La ex primera ministra tailandesa, Yingluck Shinawatra, faltó este viernes al veredicto del proceso en su contra por negligencia y huyó al extranjero, ante el riesgo de ser condenada a hasta 10 años de cárcel, dejando vía libre a la junta para dominar la vida política.

«Ella ya no está aquí», declaró este responsable del centroizquierdista partido Puea Thai, que pidió el anonimato. «Se fue el miércoles», agregó.

Así, hizo como su hermano Thaksin, ex primer ministro, que se exilió en 2008 tras haber sido condenado a dos años de cárcel por corrupción, en un juicio que denunció de político él también.

El retraso de Yingluck a la notificación de su veredicto el viernes por la mañana causó sorpresa entre los miles de manifestantes y los numerosos periodistas que habían acudido a la Corte Suprema.

«Su abogada dijo que ella está enferma y pidió aplazar el veredicto» pero «la corte no cree que ella esté enferma» y «ha decidido emitir una orden de detención», dijo el juez que preside el tribunal, Cheep Chulamon.

Miles de simpatizantes de Shinawatra, custodiados por cerca de 4.000 agentes, habían acudido a las puertas de la Corte Suprema para acompañarla.

«Sea combativa Cangreja» («Boo su su» en tailandés), coreaban los manifestantes haciendo referencia al sobrenombre popular de Yingluck.

Durante el proceso que se extendió durante 18 meses cientos de personas se reunieron delante del tribunal para ofrecerle flores a Yingluck, pero el viernes el ambiente era bastante más sombrío.

La que dirigiera el gobierno que fue derrocado por un golpe de Estado militar en mayo de 2014, podía ser castigada a hasta 10 años de cárcel y una inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos.

Los otros dos acusados fueron condenados a fuertes penas: 42 años para el exministro de Comercio Boonsong Teiyapirom, y 36 para su adjunto.

Proceso político

A principios de agosto, Yingluck había denunciado un proceso «político» dirigido por la junta, a la que acusaba de querer limpiar la escena política de la influencia de los Shinawatra, que ganaron todas las elecciones nacionales desde 2001.

«La primera ministra lo hizo lo mejor que pudo, se ha sacrificado mucho. Ahora la gente deberá luchar por sí misma», reaccionó ante el anuncio de su ausencia Seksan Chalitaporn, un manifestante.

Todos denunciaban la brecha abierta en la sociedad tailandesa entre los simpatizantes de los Shinawatra, arroceros y pobres en su mayor parte, y las élites de la capital, incluyendo a los generales que tomaron el poder.

«Los pobres son la mayoría. Los ricos son unas pocas familias y grupos de Bangkok. Nosotros somos la mayoría», denunció Nan, de 62 años.

Este proceso adquirió una fuerte dimensión simbólica en un país profundamente dividido entre los partidarios y los detractores de la familia Shinawatra, que se visten con camisas rojas o camisas amarillas para distinguirse.

La ex primera ministra fue juzgada por negligencia en la instauración de un programa de subvención de arroz.

El programa contemplaba la compra de arroz a los arroceros, baza electoral de los Shinawatra, a un precio superior al del mercado.

Pero Yingluck defendía se trataba de una ayuda necesaria para los arroceros pobres, que reciben históricamente poco apoyo del gobierno.

El exilio de Yingluck, junto con el de su hermano Thaksin, marca el fin de más de diez años de dominación de la escena política por parte de la familia Shinawatra.

«Es el fin de los Shinawatra y del partido Puea Thai en la política. Con dos miembros de la familia huidos, la familia ha perdido su legitimidad política», subrayó la politóloga Puangthong Pawakapan.

Y la junta militar, que prometió elecciones en 2018, espera sacar provecho de esta situación, ya que no tendría lidiar con una eventual transformación de Yingluck en un icono democrático si hubiera sido encarcelada.