“Murió el poeta lejos del hogar, lo cubre el polvo de un país vecino” dice la conocida letra del Manuel Serrat refiriéndose a Antonio Machado de cuya muerte se cumplen hoy 80 años. Escapando de las fuerzas falangistas el poeta se trasladó a Barcelona y luego a Francia, donde reposan sus restos en la ciudad de Collioure. Sobre su tumba está escrito uno de sus versos más conocidos: “y cuando llegue el día del último viaje / y esté a partir la nave que nunca ha de tornar / me encontraréis a bordo ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar”. Sus palabras están acompañadas de la fecha de nacimiento y de su muerte (1875-1939).

Machado sólo vivió tres semanas luego de su exilio forzado. “No podía sobreponerse a la angustia del destierro” dijo su hermano José.

El nuevo aniversario de su muerte vuelve a avivar la polémica sobre la conveniencia de repatriar su restos o dejarlos en tierra francesa. Mientras Pilar del Olmo, consejera de Economía de Castilla y León, afirma que si es el deseo de su familia no hay inconveniente en que  descansen cerca del río Duero como, según parece, era su voluntad, Ian Gibson, hispanista y biógrafo del poeta, entiende que dejar sus restos en Francia es una forma de “recordar cómo fue de terrible el exilio: cruzaron la frontera mientras aviones ametrallaban a gente inocente que huía, como la ambulancia en la que iba el poeta”. Y agrega: “España no está reconciliada correctamente. Hay que reconocer que hubo un holocausto; eso no significa negar los crímenes de los rojos, pero el franquismo tuvo 40 años para desenterrar a sus fusilados». En ambas posiciones se resumen las del pueblo español, ya que el destino de Machado está indisolublemente ligado a la historia del país.

Este domingo, el premier español Pedro Sánchez cruzará la frontera para visitar su tumba, así como la del presidente de la Segunda República Manuel Azaña, que está en Montauban. Este acto pone de manifiesto que el pasado no caduca, que la historia no tiene fecha de vencimiento y que las heridas y dolores no pueden suprimirse por decreto. También que hay conflictos que resisten a través del tiempo. El exilio sigue siendo un doloroso destino para muchos inmigrantes que llegan a Europa o mueren en el camino.

Machado dedicó un poema al asesinato de Federico García Lorca. Quizá ya sospechaba que el destierro hiere tanto como una bala. En 1937, evacuado de Madrid a Valencia, dijo: «Cuando pienso en un posible destierro en otra tierra que no sea esta atormentada tierra de España, mi corazón se turba y conturba de pesadumbre. Tengo la certeza de que el extranjero significaría para mí la muerte». Y no se equivocó. El 22 de febrero de 1922 dejó este mundo jaqueado por las circunstancias políticas y personales que con mucha frecuencia confluyen y determinan un destino. El franquismo no sólo impuso su poder a sangre y fuego. También hizo que las familias se desmembraran y dividieran al colocarse a uno u otro lado de la línea divisoria entre falangistas y republicanos. Su hermano Manuel, con quien siempre tuvo una relación entrañable, se ubicó en el lado contrario al de Antonio. Su madre, que sobrepasaba los 80 años, fue a Francia con su hijo fugitivo en las peores condiciones y murió tres días después que él. Fueron enterrados en el mismo sitio. Como suele suceder con los poetas y escritores queridos, su tumba es un lugar de peregrinaje que los visitantes convirtieron en una suerte de santuario donde dejan flores, mensajes, cartas, libros y objetos de todo tipo.

El escritor holandés Cees Nootheboom recorrió el mundo y visitó las tumbas de poetas y escritores que admira. Con ese material, que incluía fotos de su esposa, Simone Sassen, publicó Tumbas de poetas y pensadores. En él tiene Machado un lugar privilegiado. “La mayoría de los muertos callan –dice en el libro- . Ya no dicen nada. Literalmente lo han dicho todo. Pero no es así con los poetas. Los poetas siguen hablando.”

Por eso Antonio Machado, de quien se dice que fue el poeta más brillante de la generación del 98, sigue interpelándonos a través de su silencio.