El aniversario número 20 del femicidio de Natalia Melmann en Miramar es distinto a los anteriores por el nivel de difusión, atravesado por la pandemia, y por el “balance” que hace la sociedad en relación a la lucha de la familia y la causa judicial. Por lo demás, el dolor es igual al de todos los días desde el 4 de febrero de 2001, cuando la adolescente de 15 años fue subida por la fuerza a un patrullero, antes de ser violada, torturada y asesinada por cinco policías bonaerense. Así lo entiende uno de sus hermanos, Nahuel: “Para nosotros el peso y el dolor de la ausencia, la presencia de la ausencia, es todos los días desde que esto sucedió. Cuando uno recibe de una manera tan abrupta y violenta semejante carga de inhumanidad, se le produce una herida que nunca más va a ser reparada”.

Nahuel tenía 17 cuando su hermana fue víctima de un femicidio, aunque por entonces no se hablaba en esos términos. A los 37, casado y con cinco hijos, ya no vive en Miramar. La única que permanece en la casa que marcó para siempre a los Melmann es su mamá, Laura. “No se quiere ir de la casa, de la ciudad”, cuenta Nahuel a Tiempo, mientras se prepara para ir a buscar a Dolly Sigampa, mamá de Ezequiel Demonty -asesinado por cuatro policías federales, quienes a punta de pistola lo obligaron a arrojarse del Puente Alsina el 14 de septiembre de 2002- una de las pocas madres luchadoras contra la violencia policial que acompañará de forma presencial el aniversario número 20.

A dos décadas del femicidio y el inicio de una lucha por verdad y justicia que transformaron para siempre a Miramar, los Melmann aún reclaman medidas judiciales pendientes. Horas antes del inicio del aniversario, el secretario del Tribunal Oral 4 de Mar del Plata les avisó que se hará el sorteo de magistrados “para ver de qué manera se corrige la sentencia absurda de 2018 en relación a Ricardo Panadero, el cuarto ADN”. La absolución de ese policía fue anulada y se espera un nuevo juicio. “Ello conlleva mucho temor en la familia, porque dos de los postulantes (a integrar el tribunal) son los magistrados que fallaron en el caso de Lucía Pérez”, señala el hermano de Natalia, en relación a la adolescente abusada sexualmente y asesinada en octubre de 2016 y cuyo caso espera un nuevo juicio, tras el fallo del Tribunal de Casación bonaerense que anuló las absoluciones a los tres imputados, que causaron indignación. En un hilo judicial que parece borrar el paso del tiempo.

Además del nuevo juicio a Panadero, los Melmann siguen luchando para que la Justicia investigue hasta obtener la identidad del quinto ADN que dejó huella en el cuerpo de Natalia. Esta semana, el abogado de la familia –Federico Paruolo- pidió a la Corte Suprema de la Provincia de que arbitren medios para intentar esclarecer lo que queda pendiente. El planteo apunta a que se cotejen las muestras con todos los policías en actividad en Miramar en aquel entonces. Entre ellos estaban los sargentos primero de la Bonaerense Oscar Echenique y Ricardo “Rambo” Anselmini, y el cabo primero Ricardo “el Mono” Suárez, condenados en 2002 a reclusión perpetua como autores de los delitos de rapto, abuso sexual con acceso carnal agravado por la pluralidad de personas y homicidio “criminis causa” en concurso real entre sí contra Natalia Mariel Melmann.

“Todo el tiempo el sistema nos revictimiza. Pareciera tener un proceder perverso para con la familia. No han hecho más que producir daño desde que esto se inició. La causa está viciada de maniobras desde el inicio, desde que Naty desapareció y no nos quisieron tomar la denuncia como correspondía y nos dijeron que se había fugado”, recuerda Nahuel, y el tono de voz va subiendo. “Lo único que recibimos del sistema judicial es un flagelo tras otro en estos 20 años. Hemos padecido en todas las instancias reveses, traspiés, faltas de respeto, faltas de humanidad, faltas de acceso a la justicia. Sigue reinando la impunidad sobre el sistema judicial”, lamenta, y destaca los cambios que sí hubo en otros ámbitos gracias a las luchas del movimiento feminista.

“Todo eso a nosotros nos quitó salud, nos duele. A mí como hermano lo que más me duele es el dolor de mis viejos, además de tener conciencia de lo que le hicieron a mi hermana. Eso es lo que más duele, y duele todos los días –relata Nahuel- Todos los días hablo con mi vieja, con mi viejo, y son pasas de uva. Nunca más se permiten ser felices. Sienten culpa. A eso te someten cuando te atraviesa una situación tan violenta, con todos los ingredientes que tiene lo acontecido con Naty, donde está atravesado un femicidio infanto juvenil con la violencia más oscura de la Policía Bonaerense”.