Un abogado de 36 años que nunca llevó adelante un caso en su carrera y que además de prolífico bloguero escribe novelas de terror, está a punto de convertirse en juez de la corte federal del distrito medio de Alabama si logra pasar la prueba del Senado, algo que se descuenta. Brett Joseph Talley fue propuesto por el presidente Donald Trump para cubrir una vacante en ese tribunal producida hace dos años y es apenas uno de los controvertidos 50 candidatos que el magnate estadounidense nominó a lo largo de este año.

El caso de Talley tiene sus bemoles, porque entre las críticas que le hacen los demócratas y los medios que están de punta con Trump, figura que la American Bar Association, el colegio de abogados más numeroso de Estados Unidos, dijo que no está calificado para ocupar el cargo, algo inusual para la agrupación profesional.

Talley es un encendido defensor de la Segunda Enmienda, que autoriza la portación de armas y polemizó en su momento con los argumentos del presidente Barack Obama en torno de la limitación luego de una seguidilla de masacres durante la gestión del ex mandatario, como la de la escuela Sandy Hook en 2012.

Entre los razonamientos a los que recurrió Talley, que vive en Springfield, Virginia y usaba el apodo de BarmainBoston en sus posteos es que no hay motivos para que el Estado tenga el monopolio en el uso de armas. También señaló que a lo largo de la historia de la humanidad siempre la nobleza, como ocurría con los samuráis en Japón y los caballeros en la era feudal europea, eran los únicos que podían portar armas. Pero que en Estados Unidos ese derecho e incluso esa obligación forman parte del derecho ciudadano. Para defenderse de los excesos de la tiranía o de ataques exteriores.

En el marco de esa campaña, el hombre defendió al “primer KKK”, aquel que a fines de la guerra civil se formó para combatir los derechos recién conquistados por la población negro. Y abundó en loas a la Asociación nacional del Rifle, el grupo lobista que apoya la libertad en el uso de armas.

De insulto fácil, en su blog llamó a la candidata demócrata a la presidencia Hillary Rotten Clinton. El apellido de soltera de la esposa de Bill Clinton es Rothman, «rotten» significa podrido.

Talley también es autor de novelas terroríficas y hasta ganó el premio Bram Stocker, instituido en homenaje al autor de Drácula. Entre sus obras galardonadas están That which should not be (Eso que no debería ser), The void (el vacío) y The substance of shadow (La sustancia de la sombra).

En su currículum para postularse al cargo, anotó que mientras fue estudiante en Harvard, donde se graduó con máximos honores, fue pasante en el estudio Gibson, Dunn and Crutcher, de Washington, donde hizo tareas “pro bono”, es decir asesorías legales gratuitas para miembros de la comunidad, en su caso a favor de inmigrantes indigentes. Pero lo que se dice algún tipo de representación rentada en forma particular o como parte de algún bufete de abogados, nada.

Lo cual representa un problema para los evaluadores de la ABA y para los legisladores demócratas. No tanto para los republicanos y evidentemente nada para Trump. Lo recalcó el senador demócrata por Connecticut Richard Bulmenthal. «Creo que el calibre cuestionable de los candidatos judiciales del presidente Trump demuestra su desprecio por el estado de derecho y la calidad de la judicatura estadounidense», dijo. Y calificó a Trump de patrón de estancia que “tiene como política primero cumplir con la extrema derecha y en octavo o noveno lugar con la calidad”.

Otro punto en contra de Talley, que ocupa un cargo actualmente en la Oficina de Política Legal del Departamento de Justicia, es que ocultó al Senado que está casado con Anne Donaldson, jefa de gabinete de Donald McGahn II, asesor de la Casa Blanca, lo que representa un conflicto de intereses que debió aclarar.

La pregunta es si los demócratas podrán parar el nombramiento de este candidato. Y la respuesta es no por culpa de los propios demócratas. Que para evitar el bloqueo de los republicanos durante la administración Obama eliminaron el umbral de 60 votos para la mayoría de las nominaciones que pasan por el Senado.