A 20 años de su estreno en Estados Unidos se puede decir que Titanic dejó 210 millones de dólares en ese país, alrededor de 2.000 en todo el mundo, 14 nominaciones al Oscar de los que se quedó con 11 (igualando el récord hasta entonces) y dos hermosas aunque dispares sensaciones: una, una especie de réquiem al amor romántico; la otra que crear expectativas sobre un film era más importante que el boca a boca que podía generar ese film; en otras palabras: que la trayectoria recaudatoria de una película se definía en el primer fin de semana de su estreno.

Para que nadie se olvide de Jack (Leonardo DiCaprio) y Rose (Kate Winslet) -porque Titanic también resultó el primer gran negocio de todo lo asociado a una película que no tuviera que ver con el merchandising, como hasta el momento había sido la lección de Star Wars-, regresarán en breve gracias a la presentación de un nuevo remaster en HD, que tendrá un corte final novedoso. “Esto está más allá del 3D, más allá de los 70 mm, más allá de cualquier cosa que hayas visto antes. La imagen salta de la pantalla de manera tan brillante y vibrante como la vida misma. Ésta es la forma en que se deben ver todas las películas y, sin lugar a dudas, ‘Titanic’ nunca se ha visto mejor”, dice el mismísimo James Cameron (director de la película) en la presentación de esta “nueva” versión.

En una reciente entrevista en Vanity Fair, Cameron, entre otras cuestiones, dijo que el film daría nuevas pistas sobre algunas dudas, aunque descartó que fuera a responder uno de los mayores cuestionamientos que ha recibido la película por parte de sus fans: que Rose y Jack se podían haber salvado porque entraban en la misma puerta que le hacía de bote a Rose. Claro que los comentarios de los foros dejaban de lado que Titanic pretendía basarse en un relato real, producido a partir de las búsquedas que se estaban haciendo entonces para encontrar sus restos, que Cameron había aprovechado para montar su historia de una ya centenaria Rose reencontrándose con el diamante que llevaba en el barco.

El reproche, que incluso propició pruebas científicas como para corroborar que los amantes podían haberse salvado juntos -realizado en el colegio Westminster de Australia, difundido por Internet-, fue respondido así por Cameron: “La respuesta es muy simple, eso dice en la página 147 [del guión]: Jack muere. Obviamente, fue una elección artística, la puerta era lo suficientemente grande como para abrazarla, y no lo suficientemente grande como para abrazarlo… Creo que es muy tonto, en realidad, que tengamos esta discusión 20 años después. Pero demuestra que la película fue efectiva para hacer que Jack fuera tan cautivador frente al público como para que les duela verlo morir. Si hubiera vivido, el final de la película no tendría sentido. La película trata sobre la muerte y la separación; él tenía que morir. Se llama arte, las cosas suceden por razones artísticas, no por razones de física.”

Un alivio para muchos de los que aún siguen enganchándose con el film cada vez que lo cruzan en algún zapping en el cable, y también para los que estaban pensando en comprar esta nueva edición, la que sin dudas está pensada como un buen regalo de Navidad. Que la misma Kate Winslet en una entrevista reciente con Jimmy Kimmel haya admitido que Rose dejó morir a su amado Jack suma un argumento más al punto de vista artístico sobre el de la ecuación algorítmica que parece cautivar a varios. Al menos por ahora, y hasta que la fascinación por la Big Data diga lo contrario, el público sigue consagrando las películas por ese toque distintivo que les da el arte, y no por toda la parafernalia sobre la que se monta ese toque de distinción para convertirlo en una mercancía de súper éxito comercial. Y de ganancia.