Ante la mirada poco piadosa de una dirigencia política plagada de miembros de iglesias evangélicas ultraconservadoras –representadas por quienes mentaron a Dios para destituir a Dilma Rousseff– resulta paradójico que el presidente al que ayudaron a ungir cayera por el pecado de la carne. Y sin embargo el explosivo enfrentamiento de Michel Temer con los dueños del frigorífico JBS se ha convertido no solo en un problema para el ocupante del Planalto, sino que puede hundir a una de las industrias más importantes del vecino país, con repercusiones de este lado de la frontera.

Por un lado, el procurador general, Rodrigo Janot, presentará tres denuncias contra Temer, con base en las confesiones de los directivos de JBS y al audio que grabó el titular de la multinacional, Joesley Batista.

La primera será por corrupción pasiva, la segunda por obstrucción de la Justicia y la tercera por organización criminal.

Al mismo tiempo la industria cárnica de Brasil, la más importante del mundo y que emplea en forma directa e indirecta a por lo menos 6 millones de personas y factura más de 13 mil millones de dólares al año, recibió un golpe que puede ser letal. EE UU suspendió el ingreso de carne, alegando problemas sanitarios derivados del uso de una vacuna contra la aftosa.

Luego de que saliera a la luz el operativo Carne Débil, que involucró a los mayores faenadores brasileños en una adulteración masiva de los productos que procesan, el negocio comenzó a tambalear y a duras penas el gobierno alcanzó a frenar el bloqueo a las compras de varios países.

Pero se sabe que ese rubro nadie se anda con chiquitas a la hora de ganar mercados, y JBS, una multinacional que nació hace 64 años como una pequeña comercializadora local y se expandió al infinito durante la gestión Lula, está ahora probando parte de su medicina.

JBS logró créditos muy convenientes del Banco Nacional de Desarrollo. Así salió a la compra de frigoríficos en todo el mundo. En Argentina se quedó en 2005 con Swift Armour, además de otras plantas menores por las que pagaron, según Dardo Chiesa, titular de Confederaciones Rurales Argentinas, mucho más de su valor de mercado con tal de quitar de en medio a los competidores. Dos años más tarde desembarcaron en EE UU, donde la joya de la corona fue una procesadora de pollos.

Ahora, JBS aceptó haber pagado coimas a por lo menos 1800 políticos, y en un acuerdo con la fiscalía, no solo grabó al presidente en negociaciones comprometidas, sino que aceptó pagar una fuerte multa para resarcir al Estado por sus faltas.

Pero además apuró la venta a Minerva Foods, también brasileña, de sus subsidiarias en Argentina, Uruguay, Paraguay, con el argumento de que debía hacerse de fondos para las penalidades. Pero para algunos funcionarios judiciales ese apuro podría esconder una maniobra para guardar a buen recaudo la fortuna de sus dueños.

Fue así que la Defensoría General pidió al Tribunal de Cuentas el bloqueo de todos los bienes de JBS. Y un juez paralizó la venta de las empresas en el Cono Sur, hasta que el Tribunal Supremo confirme el acuerdo de delación premiada. Para ambos estamentos, esos activos pueden ser la única forma de resarcirse de los delitos de los que se acusa a la multinacional. De este lado, en tanto, esperan que con JBS o con quien sea, Argentina recupere los mercados que a causa de la aftosa, también, perdió décadas atrás. «