La derecha chilena se encuentra en un escenario impensado por analistas políticos y encuestadores días antes de las elecciones, que le daban un triunfo a Sebastián Piñera en primera vuelta, o una ventaja de más de 20 puntos sobre Alejandro Guillier, de Nueva Mayoría (NM), en caso de ir a balotaje. No sólo se equivocaron escandalosamente en sobreestimar la intención de voto hacia la derecha, sino también en subestimar la fuerza electoral del Frente Amplio (FA) que alcanzó el tercer lugar, tanto a nivel parlamentario como presidencial, con más de un 20% de los votos, a sólo dos puntos de pasar a segunda vuelta. 

Lo que se reflejó el domingo 19 en las urnas, es el fin del sistema binominal y del bipartidismo (con dos coaliciones que concentraban más del 90% de los votantes) que gobernó Chile desde el retorno de la democracia. Emerge así un sector juvenil que nace al calor de la lucha callejera de los estudiantes secundarios –los pingüinos– en 2006, que exigen el fin de la privatización del sistema educativo impuesto por la dictadura, protesta que después se extendió en 2011 a reclamar por la gratuidad de la educación superior, el fin de las AFP (jubilación privada), acabar con la mercantilización de la salud y la exigencia de una nueva Constitución para Chile que remplace a la de Augusto Pinochet. Es al calor de estas exigencias que nace una nueva generación política y que hoy llega como tercera fuerza al Parlamento.

Lo que se votó el domingo pasado es la continuidad del cambio, y los que sufragaron en particular al Frente Amplio plantean la profundización de la agenda inconclusa de la presidenta Michelle Bachelet, con figuras nuevas que reemplacen a las de la vieja política. Decía la mandataria dos días después de las elecciones: «No se puede detener este impulso de cambios que tanta falta le hacían a Chile, por eso no da lo mismo quién gobierne». Por otro lado, el senador Manuel José Ossandón, de la derechista Renovación Nacional, planteó como exigencia para votar a Piñera «aumentar la gratuidad y una nueva ley de pesca», donde el candidato de derecha tiene importantes intereses económicos en juego. Discurso impensado en Chile antes de la emergencia de los pingüinos en 2006.

El resultado del balotaje del domingo 17 de diciembre depende de los jóvenes que políticamente están representados en el FA, y de ese 53% también de jóvenes en su mayoría que se abstuvieron de votar. El diputado reelecto del FA Giorgio Jackson es claro y sostiene: «Sebastián Piñera significa un retroceso, pero corresponde a Guillier conducir y convocar a las personas que votaron por nosotros y que se han sentido históricamente desencantados con el proyecto concertacionista y luego de la Nueva Mayoría». Ese desencanto surge de la «democracia en la medida de lo posible» de la vieja política, y de que los jóvenes estudiantes y los movimientos sociales se ocuparon de ensanchar.  La fuerza del cambio se viene por izquierda en Chile, y el triunfo de diciembre depende de la articulación correcta, unitaria e inteligente de las fuerzas progresistas. «

* Economista