Londres

El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, alertó que la CIA «perdió el control de todo su arsenal de armas cibernéticas», que podrían estar en el mercado a negro a disposición de cualquier hacker, y ofreció compartir toda la información que tiene con Apple, Google y otras empresas tecnológicas para que puedan defenderse.

Tras revelar el martes un supuesto programa que permite a los servicios secretos estadounidenses penetrar en computadora, teléfonos y televisiones inteligentes, Assange calificó en una conferencia de prensa a través de internet de «devastador acto de incompetencia» por parte de la CIA que ese software se haya distribuido.

Ni la Casa Blanca ni la CIA quisieron confirmar la autenticidad de las filtraciones de documentos secretos del martes, pero el presidente Donald Trump expresó su preocupación por los sistemas tecnológicos de una de sus principales agencias de espionaje. «Él (Trump) cree que los sistemas de la CIA están obsoletos y deben ser actualizados», aseguró el vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, en la primera reacción oficial del gobierno estadounidense a la advertencia que lanzó hoy Assange, desde su asilo en la embajada ecuatoriana en Londres.

El comentario de Spicer puso en evidencia la creciente tensión entre Trump y la comunidad de Inteligencia, a la que trata con desconfianza desde antes de llegar al poder e incluso la cree responsable de muchas de las filtraciones que lo involucraron a él o a miembros de su gabinete en el último tramo de la campaña electoral y en sus primeras semanas en el poder.

Sin embargo, ahora Assange hizo hincapié en que el programa de espionaje que su organización, Wikileaks reveló esta semana, «fue pasando de mano en mano por diferentes miembros de la inteligencia estadounidense, sin autorización y sin control», según la agencia de noticias EFE.

«Es el mayor arsenal de virus y troyanos del mundo. Puede atacar la mayoría de los sistemas que utilizan periodistas, gente de los gobiernos y ciudadanos corrientes. No lo protegieron, lo perdieron, y luego trataron de ocultarlo», lamentó el activista.

Los programas de la CIA estaban originalmente almacenados en un sistema informático «aislado» (sin conexión internet) en un centro de ciberespionaje en Virginia, Estados Unidos, aunque también se utilizaban desde el consulado estadounidense en Frankfurt, Alemania. «¿Por qué la CIA no actuó más rápido para actuar en conjunto con Apple, Microsoft y otros, de forma que pudiéramos habernos protegido de sus propios sistemas de armas cibernéticas?», se preguntó el australiano, a quien reclama la justicia sueca por un supuesto delito sexual que él niega. Pese a esta primera critica a las empresas tecnológicas, horas después Assange reconsideró y las puso a ellas también, en el lugar de víctimas, junto con sus usuarios.

«Tras haber evaluado cuál era el mejor modo de actuar, y luego de haber escuchado las llamadas que hicieron algunos fabricantes, decidimos trabajar con ellos, darles acceso exclusivo a detalles técnicos adicionales para que puedan desarrollar parches y distribuirlos», anunció Assange. El australiano aseguró que «WikiLeaks tiene mucha más información sobre lo que ha estado pasando con este programa de armas cibernéticas» y acusó a la CIA de «incompetente» por no haber podido evitar que estos softwares lleguen «al mercado negro».

Según Assange, la CIA sabía desde hace al menos dos meses que había perdido ese software pero «no advirtió a los ciudadanos» de que podían ser espiados. Assange dijo que Apple, Google y algunas otras empresas tecnológicas comenzaron a desarrollar contramedidas pero «todas ellas dicen que necesitan más información» para levantar las barreras que impiden a los hackers acceder a teléfonos que utilizan iOS y Android y para los televisores inteligentes de Samsung.

Apple informó en un comunicado que en su ultima actualización pudo arreglar muchos de los problemas aunque reconoció que sigue trabajando para hacer frente a otras «vulnerabilidades identificadas». Samsung, por su parte, aseguró que inició una investigación para determinar hasta qué punto está comprometida la seguridad de sus televisores inteligentes.