Llegué como embajadora luego de que Fidel dejó el gobierno en manos de Raúl. Yo lo había conocido en uno de sus viajes a Argentina, pero allá no tuve ocasión de verlo porque él casi no salía. Solo recibía a presidentes y grandes personalidades. Se mostraba en muy elegidas ocasiones, en apariciones puntuales. Allí él dejaba un mensaje o definición de lo que se quería para los cubanos.

Puedo decir que a Fidel lo aprendí a conocer por lo que la sociedad cubana decía en las calles y la reacción ante algún acontecimiento, por ejemplo, un comentario callejero sobre sus reflexiones de los últimos años en Granma, aunque, muchas veces sus dichos eran particularmente urticantes con la sociedad cubana.

Cristina y Fidel se tenían admiración mutua, cosa que siempre quedaba en claro cuando se veían. Y no olvido el detalle que tuvo conmigo como embajadora a raíz del envío de una caja de vinos que le mandó la expresidenta… Una vez Hugo Chávez le había hablado de un vino argentino muy especial y le había llevado una botella; alguien del grupo que estaba siempre con Fidel me lo comentó y yo le trasladé la inquietud a Cristina. Era una marca no muy conocida, pero la presidenta se ocupó de averiguar y le mandó nueve cajas de ese vino. El caso es que lo llamé para ver si le habían llegado y la respuesta fue una carta muy extensa, de cuatro carillas.

Un gesto de amabilidad. Además de una carta muy simpática donde me explica por qué quería saber de ese vino. Y hace un análisis de la tierra donde se cultiva, del precio internacional y de las dificultades en Cuba de poder tener buenos vinos por el clima y el suelo. Me cuenta que toma alguna copa porque hace bien a la salud y me agradece por la gestión.

No solo eso, me manda dos botellas para mí. Una, dice, porque puede ser que me guste conservarla por la historia que tiene esa botella. Y la otra para que la tome. Aunque me aclara que si tomo las dos será también una muy buena decisión. «