Estados Unidos y China decidieron darse una tregua luego de que sus presidentes, Joe Biden y Xi Jinping, mantuvieran un encuentro virtual esta semana. Beijing esperaba un gesto de la Casa Blanca que apaciguara las tensiones que Donald Trump se había encargado de avivar durante su mandato, y sobre todo después de semanas de acusaciones cruzadas en torno a Taiwán. Sin embargo, ninguna de las potencias pareció moverse de su posición respecto a la isla.

En concreto, China desconoce el autogobierno de Taiwán porque la considera parte de su territorio, y ve a EEEUU como el principal promotor de los independentistas. Y en estos momentos, la isla tiene una presidenta más inclinada hacia la independencia. Tsai Ing-wen es una política experimentada que ha sabido capitalizar la rivalidad entre Washington y Beijing. Fortaleció la defensa del archipiélago tras conseguir que los estadounidenses incrementaran la venta de misiles y entrenaran a soldados taiwaneses. Al mismo tiempo activó la causa de la autonomía, asociándola a la democracia -en contraste con Partido Comunista chino- y a su propia figura, la de una mandataria progresista y abierta al mundo.

Para el economista Gustavo Girado, experto en la China Contemporánea, Taiwán es “el ariete con el cual EEUU busca evitar el escalamiento tecnológico y la proyección de China”. “Taiwán es un problema que conviene que esté siempre latente y a favor de los intereses de EEUU. Y mientras China no pueda conseguir la reunificación geográfica y política de todo su territorio, será una tarea pendiente”, asegura.

Por otro lado, el especialista señala que al gobierno chino le impacientan “los cazas norteamericanos en el espacio aéreo que China considera propio y los submarinos nucleares que surcan el mar de China Meridional”, en alusión a AUKUS, la alianza entre EEUU, Australia y Reino Unido. Se trata del último giro en la militarización de la zona del Indo-Pacífico que Washington presentó como una respuesta a los aviones de guerra chinos que se acercan cada vez más a la isla. “Taiwán es extremadamente funcional a esa presencia occidental -dice- porque el mar del sur de China es el de mayor tránsito comercial”.

Las diferencias a un lado y otro del estrecho de Taiwán vienen del final de la guerra civil china, en 1949, cuando los comunistas de Mao Tse Tung proclamaron la revolución en la China continental y los nacionalistas de Chiang Kai-shek huyeron a la isla. El bando perdedor se presentó como la República de China en el exilio frente a la República Popular China de Mao. Pero la China de los nacionalistas solo existía en Taiwán. En cambio, la China de Mao fue ganando legitimidad internacional. Unos pocos países, 15 en total -entre ellos Paraguay, Haití y el Vaticano-, reconocen hoy a la República de China, es decir, Taiwán.

“Más allá de los continuos esfuerzos de todas las administraciones taiwanesas por no quedar aislados del sistema internacional, en los últimos cinco años hay interés de las capitales de América del Norte, Europa occidental y algunas del Lejano Oriente en brindar aval político a Taiwán para contribuir con el mantenimiento de su autonomía y contener los esfuerzos de China por forzar la reunificación”, afirma Jorge Malena, director del Comité de Asuntos Asiáticos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).

Tsai juega con los bigotes del león cada vez que celebra el despliegue de AUKUS o alienta los contactos con países que respaldan el autogobierno taiwanés. La presidenta ha recibido en Taipéi a altos funcionarios norteamericanos, parlamentarios europeos y hasta al exprimer ministro australiano Tony Abbott. La comunicación oficial con Xi está rota y China abandonó la estrategia de aproximación que utilizó con Hong Kong y Macao a finales en los 90 a través de la propuesta de “un país, dos sistemas”.

Por décadas, los gobiernos taiwaneses mantuvieron el diálogo con Beijing, al tiempo que se cuidaban de no modificar ni un milímetro el statu quo. De acuerdo a Malena, “la proclamación de una República de Taiwán sería pasar una línea roja”. “En cuanto a la estabilidad y la paz en la región, la pelota está del lado de Taiwán, en el sentido de que no busque ir más allá de su actual autonomía de facto. Y esto tiene mucho tiene que ver los pasos que sigan las autoridades de Taipéi y por supuesto de EEUU”, sostiene.

A principios de octubre, Xi dijo estar listo para concretar la reunificación de Taiwán por medios pacíficos, aunque en 2019 había prometido usar la fuerza si la isla de 23 millones de habitantes se encaminaba a la independencia. Tsai le respondió que no se doblegaría a la presión china. En tanto, Biden confirmó que defendería a su aliado según los términos del Acta de Relaciones con Taiwán, firmada por otro demócrata, Jimmy Carter, en 1979. Lo que EEUU y Taiwán ven como un peligro de invasión, China lo percibe como un acto preventivo de separatismo.

Xi y Biden buscaron bajar el tono de las declaraciones y apostar, en beneficio de todos, por cierta estabilidad. “EEUU ha estado dispuesto a no vender armamento a Taiwán porque mide la forma en que interfiere en esta relación”, explica Girado, si bien aclara que “hará todo lo que tenga que hacer para tener la ventaja frente al ascenso de China”. Tampoco queda demasiado espacio para el intercambio entre el continente y la isla, ya que “con el tiempo, romper la integración comercial e institucional tiene un costo mayor que profundizarla”.

La relación entre China y Taiwán pasa por su peor etapa en los últimos 40 años y ambas partes admiten que están cerca de un punto de no retorno. “A partir de la reforma y apertura en China a fines de los 70, se construyó una mayor relación que abarcó lo comercial, las inversiones y la transferencia de tecnología. Pero con la llegada de Tsai al poder, China ha ido replegándose de Taiwán. Esa interdependencia ya no es tal”, indica Malena.

Luego de la reincorporación de Hong Kong -en manos británicas hasta 1997- y Macao -que Portugal restituyó a China en 1999-, Xi siente que su país está incompleto sin Taiwán, algo que comparte con la gran mayoría del pueblo chino. Pero su deseo choca con el creciente sentimiento independentista de los taiwaneses y la resistencia de Tsai. Este es el nuevo equilibrio en la zona.