Antes de que el basquet lo trajera a la Argentina, James Thomas, nacido en Lakeland hace 56 años, fue campeón de la NCAA con la prestigiosa Universidad de Indiana, en donde tuvo de compañero a la estrella Isaiah Thomas y fue  dirigido por el legendario Bobby Knight. Jugó cuatro años en la NBA con Indiana Pacers y Minnesota Timberwolves. Además, representó a su país en el Mundial de Colombia 1982, donde perdió la final con Unión Soviética por un punto. Su llegada a la Liga Nacional en 1989 fue toda una novedad, ya que no era normal contar con un ex NBA en un certamen que apenas tenía cinco temporadas.

Jim, que jugó en Ferro, Gimnasia de Comodoro Rivadavia y Echagüe de Paraná, se enamoró de la bahiense Fabiana Díaz, se nacionalizó argentino  y tuvieron dos hijos: Stephany y Erik, quienes nacieron en la Argentina y hoy siguen los mismos pasos de su padre. Stephany (que nació en Temuco, Chile, hace 28 años pero está nacionalizada argentina) se desempeña en la liga australiana y ya tuvo su bautismo de fuego en el seleccionado nacional. Ahora es el turno de Erik, quien a los 22 años fue convocado por el entrenador Sergio Hernández al preseleccionado que comenzará las prácticas a fin de este mes para afrontar la AmeriCup. El ahora alero de 1,98 metros de altura habló con Tiempo sobre sus posibilidades, el futuro y sus lazos con el país.

–¿Qué recordás de la Argentina?  

–Mi infancia la pasé en Bahía Blanca y en Trelew. En Bahía viven mis abuelos, mi tío y toda la familia de mi mamá. Siempre recuerdo mis veranos en Monte Hermoso. En Trelew tenemos muchos amigos. Mi viejo tenía allí una escuela de basquet y fue ahí fue donde empecé a jugar cuando tenía tres años. A los seis años nos mudamos a Estados Unidos.

–¿Te quedó alguna costumbre típica de argentino?

–Muchísimas. En casa se habla español. No hay fin de semana que no hagamos asado, pollo al disco y nunca falta el chimichurri. También somos de seguir mucho el fútbol y el básquet de la Liga Nacional. El basquet es parte de nuestra familia. No pude regresar a Paraná porque mis padres se mudaron a diferentes ciudades, pero nunca perdí la conexión con mi país.

Erik fue al colegio en Wesley Chapel, donde llegó a promediar 32 puntos por partido y fue elegido jugador del año del Estado de Florida. Superó una grave lesión en los ligamentos y cursó en la Universidad de New Orleans. En su último año promedió 19,3 tantos y 7,8 rebotes por juego, números que le valieron el premio al mejor jugador de la Conferencia SouthLand de la NCAA. Pero el mayor premio para «Megamind», que por ahora es agente libre, fue tener la oportunidad de probarse en un equipo de la NBA y ser tenido en cuenta en la Selección.

–¿Cómo fue la experiencia en Portland?

–La oportunidad que tuve en el campus fue genial y haber sido considerado por una franquicia de tanto prestigio como los TrailBlazers fue muy importante para mí. Los argentinos somos muy respetados en el basquet estadounidense. Hace poco conocí a Manu Ginóbili en persona, era un deseo que tenía desde siempre porque lo tengo como ejemplo, es un jugador único. La NBA es otro de mis sueños como todo jugador del mundo, pero también me gustaría tener una experiencia en la Liga Nacional como lo hizo mi papá. Él disfrutó mucho jugar la LNB, siempre nos contaba cosas que vivió jugando allí, muchas anécdotas, recuerda a sus compañeros y entrenadores.

–¿Te imaginás en la Selección por mucho tiempo?

–Es una oportunidad muy esperada y estoy feliz de poder tenerla. Uno de mis sueños es representar a mi país y vestir la camiseta Argentina. Aún tengo contacto con algunos de los chicos con los que compartí la Selección U17. Mis logros en la Universidad son importantes para mi carrera, pero ahora estoy a la espera de mi próxima oportunidad, mi prioridad es la Selección. Somos una generación nueva, creciendo de a poco y trabajando duro para representar a Argentina a máximo nivel.