El doctor en Filosofía de la Universidad de Harvard y profesor de la Universidad de California hace un análisis desde el mundo intelectual sobre la personalidad del flamante presidente, en el ensayo publicado por Malpaso Ediciones y distribuido en Argentina por la Editorial Océano.

–Usted dice que que el imbécil trata de generar situaciones solo en beneficio propio, entonces, ¿Trump como presidente creará situaciones para su beneficio personal?

–Sí, y de hecho ya se ha aprovechado, pues se ha sabido que ha utilizado algunas llamadas diplomáticas con mandatarios extranjeros para promover sus negocios. Yo creo que tratará de aprovecharse de su estancia en el poder como presidente de EE UU tanto como pueda. Gracias a su negativa a revelar datos de su fortuna y su guerra en los medios en contra de la fiscalización, le va a resultar relativamente fácil. Al menos hasta que los republicanos en el Congreso decidan dejar de mirar hacia otro lado.

–¿Por qué la gente creería en un imbécil al punto de elegirlo presidente? ¿El imbécil sigue a otro imbécil?

–La mayoría de sus votantes no son imbéciles, aunque alguno hay. Se trata de gente que permite que exista ese imbécil, ya que creen que será una fuerza positiva a la hora de romper las cosas que andan encalladas, los intereses particulares de algunos, entre otras cosas. La idea, me parece, es que dado que la política está llena de imbéciles, lo que se necesita es un imbécil mayor, un superimbécil que ponga un poco de orden.

–¿La presumida impunidad y el desprecio por los demás se traducirá en qué tipo de medidas? ¿A qué habremos de atenernos?

–Trump cree que la victoria justifica prácticamente todo, incluso cuando puede que haya gente que lo haya votado a pesar de su racismo y su sexismo. Aunque también es cierto que hay quienes a los que solo les cae bien por esas mismas razones. No sé bien qué deberíamos esperar, excepto que tratará sin descanso de ser el centro de atención, y que de una manera obsesiva querrá sentir que se lo ama y que es el mejor, incluso si tiene que engañarse a sí mismo y construir una realidad alternativa que permita que su amor propio se mantenga a flote.

–¿Cuáles cree que serían estas situaciones, y cómo las puede comparar desde una situación individual, de un ciudadano corriente, al presidente de EE UU?

–Me parece que es una persona profundamente frívola. Trata desesperadamente de verse a sí mismo en tanto ser querido, siendo el mejor, un “ganador”, pero también me parece que es alguien muy frágil. Así que cada día tiene frente a sí una nueva carrera que ganar. Eso es lo que hay.

–Más allá de las imbecilidades dichas y las posturas, ¿es posible encontrarse con un gobierno de gestión y políticas interesantes, al menos en algún rubro?

–Es posible. Hay una cosa buena –quizá la única cosa buena– sobre su victoria que ya ha sucedido. Trump no seguirá con el TTP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica), ni el TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones), que tienen horribles sistemas de arbitraje de otros Estados inversores. Y si una parte del NAFTA, el capítulo 11 (sobre protección de las inversiones extranjeras) fuera renegociada, sería maravilloso, pero dudo que Trump se centre en ello.

–¿Hillary Clinton es otra clase de imbécil?

–No lo creo, pero entiendo el porqué ella está siendo vista como una imbécil. En parte porque ha estado siendo asediada por mucho tiempo, ella ha puesto distancia y eso se percibe como sospechoso en el sentido de que ella se ve a sí misma más allá de las reglas. «