Un día, el Banco Mundial anunció que no se podrá erradicar la extrema pobreza en el año 2030, un pronóstico casi infantil enunciado en 2015 por la ONU, vaya a saberse en base a qué parámetros que no fueran más que un sano deseo. Otro día, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) se descolgó con la noticia de que el planeta alberga a 828 millones de personas –algo más del 10% de la población global– que «están al borde de la inanición». En Haití, un tercio de la población llena el estómago con galletas de barro secado al sol y en 19 países del África central y oriental la lluvia y las inundaciones provocaron la fuga de cinco millones de personas y arrasaron un millón de hectáreas cultivadas. El aluvión noticioso se precipitó en octubre.

El presidente del BM, David Malpass, dijo que la culpa del incumplimiento de los objetivos la tuvieron la pandemia de COVID y la crisis en Ucrania, aunque en el período analizado en el Báltico no hubo ni un solo día de guerra. Más preciso y directo, el economista jefe del BM, Indermit Gill, señaló que unas 70 millones de personas cayeron en la pobreza extrema en 2020. Ese año, los ingresos del 40% más pobre –no producto del trabajo genuino sino de la economía informal y las remesas giradas desde el exterior por los familiares que debieron emigrar– se redujeron el doble que los del 20% más rico. África subsahariana concentra al 60% de los más pobres, y para que el continente supere la situación en 2030 debería crecer a un ritmo del 9% anual, una tasa inaccesible.

Argentina aporta su cuota. En el primer semestre de este año la pobreza alcanzó al 36,5%, y según los cálculos oficiales el 17% está por debajo de la línea de pobreza. De acuerdo con las proyecciones calculadas a partir del relevamiento de 31 aglomerados urbanos, de los 46,2 millones de habitantes, 16,8 millones son pobres, y dentro de ellos unos 4 millones son indigentes. Quizás porque erróneamente –oh, Europa– no se asocia al país con la miseria, el Reino Unido es el que ofrece el dato más revelador. Como resultado de las políticas de ajuste de los primeros ministros conservadores David Cameron y Theresa May, entre 2012 y 2019 se registraron 334.327 «muertes adicionales». El ajuste neoliberal impuesto para financiar la reducción de impuestos a los más ricos, «los recortes que obligaron a vivir a los británicos en condiciones precarias de salud y a sufrir aislamiento social, provocaron la muerte prematura de esas personas. Los ajustes fueron más letales que el COVID», concluyó un estudio conjunto de la University of Glasgow y el Glasgow Centre for Population Health.

Foto: AFP

Muy poéticamente, el PMA dice que hay un «anillo de fuego» que conduce a millones a la miseria, que va del Corredor Seco centroamericano y Haití hasta Afganistán, pasando por África Oriental, la estepa centroafricana, Yemen, Sudán del Sur y Siria. El Corredor se extiende por 1600 kilómetros, del sudeste de México al noroeste de Costa Rica, pasando por El Salvador, Honduras y Nicaragua, y está poblado por 11 millones de almas. El PMA señaló que si bien las necesidades crecen, los recursos no, y que para llegar a apenas 152 millones de las 828 millones de personas con hambre, necesita un mínimo de 22.200 millones de dólares. En países como Nigeria, Sudán del Sur y Yemen ya enfrenta decisiones críticas, como reducir las raciones para llegar a más personas. Se trata de quitarles comida a los hambrientos para darles de comer a los más hambrientos.   «