El 6 de marzo de 2016, Alan Nahuel Martínez, de 19 años, esperaba el colectivo para volver a su casa de Ciudad Evita. Eran las siete de la mañana y había salido de bailar. Estaba parado en la esquina de Adolfo Alsina y Avenida de Mayo, una de las calles más transitadas de Ramos Mejía, cuando un Peugeot 208 gris se detuvo frente a él. Alan estaba con sus amigos y sus amigas. Desde arriba del coche comenzaron a insultarlos y el joven respondió la agresión. El desenlace fue fatal: le dispararon sin bajarse del vehículo y lo hirieron de gravedad. Alan murió el mismo día en el hospital Güemes de Haedo.

Un año más tarde, su padre Gastón no tiene ni ganas de hablar. Lo desnuda el tono de voz: apagado, cansino, sin esperanzas. Aunque parezca mentira, pese a que el crimen ocurrió a sólo dos cuadras de la comisaría de Ramos Mejía y que había cientos de jóvenes caminando por el lugar, el caso no tiene ningún detenido. Ni siquiera una lista de presuntos autores. Nada.

La semana pasada, los familiares de Alan marcharon en reclamo de justicia pero no consiguieron respuestas. Tiempo Argentino entrevistó a su padre, que todavía no puede creer que la muerte del mayor de sus tres hijos no tenga culpable.

“Hicimos una marcha porque la última vez que hablamos con el fiscal me dijo que no había nada nuevo; hasta me dio a entender que no había ningún avance en la causa respecto a la identidad de los asesinos de mi hijo”, señaló Martínez.

Frente a la realidad sin respuestas, ¿promovió algún tipo de búsqueda personal?
Ninguna. Sólo tuve información de un Peugeot 208 de Ciudadela pero nada más que eso. No sé quiénes fueron. Los policías me dijeron que pueden ser de Lomas del Mirador pero nada cierto.

¿Qué sensación le deja la parálisis del caso?

Lo que siento es un vacío. Nada me devolverá a Alan. Peleo día a día esperando la Justicia que no llega. Se lo dije al fiscal: “Me arrepiento de no haber prendido fuego la comisaría de Ramos Mejía”. Debería haber hecho lo mismo que hicieron en Flores por el asesinato del chiquito.

¿Tan difícil es resolver un caos que ocurrió en una zona céntrica, a la vista de cientos de personas?

El auto jamás se dió por robado. Es de alguien pero no lo pueden encontrar. Esto pasó a dos cuadras de la comisaría, no en un descampado alejado. Lo que me dijo el nuevo comisario es que se va a poner a trabajar. Los amigos de mis hijos habían hecho el identikit y todavía no los llamaron de la fiscalía. Lo único que sé es que no es lo mismo buscar un Fiat Uno que un Peugeot 208; no hay tantos para buscar. Entiendo que no buscaron como deberían haber buscado.

En las filmaciones, ¿se veía parte de la patente?

Nunca. El que identificó el auto fue un colectivero que vió cuando escapaba por la vereda y después por la avenida Rivadavia. Cuando lo fueron a buscar a Lomas de Zamora y el dueño abrió el portón, era un Peugeot 208 pero de color bordó.

Las cámaras de seguridad de la municipalidad de La Matanza, ¿no contribuyeron al esclarecimiento del hecho?

No, de ningún modo. Sólo se acercaron el mismo día que murió mi hijo. Vino una psicóloga, que presuntamente me visitaría en casa pero que me hizo ir a su oficina de Isidro Casanova. Después siempre posponía las citas mías y la de mi hijo. Hasta tuve que pagar una profesional particular. De la municipalidad no recibí ni espero nada.