La edición que tienen en sus manos es la número 200 desde que las trabajadoras y los trabajadores recuperamos Tiempo. Fue –y aún lo es– la representación de un múltiple desafío en términos periodísticos, empresariales, organizativos y gremiales. La cooperativa emergió en un contexto general adverso, como se contó en la primera tapa en modo autogestivo el 24 de abril de 2016: ahí donde había mil despidos por día desde la asunción de Mauricio Macri, Tiempo se reconstruía para mantener más de cien puestos de trabajo. La crisis también impactaba en el sector de los trabajadores de prensa con el cierre o el ajuste planificado para diversos medios. En ese mapa de excluidos y cruces rojas, Tiempo permaneció con su mirada para llegar a una audiencia interesada en acceder –y financiar– una voz distinta.

Desde hace casi cuatro años, cada domingo llegamos a los kioscos y a sus casas con el peso simbólico de imprimir un diario en la era digital. Ya son 200 ediciones en las que ustedes se manchan los dedos con tinta y contradicen la entusiasta carrera por firmar la partida de defunción del periodismo gráfico. También cargamos con los costos impuestos por Clarín y La Nación, el duopolio que gobierna Papel Prensa, empresa que aumentó alrededor del 300% el valor del insumo básico para todo el sector desde diciembre de 2016. Es un ahogo silencioso y eficaz potenciado por la ausencia del Estado: no sólo dejó hacer en los últimos cuatro años sino que concedió más poder –con el aval de una parte del Congreso– a la compañía al desregular la venta y la producción de papel para diarios a fines de 2018.

Desde el estreno cooperativo hasta hoy, Tiempo pasó de costar 30 a 70 pesos. Un incremento del 133% en casi cuatro años. Es una suba moderada en un escenario de inflación constante y tarifazos. Es también una decisión de un colectivo que remó en la escasez: no sólo contamos el impacto de la crisis sino que intentamos mostrar con hechos otros caminos posibles. Como el sistema solidario para socias y socios implementado el último año con la posibilidad de fijar un valor menor al testigo en caso de no poder hacer frente al costo o de aportar algo más de dinero para financiar periodismo sin ataduras corporativas ni políticas. Nosotros también aportamos lo propio: nuestros retiros –sueldos en la jerga cooperativa– están divorciados de los del mercado.

 Con precariedad salarial, creatividad y el apoyo de la comunidad, logramos atravesar el macrismo. Estas 200 ediciones asoman como la previa del cuarto aniversario de la cooperativa. Ustedes, queridas lectoras y lectores, lo hicieron posible. Son nada menos que la garantía para la existencia de Tiempo.