En un equilibrio poco convencional, con reveses legislativos, golpes de timón y cambios de gabinete críticos, el presidente de Chile, Gabriel Boric, cumplió ayer su primer año de gobierno. Unos doce meses signados por desafíos y contramarchas que, paradójicamente, lo dejan en una buena imagen frente a la ciudadanía.
En vísperas del primer aniversario la Cámara de Diputados rechazó en general la reforma tributaria que buscaba financiar un ambicioso plan de reformas sociales, que buscaba recaudar el equivalente a 3,6 puntos adicionales del PIB, para ampliar el sistema de protección social del país, con una mayor cobertura en el área de la salud, educación y pensiones. El proyecto oficial incluía una reestructuración del impuesto a la renta, exenciones tributarias, un nuevo royalty minero y el aumento de los impuestos a las mayores rentas.

Con este duro golpe, que obliga a esperar un año para poder presentar una iniciativa similar, el gobierno de la coalición de centroizquierda acusó a la oposición de derecha de trabajar para impedir cambios estructurales en el país.

«A veces parece que el objetivo de algunos es golpear al Gobierno e impedir los cambios. Pero quiero decirles que se equivocan, porque no es principalmente al Gobierno a quien golpean o le propinan una derrota, sino a millones de chilenos y chilenas que llevan años esperando un país más justo, un sistema de salud que los proteja, un país con pensiones dignas», señaló Boric en un acto público tras la votación.
La reforma se rechazó por los votos contrarios de la derecha opositora y la ausencia en la sala de varios legisladores de izquierda. Boric se refirió a aquella ausencia: «Quiero invitar a que esta fractura no nos domine y a que la superemos. Quiero que sepan que ocuparé todo mi liderazgo y pondré a todo nuestro Gobierno a trabajar para construir una mayoría que sí haga posible esta reforma».

Durante los días siguientes, sus ministros se encargaron de dar a conocer posibles movimientos presupuestarios negativos por causa de este impedimento. Entre ellos, el aumento de tasas a sectores de la actividad económica. El gobierno necesita ahora reponerse tal como lo hizo a los seis meses de llegar al poder, cuando enfrentó el rechazo a una nueva Constitución para reemplazar la heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1990-1973), proyecto con el que el gobierno se había comprometido.

Es que el impacto no pasó de largo. El viernes se anunció el segundo cambio de gabinete en un año, con el reemplazo de cinco ministros en áreas clave como Cancillería, Obras Públicas, Ciencias, Cultura y Deporte, además del reemplazo de 15 subsecretarios. El objetivo, equilibrar fuerzas entre los partidos que conforman la coalición de gobierno, algo que no había ocurrido en momentos de la primera modificación de septiembre pasado.

«Reforzamos los equipos de ministerios y subsecretarias con el objetivo de darnos un nuevo impulso, con nuevas experiencias y energías, para estar presentes junto a las personas, solucionando urgencias y construyendo un mejor futuro», señaló la vocera Camilia Vallejo en el acto de asunción de los nuevos funcionarios. La realidad, según los análisis locales, es que los cambios se debieron a gestiones consideradas malas o deficientes o con poca visibilidad entre la población y que hundían más la imagen oficial.

Además de los problemas de seguridad ciudadana y una migración con escaso control, Boric se enfocó en hacer frente a las turbulencias económicas, donde finalmente pudo anotarse una victoria, al lograr finalmente una mejora en las cifras de inflación, tras meses de aumento sostenido. Si bien el festejo fue frustrado por el rechazo a su proyecto tributario, cayó muy bien entre la ciudadanía, según sondeos.

Dos encuestas muestran una mejoría en la aprobación presidencial: 35% según Cadem, la mejor cifra desde septiembre pasado; y 39%, según Criteria, el mejor nivel desde que Boric asumió, que refleja el apoyo a su reacción ante la catástrofe de los incendios forestales, mejores resultados en seguridad y alentadoras cifras económicas.