La muerte de Alberto Laiseca representa una pérdida enorme para la literatura argentina y su obra escrita es apenas uno de los varios motivos que justifican esta afirmación. Un motivo no menor, por supuesto, sino mayúsculo, desbordante y desbordado, portentoso como el volumen de su novela Los Sorias, ese mastodonte literario de 1000 páginas que ha dejado su marca en las letras vernáculas. Pero hay que insistir: si hoy todos lo recuerdan con cariño no es sólo porque lo han leído, sino porque fue un personaje hermoso dentro del panorama literario que, como todo belleza, está destinado a volverse eterno.

Carismático, extravagante, histriónico, apasionado y extraño, Laiseca será recordado por muchos chicos, adolescentes, jóvenes y hasta por los adultos como el hombre que daba miedo contando cuentos de terror por televisión, una serie de micro episodios dirigido por Mariano Cohn y Gastón Duprat que el canal I-Sat transmitió entre 2002 y 2003. Ahí el escritor narraba una serie de relatos de terror clásicos (y no tan clásicos), entre los que incluía trabajos de Edgar Allan Poe, Stephen King, H.P. Lovecraft, Gabriel García Márquez, Horacio Quiroga y Manuel Mujica Láinez, dentro de una larga lista de autores destacados. Y es que la faceta de narrador oral también ocupa un lugar destacadísimo en el prontuario literario de Laiseca.

En una entrevista concedida al desaparecido suplemento literario de Tiempo Argentino, realizada justamente tras una de sus presentaciones, en la que en una medianoche del verano de 2011 le contó tres historias de horror a las 500 personas que se habían juntado a escucharlo frente a la entrada del cementerio de la Recoleta, Laiseca habló del arduo trabajo de la narración oral. Entonces el escritor admitió que disfrutaba mucho de reconocer el efecto de sus relatos en los espectadores. “Para eso me rompo el culo, viejo lindo, para que a ustedes les guste”, le decía Laiseca a este cronista. “¿O te creés que esto es espontáneo? ¡Semanas estoy estudiando los cuentos! Mirá: La máscara de la muerte roja [famoso cuento de Poe] lo leí por primera vez a los 17 años. Ahora tengo 70… ¿Cuántas veces leí ese cuento desde entonces? ¡Montones! Pero nunca, nunca aprendés todo. Estos mismos cuentos que conté hoy, no soy capaz de contarlos dentro de 10 días, ¡a menos que los estudie de nuevo! Hay que estudiar y trabajar mucho”, decía entonces.

Junto con la dupla Cohn y Duprat, Laiseca también incursionó en el cine. En 2009 protagonizó la película El artista, en la que compartió cartel con el cantante Sergio Pángaro y donde también participaron su colega Rodolfo Fogwill, el artista plástico León Ferrari y el anterior director de la Biblioteca Nacional Horacio González, haciendo de residentes de un geriátrico. La película fue bien recibida por la crítica, destacando el trabajo escénico del escritor, cuyo personaje era un viejo senil que dibujaba obras de arte anónimas y que todo lo que decía era la palabra “Pucho”. Directores y escritor volvieron a trabajar juntos dos años más tarde en Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo, basada en un relato del propio Laiseca, quien en la película oficia de descontrolado narrador.

Menos reconocido de lo que su figura y su obra merecen, hoy Alberto Laiseca es recordado con respeto y cariño por muchos de sus colegas, algunos de ellos sus  discípulos, asistentes del famoso taller literario que el autor dictaba en su propia casa. Un hecho que no hace más que dejar claro algo que se sabe desde siempre: que Laiseca era, es y será uno de los grandes maestros de la literatura argentina.

También podés leer:

> El conde Lai, un “raro” de la literatura
> Un formador de escritores