Es realmente dificultoso explicar en Francia, donde este periodista estuvo durante toda la semana que finaliza, la cuestión de los medios en Argentina. Sencillamente porque es inimaginable hasta dónde han llegado los diarios, radios y canales hegemónicos del país. Por eso, la circunstancia de conferenciar en la Maison de la Amerique Latine es un motivo de satisfacción personal. Lo es al tiempo que se trata de la frustración de recorrer caminos que pueden ser extraños para la audiencia parisina. Aun cuando está presente siempre la comprensión de los latinoamericanos, sí, porque la actividad que ellos despliegan en Europa es verdaderamente extraordinaria. La fidelidad con que sostienen a los temas propios de la Argentina es conmovedora.
París, como si mayo fuese un mes inspirador desde aquellas jornadas del ’68, tiene en estos días una discusión que se parece a la del Congreso de la Argentina, en las últimas horas. El tema de la desocupación late a lo largo del territorio con una disritmia social que  golpea a todo el país y lo sacude en las discusiones de la Asamblea Nacional y también allí, como sucede en Buenos Aires, el tema es qué ley hay que tratar para seguir.
Como en un tango, con ese dramatismo de las peleas que se dan en la madrugada, el gobierno de izquierda –en realidad lo es solamente en su nomenclatura- que impera en Francia ha peleado por imponer la flexibilización laboral y al momento del despacho de esta columna todavía no se sabe qué puede suceder.
Como en el tema laboral, también se puede trazar un cierto paralelo con lo que ocurre con el periodismo francés. Pasa que también aquí empieza a darse una concentración fortísima en el terreno de los diarios, como si los grandes magnates se hubieran puesto de acuerdo en el mundo para dejar unas cuantas fichas de sus apuestas económicas en los medios de comunicación. Y desde ellos planearan dominar el pensamiento de las masas. El plan ha sido cumplido cabalmente, claro que con una ventaja muy amplia en algunos países de Latinoamérica donde se quedaron con sus propios gobiernos como se advierte sobre todo en los casos salientes de Argentina, de Brasil y de México.
Dar ejemplos de la asombrosa capacidad que tienen para mentir, de las veces que operan contra sus gobiernos, de las desestabilizaciones que promueven, del sesgo maligno desde el que juegan su partida victoriosa, es una tarea dificultosa, por lo ya mencionado. A los oyentes, esta descripción les resulta inconcebible. Y recurrentemente nos preguntan cómo es que el actual gobierno argentino ha logrado la protección de ese diabólico poder. La respuesta es que se trata del mismo poder. Que de las entrañas propias del establishment salió el actual poder político y, por consiguiente, el blindaje es para ellos mismos.
«¿Y siempre ocurrirá así?», consultan de inmediato, claro.
La perspectiva es que mientras las protestas no sean graves, así será. Esa es la contestación. Con el agregado de que ellos mismos cambiarán uno por otro, éste por aquél. Para que nada cambie. Cuando les sea necesario. «