En 1944, cuando todos se frotaban las manos imaginando el fin de la Alemania nazi y, más que nada, cómo se haría y cómo sería la repartija del mundo, las grandes potencias y grupos dominantes a nivel global se reunieron bajo el paraguas de las Naciones Unidas en Bretton Woods (en el extremo oriente norteamericano, en el estado de Nuevo Hampshire), para ir preparando el terreno. Coincidieron en que para llegar a la paz duradera de sus intereses el mundo se tenía que regir por una política librecambista. Para ello decidieron crear el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, valiéndose del dólar estadounidense como moneda de referencia internacional.

Con algún retoque, los hijos de Bretton Woods siguen gozando de buena salud, pero para garantizarles larga vida, Estados Unidos –el padre de las criaturas– sólo logró darles un acompañamiento de mano cada vez más dura. En 1961 el establishment de la gran potencia diseñó, de la mano del demócrata John Kennedy, una nueva herramienta de dominación hemisférica. La llamó Alianza para el Progreso, y fue un engaño que sucumbió siete años y varias invasiones de los marines después. Recién en 1994, y con el republicano George W. Bush, la Casa Blanca parió otro ratón. Esta vez fue el Área de Libre Comercio de las Américas, el ALCA, “Alca, alca…al carajo”, como en 2005 proclamó el venezolano Hugo Chávez cuando se votó el rechazo continental al fallido aparato de dominación.

El ALCA había sido presentada en sociedad en la primera Cumbre de las Américas, organizada al efecto, impulsada por Estados Unidos y realizada en Estados Unidos (Miami) con el único objetivo de darle un anclaje a esa idea. Fue adoptada como propia por los 35 países del hemisferio pero nunca tuvo una carta propia, de manera que la Cumbre nació para acunar el ALCA y, muerta ésta en la Cumbre de Mar del Plata (2005), perdió razón de ser. De ahí que no se ajuste siquiera a un calendario cíclico. Sencillamente, al ser rechazada debió quedar en el limbo. Nada del temario “fundacional” existe hoy en la convocatoria que tiene a Estados Unidos como anfitrión, en Los Ángeles.

“Sin embargo –escribió el analista peruano Gustavo Espinoza–, Estados Unidos sigue empeñado en jugar con fuego, para lo cual necesita ‘cerrar’ el continente y poner a su servicio a cada uno de los países. Tal es la esencia de esta Cumbre, por eso la Casa Blanca no quiere disidencias ni trabas, por eso se atribuyó el derecho de excluir a tres países”. Con el fin del ALCA sólo quedó vigente la vieja política y la gran potencia perdió en Mar del Plata su última propuesta de dominación. No hay repuesto para el “América para los americanos” de la Doctrina Monroe. Quedan en pie el “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses” de John Foster Dulles antes de invadir a Guatemala (1954) y el “Somos América, la nación indispensable”, de Madeleine Albright, la jefa de la diplomacia de Bill Clinton (1993-2001).

Tomando como base una reseña de lo que han sido, históricamente, las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, el Servicio de Espionaje Exterior de Rusia (SVR) reveló que “los países americanos rechazaron la imposición de una ‘agenda ucraniana’” en la Cumbre que se inaugura mañana. La agencia de espionaje rusa sostuvo a fines de mayo que “la mayoría de esas naciones dijo que no se subordina a la exigencia de debatir la situación en Ucrania y sumarse a las sanciones de Occidente”. A pesar de que los tres excluidos y sus socios comerciales son quienes ocupan el centro del escenario de la Cumbre, esta fue la primera vez que Rusia habló del tema.

El SVR agregó que “en lugar de aislar a Rusia de América Latina, Estados Unidos y sus aliados se han aislado ellos mismos”. Para el espionaje ruso “la Casa Blanca no supo ver que sus intentos de convencer a los países de la región para que apoyen su política le iba a crear obstáculos en la lucha contra la inmigración, el narcotráfico, el crimen organizado y también ‘la contención de China’ que, nos consta, son las grandes preocupaciones de sus líderes políticos, de sus grandes empresas y de los fabricantes de armas”. El SVR concluye: “Estados Unidos es una vez más rehén de su propia rusofobia. Las presiones tuvieron un efecto contrario, algo que quizás también se verifique más adelante en Europa”.

Ante el nuevo fracaso hemisférico de su diplomacia, Biden podría exponer ante la Cumbre “el éxito” de un acuerdo con la dócil España que, pese a su alto nivel de desempleo (13,3% en abril), se comprometería a recibir a miles de inmigrantes centroamericanos que llegan a Estados Unidos. Pero si hablara de su política de “contención de China” poco o nada podrá aportar, advirtió Ryan Berg, analista principal del Centro de Estudios Estratégicos de Washington. Y reseñó: “China hizo grandes incursiones en la región. En los últimos cuatro años, 21 de los 35 países que deberían estar en la Cumbre se sumaron a la iniciativa de la Ruta de la Seda o han firmado acuerdos de inversión. Mientras, no hubo ningún acuerdo importante entre Estados Unidos y algún país americano”.