Los uruguayos se sorprendieron con una convocatoria sediciosa salida del fondo de las cavernas, en la que se requiere “guerreros de élite para ser adiestrados en las más sofisticadas estrategias de ataque y defensa, con el objetivo de destruir, aniquilar y pisotear todo el poderío del enemigo”. El texto se publicó el 9 de enero. Venía acompañado con el ícono de una bomba con la mecha chispeante y una leyenda terminante: “Blanditos, no lo intenten, ya están advertidos”. No se trató de una proclama clandestina, sino de un mensaje ilustrado con cuatro fotos, twiteado y mantenido hasta hoy en red por el pastor pentecostal Jorge Márquez, fundador y dueño de Misión Vida para las Naciones.

No todos los uruguayos se sorprendieron. El presidente Luis Lacalle Pou y el ministro del Interior, Jorge Larrañaga, por caso, no han dicho nada: son viejos socios de Márquez, y los esclavos del pastor trabajaron gratis, a jornada completa, repartiendo listas, pintando paredes y haciendo número en los actos de la campaña electoral 2019. El presidente y el ministro, además, duermen bajo el mismo techo del Partido Nacional (Blanco) con el diputado Álvaro Dastugue y el viceministro de Ambiente, Gerardo Amarilla, pastor y fiel, respectivamente, del credo económicamente más fuerte y numeroso del país.

Márquez también comulga con Juan Sartori, un advenedizo que apareció cuatro meses antes de las elecciones, desconocido pero desparramando alguno de sus incalculables millones de dólares. Logró hacerse senador. En un partido sin figuras de recambio, Sartori, esposo de Ekaterina Dmitrievna Rybolovieva, hija única de un grande de la mafia rusa, no oculta sus ambiciones presidenciales para 2024.

Semejante proclama bélica fue lanzada por Márquez para invitar a los jóvenes a participar del “Campamento Brak Resistencia” que se realizará entre el 9 y el 13 de febrero en una paqueta granja que Misión Vida ocupa en el kilómetro 21 del Camino Maldonado. Está en medio del pobrerío de Villa García, en el límite este de Montevideo con el departamento de Canelones, donde en medio de un predio de 27 hectáreas funciona Monte Beraca, un hogar destinado a la atención de jóvenes adictos al alcohol y a las drogas. El campamento «no apto para blanditos», se promociona con cuatro breves textos, cada uno acompañado por una foto que lo dice todo. En la primera de las tomas, dos jóvenes con ropa militar y cara pintada, como los comandos de tiempos de la Doctrina de Seguridad Nacional, miran fijo a la cámara y una leyenda dice: “Campamento Resistencia 2021″. En la segunda, una  joven con atavío militar y bajo el dibujo de unos binoculares, resalta que “en este entrenamiento aprenderás a ver más allá de lo que el sistema te está mostrando y conocerás las estrategias y artimañas del enemigo”. La tercera incluye a un grupo más grande de adolescentes: “Así vamos a pelear, en equipo, sirviéndonos los unos a los otros para ayudarnos a avanzar y alcanzar la victoria”. La última, muestra a un chico marcándose la cara con pintura de guerra, como los carapintada argentinos de la Semana Santa de 1987. Un texto dice: “Crecerás en discernimiento”.

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(Foto: Facebook)

Ya lanzados, los pentecostales de Misión Vida no ocultan que su plan está orientado a la formación de grupos paramilitares. Lo dicen claramente, tras explicar que en Beraca habrá actividades varias –talleres, recitales–, se destaca que “nos ejercitaremos en pruebas de supervivencia”. Ante las críticas, Misión Vida salió a rescatar el carácter espiritual de su guerra y el pastor Márquez identificó a los enemigos con “legiones de maldad en las esferas celestes”. Luego trató de alejarse de la bestia mitológica oculta: “Hoy los pastores de Misión Vida trabajamos en Beraca. Los soldados de élite somos trabajadores, otros trabajan con la lengua, oremos para que no se la muerdan”.

No sólo quienes por su cargo deberían ocuparse de apagar los intentos de formar comandos paramilitares –Lacalle, Larrañaga, Sartori– no se asombraron. El progresista Frente Amplio también se mantuvo alejado del repudio que Márquez y su iglesia cosecharon. Es que Misión Vida creció por el respaldo recibido –predios en comodato, materiales, transporte, subsidios– de parte de gobiernos departamentales del FA: Maldonado en su momento y Canelones hasta hoy. En su tarea de sacar adictos  de la calle, Misión Vida suplanta al Estado. Así, el trabajo esclavo mil veces denunciado, los “militantes” entregados al Partido Blanco, los menores haciendo venta ambulante y hasta las sospechas sobre otros tráficos con las niñas de sus hogares, contaron con la permisividad del establishment político uruguayo.