Profesor de Política Mundial en la Universidad de Helsinki y autor de varios libros sobre su especialidad, TeivoTeivainen conoce a fondo el caldo en que se cuecen los pueblos latinoamericanos. Pero como europeo que es, también sabe que son los mismos que de un tiempo a esta parte se comenzaron a debatir en aquel continente, habitualmente creído de que era un faro para la humanidad y ahora envuelto en crisis económicas, sociales y laborales de las que los habitantes del sur mucho tienen por enseñar. De estas cuestiones y otras que vino a explicar en un seminario organizado por la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) habló en esta entrevista el académico finlandés.

-Su perspectiva no es la común del europeo sobre América latina.
-He usado desde los años 90 el concepto de “latinoamericanización de Europa”. Ahora la gente comienza a entender de qué se trata. Estuve viviendo en Perú diez años y algunos temas que vi entonces están sucediendo allá, como la migración, los debates sobre mestizaje, cultura, algo que lleva 500 años en América latina y ahora llegó a Europa. Pero también hay otros temas como los condicionamientos de política económica ligados a la deuda externa y a los mercados financieros o el tema laboral. Antes pensaban que era un problema de América latina por la dependencia o se pensaba que como en Europa todos tenían un trabajo de 9 a 5 en el sur poco a poco eso les irá llegando. Los sindicatos decían “ustedes los del sur tienen que adecuarse a lo que nosotros les enseñamos porque así es la modernización”. Pero ahora en Europa aparece la precarización laboral, que en esta región se conocía como informalidad. En Europa el piso se está moviendo y se encuentran con características que se habían asociado con el sur.

-Con el subdesarrollo.
-Se da una relación incluso pedagógica de poder de adulto al no adulto. El adulto tiene más legitimidad para enseñar al niño; en mis estudios con el FMI y el Banco Mundial ese tema se ve, legitimando esa relación donde el norte mantiene y reproduce el poder de una manera abiertamente opuesta a cualquier principio democrático que dice profesar. Por eso es importante esta ventana de oportunidad para romper con esta idea de subdesarrollo-desarrollo.

-La pregunta es si está en crisis esa concepción del mundo o es que  se mueve en un círculo donde eso ocurre.
-La arrogancia europea no ha desaparecido, pero el piso se está moviendo un poco más. Hace 20 años, cuando empecé a decir estas cosas, me decían “mucho ayahuasca, mucho Sudamérica”, que se yo (risas). Pero ahora los sindicatos del sur le pueden decir a los del norte “miren, les está pasando eso por lo que nosotros hemos pasado, ahora podemos hablar de igual a igual”. Y me dicen que ya no vienen con tanto paternalismo como antes. Hasta en los procesos del Foro Mundial Social ahora la idea es que los del sur tienen que ir a enseñar, a explicar, a dar una mano a los compañeros del norte. Es cierto, a escala mayor, en la sociedad general, no se está dando mucho, pero algo se está moviendo.

-Pero la mirada que tienen sobre el populismo latinoamericano en general sigue siendo poco comprensiva cuando en gran medida abreva en un modelo de estado de bienestar tomado de Europa.
-Es que no se conoce mucho, no se ha interpretado lo que significa. Allá la reflexión crítica viene más sobre su propia crisis y luego se hace una interpretación más sofisticada sobre la política latinoamericana pero solo entre especialistas y académicos. Es un debate también para la gente de centroizquierda sobre la crisis de la construcción de un estado de bienestar, que está en crisis electoral, intelectual y estructural.

-¿Cuál sería la salida en Europa? Porque Emmanuel Macron parece más de lo mismo que produjo la crisis.
-Puede ser que Macron electoralmente funcione porque divide a la derecha, pero el tablero electoral francés se está moviendo. Para la izquierda de Europa el caso español, con Podemos, es el más interesante.

-¿Melenchon no hubiera sido algo así?
-Él venía de una izquierda más clásica pero sí, claro. Y de los que tienen representación parlamentaria y gobiernos locales, España y Podemos son algo a tener en cuenta. Finlandia, sin embargo, es un caso relevante, porque es el único país donde una derecha con tendencias racistas está en el gobierno. Gobierna una derecha tradicional con una derecha racista, un ejemplo que plantea el debate de qué hacer con esa nueva derecha que está creciendo. Después del Brexit y de Donald Trump muchos pensaban que iban a ganar todo, pero no ocurrió en Holanda ni en Alemania.

-Pero esa derecha toma valores significativos que la izquierda dejó de representar, como la defensa del trabajo local que plantea Marine Le Pen.
-Han capturado una parte del voto trabajador y del voto pobre, pero qué pasa si llegan a gobernar. Con el discurso de derecha que combina racismo y una crítica que puede sonar anticapitalista ocurre lo que ya pasó en Finlandia: llegan al gobierno y resulta que también son de derecha…

-Siguen el recetario neoliberal…
-Claro, y ahora mucha gente se da cuenta de que con el ajuste también van cortando beneficios de los que viven los que están desempleados, sentados en los bares quejándose de los negros. Y es que los beneficios los corta el gobierno de derecha y no los cuatro africanos que llegaron al país. Por eso el apoyo electoral al partido racista (Partido de los Finlandeses, Perussuomalaiset) bajó de casi 20 % a mucho menos de 10% en dos años. Se podría decir que si los dejan gobernar un rato, todos ellos ya se van a desinflar.

-Pero le ponen el mismo rótulo a esos partidos que a Podemos, Chávez y al populismo latinoamericano.
-Por eso yo hablo de derecha nacionalista o racista, porque no toda la derecha es racista y «populismo» llama a confusión. El problema con el Brexit fue que no era solo un voto de derecha. Cuando esta derecha ganó en Finlandia al día siguiente en el centro de la ciudad los racistas se volvieron más agresivos y más arrogantes. Amenazaban a mujeres de izquierda que defendían a emigrantes desde el anonimato. Ahora lo hacen con nombre propio porque se sienten legitimados por el resultado electoral. Eso también sirve para la izquierda que coquetea con el Brexit, una izquierda que piensa que se puede ir a la cama con esta derecha y formar un frente antiglobalización. Pero en Holanda y en Finlandia hubo el surgimiento de una nueva izquierda. Están los Verdes en Alemania y Holanda, que trepan al 15%, vienen creciendo y que polarizan con la nueva derecha. Ya no hay manuales, a Podemos lo quieren comparar a Izquierda Verde en Holanda, hay cosas interesantes pero no es todo igual y tampoco hay que sumarse al pesimismo de que la sociedad se encamina hacia una derecha racista.

-¿Cómo se interesó por América latina?
-Vine a Buenos Aires hace 28 años. Había hecho un estudio sobre la India pero a Latinoamérica la veía como “buena gente, buena fiesta, uno lo pasa bien, pero son países católicos, hispanoparlantes, muy machistas» mientras en la India está la profundidad, las civilizaciones y todo eso. Pero en Buenos Aires se estaban preparando para el 92, el debate sobre los 500 años, y vi que la profundidad también estaba acá. Luego fui a Chile, todavía estaba el tema Pinochet y viví en Perú. Esta cuestión de aprender me fascina y también servir como puente para el debate.

El inesperado colonialismo finlandés
«Uruguay es un país para el cual Finlandia es como una superpotencia», señala TeivoTeivanen. Y ahora la empresa UPM está haciendo la inversión pastera más grande en la historia de Uruguay, a orillas del Rio Negro, como antes lo había hecho StoraEnso, cerca de Colonia o Botnia en Fray Bentos. Estos proyectos, sin embargo, le dieron un perfil a aquel país que los finlandeses no hubieran imaginado ni la peor pesadilla.

-¿Finlandia colonialista?
-Finlandia cumple 100 años, se independizó con la revolución soviética, y mantiene un discurso anticolonial contra los rusos. Pero ese antecedente se transformó con la participación en actitudes coloniales europeas que incluyeron racismo y todo con las pasteras, que comienzan por Uruguay su conquista mundial.

-¿Eso se percibe en las empresas o en la sociedad?
-La verdad es que en la sociedad hay muy poco debate, las empresas mantienen hermetismo sobre el tema. La idea es que somos finlandeses, ¿quién nos va a acusar de algo malo? Para la identidad finlandesa, el hecho de que en Argentina durante el conflicto de las pasteras hicieran escraches en contra el embajador fue sorprendente. ¿Cómo nos hacen esto a nosotros, que nunca fuimos vikingos sino esclavos de los vikingos, que no fuimos colonizadores sino colonizados? Era la primera vez que se acusó a Finlandia de un acto colonial, es fascinante para la mentalidad finlandesa y no venían muy preparados para eso.