«En el siglo XXI ya no vamos a necesitar a Dios», «las emociones son algoritmos», «la desconexión de Internet significará la muerte» y «Amazon nos podría elegir desde un libro hasta con quién casarnos», son algunas de las provocadoras afirmaciones del historiador israelí Yuval Harari, el autor de Homo Deus: Breve historia del mañana (Debate).
En una entrevista con Tiempo sobre su nuevo libro Homo Deus, el intelectual de cabecera de Bill Gates y Mark Zuckerberg analiza el futuro de la evolución humana y la posible transformación del Homo Sapiens en una especie más cercana a lo que hoy llamamos dioses.

–En Homo Deus plantea que las hambrunas dejaron de ser un problema y, al mismo tiempo, que miles de personas mueren a diario por enfermedades vinculadas con el sobrepeso. Pero, ¿qué pasa con las víctimas de la pobreza?

–En el mundo todavía hay billones de pobres que sufren por malnutrición y enfermedades, pero las hambrunas masivas se están convirtiendo en algo raro. En el pasado se producían desastres naturales, la producción de alimentos caía y millones de personas morían de hambre. Pero hoy, la humanidad produce tantos alimentos y puede transportarlos tan rápido y barato, que los desastres naturales en sí mismos nunca derivan en una masiva muerte por el hambre. No hay más hambrunas naturales en el mundo, hay sólo hambrunas políticas. Si la gente en Siria, Sudán o Corea del Norte todavía muere de hambre, es porque algunos gobiernos quieren que eso ocurra. Al mismo tiempo, mientras los millonarios de Beverly Hills comen lechuga y tofu al vapor, las gargantas pobres se alimentan con pasteles Twinkie, Cheetos, hamburguesas y pizza. En 2014, más de 2,1 billones de personas tenían sobrepeso, comparado con los 850 millones que sufrían malnutriciones. En 2010, las hambrunas y malnutriciones combinadas mataron a un billón de personas, mientras que la obesidad mató a 3 billones. Y se estima que la mitad de la humanidad tendrá sobrepeso en 2030.

–¿Es por eso que sostiene que «Coca Cola es una amenaza más letal que Al Qaeda»?

–Como acabo de decir, hoy muere más gente por comer en exceso o por enfermedades que genera el exceso de azúcar, que por las guerras. Nuestra salud personal y ecosistema global son más amenazados por el desenfrenado consumismo que por el terrorismo.

–En su trabajo predice que la inmortalidad, la alegría y la divinidad serán los nuevos objetivos de la humanidad.

–Claro, en el siglo XX el género humano logró tener bajo control las hambrunas, las plagas y la guerra. Por primera vez en la historia, murió más gente por comer demasiado que por comer muy poco; más gente murió por su avanzada edad que por enfermedades infecciosas y más gente cometió suicidios en comparación con los asesinatos cometidos por soldados, terroristas y criminales. Habiéndose asegurado estos niveles de prosperidad, salud y armonía, es probable que los próximos objetivos de la humanidad sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad. Habiendo reducido la mortalidad por inanición, enfermedad y violencia, trataremos de superar la vejez y hasta la muerte misma. Habiendo salvado a la gente de la miseria, trataremos de hacerlos felices. Y habiendo levantado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas de supervivencia, trataremos de mejorar a los humanos en dioses, y convertir al Homo Sapiens en Homo Deus.

–¿Cree que la tecnología del siglo XXI finalmente podrá descifrar el gran enigma de la humanidad: la muerte?

–A lo largo de la historia, la muerte fue vista como un fenómeno metafísico. Morimos porque lo decretó Dios, el Cosmos o la Madre Naturaleza. En consecuencia, la gente creyó que la muerte sólo podía ser derrotada a través de algún gran gesto metafísico como la segunda llegada de Cristo. Pero en los últimos años la ciencia ha redefinido a la muerte como un problema técnico que, como tal, tiene una solución técnica. No necesitamos esperar por Dios o Jesucristo para superarla. Si tradicionalmente la muerte fue la especialidad de sacerdotes y teólogos, ahora son los ingenieros los que tomaron el control. Un buen ejemplo es Google, que hace dos años fundó una subcompañía llamada Calico, cuyo objetivo es resolver este enigma. Científicos serios creen que ya podríamos superar la vejez y la muerte en el siglo XXI. Aunque si bien es verdad que la expectativa de vida se duplicó en los últimos cien años, es peligroso extrapolar y concluir que va a ser fácil hacerlo de nuevo.

–Usted afirma que el hombre es un algoritmo. ¿Podría explicar este concepto?

–No es una afirmación mía, sino más bien la visión ortodoxa de las ciencias de la vida. Un algoritmo es un método para tomar decisiones y concretar acciones sobre la base de cálculos matemáticos. Los biólogos creen que todos los animales, incluidos los humanos, toman sus decisiones y acciones sobre la base de tales cálculos matemáticos. Pero no usan lápiz y papel para hacer estos cálculos, usan sensaciones y emociones.

–O sea, lo que llamamos sensaciones y emociones serían, en realidad, algoritmos.

–Exacto. Lo que llamamos emociones no son unos misteriosos fenómenos espirituales que sólo sirven para escribir poesía. Más bien, las emociones son la forma en que calculamos las probabilidades de supervivencia y reproducción. Consideremos el siguiente problema: un mandril descubre unas bananas colgando de un árbol, pero advierte que hay un león merodeando. ¿Debería el mandril arriesgar su vida por las bananas? Esto se reduce a un problema matemático de cálculo de probabilidades. La posibilidad de que el mandril muera de hambre si no come las bananas, versus la chance de que el león lo atrape. Para solucionarlo, el mandril necesita tener en cuenta mucha información y considerar las condiciones de su propio cuerpo. ¿Si está muriendo de hambre, se justifica correr riesgos?¿Si ha comido hace poco y las bananas son mera codicia, le conviene correr semejante riesgo? Para pesar estas probabilidades, el mandril necesita realizar un cálculo muy complicado. Pero no tiene una lapicera detrás de su oreja, ni puede estimar niveles de energía con una calculadora. Más bien, todo el cuerpo del mandril es la calculadora. Por eso decimos que las sensaciones y emociones son, en realidad, algoritmos. El mandril «siente» hambre, «siente» miedo y tiembla ante la presencia del león, y «siente» que se le hace agua la boca al mirar las bananas. En una fracción de segundo, experimenta una tormenta de sensaciones, emociones y deseos, que no es otra cosa que un proceso de cálculo. El 99% de nuestras decisiones son tomadas por estos refinados algoritmos que llamamos sensaciones, emociones y deseos.

–Pero también se refiere a los algoritmos no conscientes. ¿Cree que un desarrollo informático podrá comprender la conducta humana mejor que los propios hombres?

–Al reunir suficiente datos y poder informático, usted puede crear un algoritmo de computadora que me conozca mejor de lo que me conozco a mí mismo. La consecuencia es que la autoridad se alejará de mí hacia el algoritmo. Y de esta manera, estos algoritmos podrán entender mis deseos, predecir mis decisiones y tomar mejores elecciones en mi nombre.

–¿Un ejemplo?

–Hace 20 años, para comprar un libro íbamos a una librería, paseábamos entre los pasillos y hojeábamos algunos libros hasta que nos decidíamos. Ahora usamos Amazon. Cuando ingreso a la tienda virtual de Amazon, aparece un mensaje que me dice: «Yo conozco qué libros te gustan. Otras personas con gustos similares también tienden a amar estos libros.» Aparatos como el lector de libros Kindle de Amazon están preparados para reunir datos sobre sus usuarios mientras ellos leen sus libros. Tu Kindle puede monitorear qué partes de un libro lees rápido, en qué página te tomas un respiro y en qué oración abandonas el libro. Si Kindle estuviera actualizado con un programa de reconocimiento facial y sensores biométricos, podría saber cómo influye cada oración en tu ritmo cardíaco y presión arterial. Pronto, los libros van a leerte mientras vos los estás leyendo a ellos. Con una diferencia, mientras vos enseguida olvidas la mayoría de lo que lees, los programas de computadoras nunca olvidarán. Y estos datos podrían eventualmente permitir a Amazon elegir libros en tu lugar con una extraña precisión. También será posible que Amazon sepa con exactitud quién eres y cómo pulsar tus botones emocionales. Si llevamos esto a una conclusión lógica, la gente eventualmente podría dar a los algoritmos la autoridad para tomar decisiones tan importantes como contraer matrimonio. En una sociedad manejada por datos yo podría pedirle a Amazon que me elija desde un libro hasta con quién casarme, con la esperanza que lo haga mejor

–¿Qué pasará con los humanos cuando sean superados por estos desarrollos informáticos?

–Ya estamos desarrollando programas informáticos e inteligencia artificial que superan a los humanos en más y más tareas, desde conducir un auto a diagnosticar enfermedades. Como resultado de ello, los expertos estiman que dentro de 20-30 años, hasta la mitad de los empleos de las economías desarrolladas dejarán su lugar a las computadoras. Si las computadoras nos superan en nuestras habilidades psicológicas y cognitivas, ¿cuál será la función de los humanos en un mundo así? ¿Qué haremos con billones de personas económicamente inútiles? Además, si los algoritmos expulsan a los humanos del mercado laboral, la riqueza podría quedar en manos de una elite que concentre todo el poder de los algoritmos, creando una inequidad política y social sin precedentes.

–Parece un apocalíptico guión de ciencia ficción.

–Esto no es ciencia ficción, sino una posibilidad real. Mientras los ejércitos del siglo XX reclutaban a millones de soldados, los del siglo XXI confían en un pequeño número de profesionales de elite, drones, robots, gusanos cibernéticos y sofisticados algoritmos. Hoy, la mayoría de la gente es militarmente inútil y dentro de poco, podría ocurrir lo mismo con la economía civil. El problema es que una vez que los humanos pierdan su valor militar y económico, el Estado y las elites pueden perder todos los incentivos para invertir en su educación, salud y bienestar.

–Si somos algoritmos y Dios es una ficción (ver recuadro), como usted plantea. ¿Acaso Google podría convertirse en un nuevo Dios?

– Ciertamente, parece que es así porque está en todos lados y conoce todo… Pero siendo serios, Google no será Dios pero sí puede crear una tecno-religión, es decir, una institución que prometa todos los antiguos premios religiosos –alegría, paz y vida eterna– pero aquí en la Tierra y con el auxilio de la tecnología, en lugar de hacerlo después de la muerte con la ayuda de seres sobrenaturales.

–Usted también afirma que la tecnología nos cambiará físicamente y predice el desarrollo de cyborgs. ¿Cómo imagina estos cambios?

–Para decirlo sin rodeos, pienso que en el futuro los humanos usarán la tecnología para mejorarse a sí mismos como dioses. Van a adquirir capacidades que estaban pensadas como habilidades divinas: serán capaces de diseñar y crear seres vivos, navegar por realidades artificiales con sus mentes, expandir sus vidas y cambiar sus propios cuerpos y mentes según sus deseos.

–¿Quedará algo de nuestra actual condición humana?

–En la historia hubo muchas revoluciones económicas, sociales y políticas. Pero una cosa permaneció constante: la humanidad en sí. Todavía tenemos el mismo cuerpo y mente que nuestros ancestros del Imperio Romano. Sin embargo, en las próximas décadas la humanidad en sí experimentará una revolución radical. Nuestros cuerpos y mentes van a transformarse por la ingeniería genética, la nanotecnología y las interfases cerebro-computadora. Cuerpos y mentes serán los principales productos de la economía del siglo XXI. Lo más asombroso sobre el futuro no serán las naves espaciales que podrán viajar a la velocidad de la luz, sino los seres que las vuelen.

–¿Qué es la religión de los datos? ¿Y cuál será la importancia de la Internet de las cosas en este futuro?

–En esencia, la religión de los datos dice que todos los organismos –así sean jirafas, tomates o seres humanos– son sistemas de procesamiento de datos. El dataísmo sostiene además que dándole suficientes datos biométricos y poder informático, un algoritmo externo puede entender mejor a los humanos que lo que podrían hacerlo ellos mismos. Una vez que eso ocurra, la autoridad va a cambiar de los humanos a esos algoritmos, y prácticas como las elecciones democráticas y los mercados libres se convertirán en algo obsoleto. El dataísmo hace hincapié en que aun hoy los humanos están perdiendo el control, porque ya no podemos procesar una inmensa cantidad de datos. Nuestros cerebros han sido formados hace decenas de miles de años y no están a la altura del trabajo. Consecuentemente, nadie entiende la economía global y nadie puede predecir cómo será el mercado laboral en 50 años.

–Si nadie está capacitado, el caos es inexorable.

–De acuerdo con el dataísmo, la única forma de evitar el caos es renunciar a nuestra autoridad ante la única cosa que puede darles sentido a los datos del diluvio: los algoritmos informáticos.

–¿La costumbre actual de vivir conectado las 24 horas será algo irreversible?

–Eventualmente podemos llegar a un punto en el que será imposible desconectarnos de todo el conocimiento de la red. La desconexión significará la muerte. Si se cumplen las esperanzas médicas, los humanos del futuro incorporarán dentro de sus cuerpos una serie de dispositivos biométricos, organismos biónicos y nanorrobots, que monitorearán nuestra salud y nos defenderán de infecciones y daños físicos. Sin embargo, estos dispositivos tendrán que estar online las 24 horas, tanto para estar al día con los últimos adelantos médicos, como para protegerse de las nuevas plagas del ciberespacio. Así como mi computadora hogareña es continuamente atacada por virus, también lo estará mi marcapasos, mi audífono y mi nanotecnológico sistema inmune. Pero si no actualizo el programa antivirus de mi cuerpo, un día me voy a levantar y a descubrir que millones de nanorrobots están corriendo por mis venas, controlados por un hacker de Corea del Norte. «

Dios, una «ficción» que ya no será necesaria

«Hay un acuerdo de que la mayoría de los dioses son ficciones. Los cristianos deberían admitir que Zeus o Shiva son invenciones humanas, pero insisten que sólo su dios favorito es el real. Frente a ello, la ciencia es más objetiva y sostiene que todos los dioses, sin excepciones, son ficciones, porque no tenemos ninguna evidencia científica sobre su existencia», explica el historiador israelí Yuval Harari.

–¿Cuál sería la lógica de creer en una ficción?
–La creencia humana en varios dioses ha jugado un rol muy importante en la historia. Ayudó a establecer la autoridad de los reyes, a formular códigos morales y a forjar lazos comerciales entre extraños. También fue responsable por muchas guerras, persecuciones y discriminaciones. Aun así, creo que en el siglo XXI ya no vamos a necesitar a Dios. En el pasado, algunos pensadores temían que si la gente dejaba de creer en Dios, la moral iba a colapsar. Pero hoy tenemos una amplia evidencia que eso no es verdad. Cientos de millones de personas no creen en Dios y la mayoría de ellos no son asesinos ni violadores. Hoy existe una buena correlación entre secularismo y la tranquilidad. Países donde mucha gente no cree en Dios, como Italia, son pacíficos y tienen bajo índice de asesinatos, robos y violaciones. En contraste, países donde la mayoría tiene fuertes creencias religiosas, como Siria o Afganistán, tienden a ser más violentos y corruptos.