“Cuando el gato duerme, los ratones danzan sobre la mesa”, reza el viejo refrán. Al cumplir el pasado martes su promesa electoral y retirar a EE UU del acuerdo nuclear con Irán firmado en 2015, el presidente Donald Trump apostó a que durante el plazo hasta la concreción de un nuevo pacto, las relaciones de fuerza en el Medio Oriente se mantendrían equilibradas, pero no calculó que el vacío que dejó Washington sería inmediatamente llenado por los demás actores del drama regional.

El jueves Israel lanzó unos 60 cohetes contra supuestas infraestructuras iraníes en territorio sirio. Su ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, exigió luego al presidente sirio, Bashar al Assad, que “eche a los iraníes».

Según el Ministerio de Defensa ruso, en el ataque participaron 28 aviones israelíes F-15 y F-16 que lanzaron cohetes aire-tierra contra distintas regiones sirias. Además, Israel también disparó 10 cohetes tierra-tierra desde las alturas del Golán. Más de la mitad de los proyectiles fueron interceptados por la defensa antiaérea siria. El ataque se produjo como respuesta al disparo, el miércoles, de por lo menos 20 cohetes sobre una decena de objetivos israelíes en el Golán sirio ocupado desde 1967.

Tel Aviv acusó a Irán de haber realizado este ataque en respuesta al bombardeo israelí del martes pasado. Apenas Trump hubo anunciado la salida del acuerdo nuclear, aviones israelíes atacaron al oeste de Damasco lo que supuestamente era un convoy militar iraní. El jueves Teherán negó toda responsabilidad en el ataque a posiciones israelíes, una versión confirmada por distintas fuentes sirias consultadas para esta nota. De acuerdo a las mismas, el ataque contra las posiciones israelíes en el Golán fue realizado por el Regimiento 137 de la 7ª división del Ejército Árabe Sirio (EAS) que disparó 27 proyectiles. Además, Israel no habría afectado ningún objetivo iraní, sino todos sirios. 

El ataque sirio representa un salto cualitativo, ya que por primera vez desde 1978 Damasco se atreve a atacar a Israel y lo hace exitosamente. El EAS perforó la defensa antiaérea en el Golán y demostró su porosidad. Damasco llevó el ataque solo, aunque en consulta con Teherán, pero no con Moscú. Israel lo sabe, pero insiste en que ha atacado objetivos iraníes, porque necesita una guerra con Irán que involucre a EE UU y sus aliados árabes y no quiere reconocer su vulnerabilidad. 

El gobierno de Assad arriesga mucho al atacar el territorio ocupado por Israel, pero le pareció necesario como prólogo a la recuperación en el sur y sureste del país de las provincias de Deraa y Kuneitra, todavía en poder de los terroristas. Cuando sus fuerzas se aproximen al pie del Golán, pueden darse choques con Israel que los sirios quisieron prevenir con esta advertencia. 

En Damasco nadie se hace ilusiones. Los sirios saben que Benjamin Netanyahu está a punto de ser inculpado por corrupción y que está desesperado por provocar una gran guerra con Irán. 

Sin dudas, Siria reconoce la importancia de Rusia en la derrota de la agresión exterior. Sin embargo, Assad no quiere ser espectador de los acuerdos que Putin haga y sabe que éste es el mejor momento para golpear a un enemigo políticamente débil y negociar después. Por su parte, Washington sabe que Irán cesó en 1988 por razones religiosas de producir armas atómicas, pero agita el fantasma de las mismas para negociar sobre los cohetes iraníes de medio alcance y las intervenciones externas de Teherán. 

Con la salida norteamericana del acuerdo nuclear, Trump quiere imponer a sus interlocutores en la región un nuevo acuerdo que le permita recuperar el papel arbitral que EE UU alguna vez tuvo allí, pero superar el choque provocado por su decisión, hallar una nueva agenda de diálogo y hacerlo culminar exitosamente demandarán demasiado tiempo, durante el cual el entrecruzamiento de los intereses de los actores intervinientes puede provocar un desastre. 

Gira la calesita diplomática

El anuncio de Donald Trump de abandonar el acuerdo nuclear con Irán puso en marcha un frenético carrusel de llamadas y encuentros entre los principales líderes de los países firmantes del Acuerdo de 2015 (EE UU, Gran Bretaña, Francia, China, Rusia y Alemania), con actores internacionales y regionales. El presidente ruso Vladimir Putin habló entre miércoles y jueves con su colega francés Emmanuel Macron y con la canciller alemana Angela Merkel. Por su parte, el gobierno turco de Recep T. Erdogan manifestó el viernes su interés en incrementar su comercio con Irán, si el restablecimiento de las sanciones económicas contra el país persa crea una demanda insatisfecha. 

En tanto, el ministro iraní de Relaciones Exteriores, Mohammad J. Zarif, se reunirá, primero, el lunes 14 en Moscú con su colega ruso, Serguei Lavrov, y el martes 15 en Bruselas con miembros de la Comisión Europea. El mismo lunes en el balneario de Sochi, junto al Mar Negro, Putin discutirá la cuestión con Yukiya Amano, director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). «