este contexto, lo único que subió fueron las pérdidas y Cerberus ni siquiera podía conseguir créditos bancarios para capear el temporal.

Los bancos no quieren quedar pegados a la mala imagen que dejó el caso Sandy Hook.

El lunes Remington Outdoor Company anunció un acuerdo con los acreedores para ingresar al capítulo 11 de la ley de Quiebras de EEUU.

El plan estipula que se busca reducir las deudas en unos 700 millones de dólares y acceder a 100 millones más para salir del atolladero.

Mientras tanto, seguirá produciendo armas a la espera de que los tiempos cambien. La opción de las máquinas de escribir o de coser ya no es viable.

Y Cerberus lo sabe, por eso quiere salirse cuanto antes de allí.