Michel Temer podría cantar a dúo con Ringo Starr que sigue en la presidencia de Brasil «con una pequeña ayuda de sus amigos». Y que aspira a mantenerse hasta el fin del mandato apelando a todos los recursos a su alcance, incluso espiar a miembros del Supremo Tribunal Federal (STF) para ver si ya puede respirar tranquilo o en ese foro puede ocurrir la catástrofe que evitó este viernes.

Sus cuitas en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) fueron saldadas por el más cercano a él de los magistrados, Gilmar Mendes. Temer había quedado involucrado en una causa que impulsó el candidato del PSDB a la presidencia, Aecio Neves contra al binomio que le había ganado los comicios de 2014. Según el ahora suspendido senador –está implicado en los sobornos que denuncia el dueño del frigorífico JBS, Joesley Batista– la fórmula del PT-PMDB había recibido financiación ilegal para la campaña y por tanto debían suspenderse las elecciones. Y proclamarlo a él, se entiende.

Ironías del destino: la causa fue avanzando y para cuando ya era imposible parar la bola de nieve que se había armado, Neves era socio de Temer en la destitución de Dilma Rousseff y de hecho su partido colabora con el gobierno dirigiendo cinco ministerios en su Gabinete.

La cuestión es que los escándalos de corrupción que se suceden en el gigante sudamericano –que ya le costaron el cargo a media docena de ministros de la actual gestión y a varios legisladores, incluso el que fuera presidente de la Cámara Baja, Eduardo Cunha y al propio Neves– fueron encendiendo el rechazo ciudadano y el TSE entendió que no daba para mantener la causa en el freezer.

Paralelamente, fue avanzando la investigación que promueve el procurador general, Rodrigo Janot, contra el mandatario de facto por corrupción, asociación ilícita y obstrucción de la Justicia en el caso abierto a raíz de la grabación de una charla de Batista y Temer, en la que el presidente aparece negociando un pago por el silencio de Cunha, preso por 15 años por cuentas no declaradas en Suiza.

La descomposición de la dirigencia brasileña es tan grande que involucra a los mayores conglomerados empresarios nacionales con las cúpulas políticas del más alto nivel. Así, el juez Napoleón Nunes Maia Filho, uno de los cuatro que le salvaron el pellejo a Temer en el TSE, argumentó con gesto digno que en esa demanda de Neves «los perdedores buscaron revertir la decisión soberana de las urnas, (o sea) un tercer turno electoral en la justicia». Ocurre que Maia Filho , que también integra el STF, la Corte Suprema, está investigado en una causa por coimas de la constructora OAS, según declaraciones bajo delación premiada de los directivos de esa empresa. Y también está salpicado en el caso JBS.

En cuanto al ya nombrado Mendes, se sabe que mantiene una amistad de vieja data con Temer que hubiera dado para excusarse, pero en cambio fue el encargado de poner el broche de oro a tres largos días de debate sobre cómo resolver un entuerto mayúsculo como ese. Entuerto que podría haber eyectado a Temer del despacho al que accedió contra su compañera de fórmula el año pasado y que a Dilma le habría costado ocho años de inhabilitación para ocupar cargos públicos.

«Debemos tener mucho cuidado con las instituciones (…) No se sustituye a un presidente de la República en cualquier momento (…) La anulación de un mandato debe ocurrir en situaciones relevantes», adujo Mendes, también con pose de prócer.

Mendes es un visceral opositor al PT y a Lula da Silva en especial. Y para armar la estrategia defensiva de Temer no dudó en rechazar «nueva evidencia» de financiación ilegal del entonces candidato a vicepresidente detrás de los nuevos aportes de Odebrecht. Y fue más lejos: señaló que decidió apoyar la continuidad del mandatario por «responsabilidad política», aun a sabiendas de que hay «graves hechos comprobados».

El «partido», al anochecer del viernes, estaba empatado en tres votos a favor de la destitución y tres en contra. El «primer gol», al abrir el proceso, había sido del relator, el juez Herman Benjamin, quien había sido contundente. «Yo como juez me niego a tener el papel de enterrador de prueba viva; puedo incluso participar del entierro, pero no voy a cargar con el muerto».

Temer, que encontró fortaleza en su misma debilidad –ya que no hay nadie que pueda reemplazarlo sin empeorar el descrédito generalizado en la dirigencia– debe ahora enfrentar al jefe de los fiscales, Rodrigo Janot. Y como en política puede ser bueno saber en qué andan los que pueden perjudicar, habría ordenado a la ABIN, el servicio de inteligencia brasileño, que espíe al relator del caso Lava Jato en el STF, el juez Edson Fachin.

Esta revelación encendió la alarma en la presidenta del tribunal Carmen Lucia, quien en un duro comunicado señaló que «es inadmisible la práctica de gravísimo crimen contra el Supremo Tribunal Federal, contra la democracia y contra las libertades si se confirma la información del espionaje ilegal de la vida de uno de sus integrantes».

La noticia fue tapa ayer en la revista Veja, un medio que atacó sin piedad a Dilma y Lula y que ahora, al igual que O Globo –que ayer volvió a pedir la renuncia de Temer– no quieren quedar pegados al caos político en que terminó sumergido el país que hasta no hace mucho aspiraba a ser reconocido como potencia mundial. «