El último debate televisivo previo a la elección presidencial de Brasil del domingo tuvo, hasta pasada la medianoche, una atmósfera de dramaturgia en la cuna de una de las productoras de teleseries más grandes del mundo, la TV Globo, en el que siete candidatos representaron a sus personajes con agresividad en la recta final de la camapaña. La TV Globo, la institución responsable de gran parte de la educación sentimental brasileña, le hizo honor a su principal producto, las telenovelas, con las que supo ingresar -como mayor productora- a los Guiness Records años atrás.

Fue el escenario de un tenso debate televisivo de cara a la que será la novena elección directa a presidente de Brasil desde la recuperación democrática en 1985. En la entrada a la emisora, en Jacarepaguá, un suburbio del oeste de Río de Janeiro conocido mundialmente por su autódromo, bautizado con el nombre de Nelson Piquet y demolido hace 10 años, cerca de 50 personas se reunieron para alentar a los candidatos antes de ingresar.

Allí, en la calle y bajo la lluvia, el protagonista más esperado fue el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores), que reunía la mayor cantidad de apoyos en ese pequeño grupo. Al presidente Jair Bolsonaro (Partido Liberal) lo esperaba un solo hombre vestido con la camiseta de la selección de fútbol, conocida en todo el mundo por sus colores como la «verde amarelha», que finalmente no podrá ser utilizada el día de la elección como un símbolo bolsonarista (si bien está muy identificada con el electorado que apoya al mandatario) por una decisión de la justicia electoral.

Además de los dos principales contendientes para la elección del domingo participaron los demás candidatos que, como indica la ley electoral, tienen al menos cinco bancas en el Congreso Nacional: Ciro Gomes (PDT), el padre Kelmon (PTB), Luiz Felipe D’Ávila (NOVO), Simone Tebet (MDB) y Soraya Thronicke (Unión Brasil).

El debate sólo empezó luego de la novela Pantanal, la misma que Lula citó días atrás en un discurso en el que dijo que lloraba cuando la veía porque apunta a una temática ambiental, una de las principales críticas que se le formulan desde dentro y fuera de Brasil a la gestión de Bolsonaro. «Espero parcialidad de Globo. Solo eso. Como quedó demostrado en el debate en el que William Bonner (conductor televisivo de la cadena) simplemente absolvió a Lula de todos los robos, de todo lo que hizo mal en Brasil», rivalizó Bolsonaro al llegar a los estudios de TV.

El presidente estuvo acompañado por miembros de las fuerzas armadas y por uno de sus cuatro hijos varones, Carlos, concejal de Río de Janeiro y quien fue el único que desfiló con él en el auto que lo llevó al Palacio del Planalto el día de su asunción, en enero de 2019. La primera dama, Michelle Bolsonaro, no estuvo presente pese a haber sido una pieza clave de la campaña con la que intentaron ablandar al electorado femenino, mayoritario en Brasil.

En la previa, también aclaró que, pese a sus diferencias con la señal, igualmente participaría «con la verdad de nuestro lado» y agregó: «Estamos seguros de que lo pasaremos bien aquí». Por su parte, Lula llegó junto a su esposa Rosangela, más conocida como Janja, y otros asesores, entre los que estaba la presidenta del PT, Gleissi Hoffman. Aseguró que arribaba con «expectativa de un debate como tantos otros», en el que esperaba «convencer a la sociedad brasileña de la importancia de votar».

Los ojos en la previa estuvieron puestos en el padre Kelmon, quien fue acusado por casi todos los candidatos de «laranja» (naranja), expresión que alude a quien está en lugar de otro, en este caso de Roberto Jeferson, de su partido, quien fue preso y es próximo a Bolsonaro. Kelmon sería la marioneta del reo y terminó siendo un ‘sparring’ funcional a Bolsonaro durante el debate. En el detrás de escena, se los vio muy próximos y eso azuzó las sospechas de que estaban juntos.

El tono de Bolsonaro fue más agresivo durante los momentos de mayor audiencia del debate. Lula, quien lleva la delantera en todas las encuestas como favorito incluso en primera vuelta, era quien más tenía para perder. Sin embargo, supo ser agresivo con sus rivales, hasta con sentido del humor. Solo en su cruce con Kelmon, en el que los organizadores debieron apagarles sus micrófonos, salió del guión.

Cuando no estuvo en primer plano, se lo veía sonriente y relajado pese a haber hecho acusaciones fuertes hasta de traición a la patria. En los debates anteriores de esta campaña, quienes acompañaron a los candidatos hasta llegaron a pelearse detrás de cámara, un clima que imitó el pulso de la calle, donde la violencia política llevó incluso a enfrentamientos fatales en los días previos. En pantalla también se vio reflejada esa atmósfera tensa, con voces altisonantes. Hablaron de «desfachatez» y «pérdida de raciocinio»; calificaron a sus rivales como «presidiario», «candidato padre» y «cara de palo»; e incluso Lula le prometió a Bolsonaro mandarlo a su casa.

Solo Lula y Bolsonaro evitaron la conferencia de prensa final, a las 2.30 de la mañana por la que desfilaron el resto de los candidatos. Pero antes de que se encendieran las cámaras en el gigantesco estudio de televisión, afuera ciudadanas y ciudadanos también habían brindado sus propias sensaciones y sentimientos mientras ingresaban los candidatos junto con sus equipos de campaña.

Télam pudo ver en el lugar, por ejemplo, a una mujer disfrazada de «estrellita de Lula», mientras promocionaba a voz en cuello la candidatura del dos veces presidente (2003-2011). La mujer le contó a Télam que, desde los 17 años, cuando ella ya vestía así, subió a un escenario de campaña de Lula para entretener al público. La primera vez, cuando él llegó la descubrió y se puso a bailar con ella. Hoy tiene 45 años y continúa siguiendo al candidato, pese a haber estado en pareja 20 años con un coronel del Ejército «que es bolsonarista».

Dilmar Bahiano bailaba al lado de un parlante al ritmo de una canción de campaña y cantaba el estribillo: «Tu hora va a llegar». -¿La de quién? -«De Lula», decía levantando los brazos. También estuvo un grupo del Movimiento Sin Tierra (MST), uno de los principales brazos populares que apoyaron los gobiernos del PT, agitando banderas rojas y carteles con la cara de Lula. Rodrigo Gonçalves, de 39 años, que integraba ese grupo, dijo que es un pequeño agricultor de Espíritu Santo y definió a Lula como quien «más se acerca al proyecto de la clase trabajadora», además de catalogar a Bolsonaro como «quien despertó el odio en la sociedad» y «amenaza la democracia».