El ministro del Interior de Uruguay, Jorge Larrañaga, salió a reivindicar el uso policial de la picana eléctrica para torturar y reducir a un aprendiz de chorro. Su colega de Desarrollo Social, Pablo Bartol, no pudo explicar que durante julio se le hayan muerto de frío tres indigentes a los que su cartera no supo sacar de la calle ni darles abrigo. El ministro de Trabajo, Pablo Mieres, anticipó que tras haber recibido el país con algo menos de 9% de desocupados, julio cerrará con entre el 14% y el 15%, un índice que no se conocía desde la crisis de inicios del siglo. Así, día tras día, el presidente Luis Lacalle Pou va recibiendo novedades que lo mellan y a las que no sabe darles una explicación.

Eso no es todo. Lacalle tiene cuatro años y medio de mandato por delante y en los seis meses que lleva en el cargo ya se hipotecó buena parte de su salud política. Llegó a la Presidencia de la mano de una alianza de cinco partidos unidos con el único objetivo de ganarle al Frente Amplio y ahora, en un proceso acelerado, el rejunte se le está deshilachando. Dirigentes que fueron decisivos para ganar lo están abandonando. La tercera fuerza de la alianza se desangra en un incesante proceso de goteo. El cuarto partido del quinteto se declaró independiente y entró en proceso de desintegración. Aun así las encuestas de imagen siguen dándole relativamente bien.

Para que la alianza le ganara al FA por poco más de 30 mil sufragios, fueron vitales todos los votos. En primer lugar los 300 mil que arrimó el colorado Ernesto Talvi, un recién llegado a la política que a principios de julio renunció a la cancillería y también al partido, prometiendo además que nunca más se postulará a cargo electivo alguno. “Debo admitir que sobreestimé mis posibilidades y ahora veo que el entretejido de la política no es para mí”. Renunció a través de una carta pública. Sus legisladores –8 diputados y 2 senadores– siguen sin un líder que los conduzca.

Edgardo Novick, un empresario que hace cinco años fundó el Partido de la Gente y puso sus 26 mil votitos para el triunfo pírrico de Lacalle, ahora se fue. Su único diputado que obtuvo se declaró “independiente” y anunció que “el partido está en proceso de desintegración”. Todo suma al descrédito: el clima que se vive al interior de Cabildo Abierto, el partido de ultraderecha crecido exponencialmente a partir del ex comandante en jefe del ejército, general Guido Manini Ríos (11 diputados y 3 senadores). Se fueron varios caudillos del interior que rechazan la existencia de una mesa política integrada por militares retirados, “nostálgicos de los cuarteles que bajan línea y dan órdenes como si los civiles fuéramos su tropa”, dijo al renunciar la candidata por Durazno, María Noel Olivera.

Manini había minimizado el número y las causas de las diferencias. “Hay algunos problemitas, todo se arreglará”, dijo el 22 de julio. Pero las cosas se precipitaron y en CA se acababa la verticalidad tan deseada por Manini y los nostálgicos. Según el semanario Búsqueda y el diario El País, dos fieles voceros al servicio del gobierno, hay disidencias profundas en al menos cinco departamentos. “Nos usaron de pantalla decorativa. Después de las elecciones se cayeron las caretas y aparecieron los uniformes. En Cabildo Abierto hay un grupo de militares, y no son milicos rasos sino oficiales con galones que se reúnen como en un casino a resolver y a ordenar a la tropa, pero nosotros somos civiles, no militares, y en un partido político nadie puede darnos órdenes, obligarnos a acatar sin pensar ni discutir”: Alba Berreta, la segunda candidata a diputada por el departamento de Colonia, se fue. Ese mismo día el diputado por Montevideo, Eduardo Lust –autor del Decálogo del Buen Cabildante–, pidió “un informe sobre las irregularidades financieras” y declaró a todos los medios: “Si el presidente no escucha nuestras demandas, CA debe retirarse ya de la coalición”.