No le encontraba la vuelta. Tenía en su poder Bajo este sol tremendo, la novela de Carlos Busqued, la posibilidad de filmarla tras la propuesta del productor Hernán Musaluppi, pero algo faltaba. El género. Como el cronista que necesita el título para comenzar a escribir, el músico que repite un leitmotiv melódico desde donde componer o el actor que encuentra en el tono su inspiración, para Adrián Caetano el andamio en donde pararse para construir su obra es el género. O al menos es allí a donde recurre cada vez que tiene dudas. «El género es lo que me permite encontrar las herramientas narrativas o estéticas», dice el cineasta que estrenará el 23 de marzo El Otro hermano, su última película, protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Daniel Hendler. «Vi que había un botín, que había gente que se peleaba por dinero, que mataba y secuestraba por plata y traté de ver cuál era el género que me permitía avanzar con el relato», afirma el director que, irremediablemente derivó la historia a un policial con tintes de humor negro.

El dinero se convirtió en el hilo conductor de este relato que inicia, en el plano más abierto de la película, con no Cetarti (Hendler) en una parada de colectivo, con un calor agobiante, en el medio de la nada. Es Duarte (Sbaraglia) quien lo busca para llevarlo a Lapachito, un pueblo perdido de la provincia de Chaco, donde su mamá y su hermano fueron asesinados. El de Cetarti es más un viaje burocrático que sentimental y Duarte será quien lo conduzca en el papelerío, en medio de un plan oscuro del que termina haciéndolo cómplice. «Es que en la historia ninguno siente amor por nada, todos se mueven por plata, que es el elemento que les permite a ellos concretar sus actos», describe Caetano.

–¿El dinero es el que teje los vínculos?

– Sí, si es que hay vínculos entre ellos. Para Duarte es un estilo de vida, parece ser que lo único que aprendió en el Ejército es que hay que matar para tener plata. Es un usurpador de todo: vive en una casa que no es la de él, secuestra y esconde a la gente en sótanos que no son de él, trabaja para el Estado pero parece que tampoco le pertenece… Es como un puntero político de los milicos, mano de obra desempleada que alguna vez ha ostentado el poder. La diferencia entre Cetarti y Duarte es que Duarte vive añorando el pasado y Cetarti trata de escaparse hacia el futuro que, de todos modos, es muy pequeño, ya que su sueño es irse a Brasil y no mucho más que eso.

–¿Por qué creés que se pensó en vos para esta historia?

–Creo que me llamaron para que convirtiera la historia en una película. Aunque esta trama está algo solapada en el libro. Hay un plan, torpe, pequeño, pero hay un plan de esta gente para tener dinero y poder cumplir un sueño. Yo creo que hay una fantasía con que las historias oscuras me pertenecen.

–¿Podés entender de donde viene esa fantasía?

– No, no puedo entenderla pero creo que Hernán me llamó porque él sabía que podía hacer una película, por la confianza. Él sabe de mi pasión por los géneros cinematográficos que es donde yo me formé. No es que soy un fan de afuera, yo me formé viendo ese cine, me gusta el género, me interesan estos personajes, los protagonistas, los antagonistas, los héroes, los antihéroes. Yo creo que también me llaman porque no querían hacer de esa película una película para el museo. A mí me interesa que el lenguaje en las películas sea popular. Igual sé que por las cosas que cuento y por cómo las cuento nunca tuve la masividad de mi lado. Una cosa es ser popular y otra que te vaya a ver un montón de gente al cine.

–¿Es algo que buscas?

–No, es algo que tenés o no tenés, se te da o no se te da. Igual está bien la idea, creo que es algo que se busca y creo que tenés que hacer un montón de concesiones para lograr eso o venir con las concesiones de fábrica y no es mi caso.

Tampoco creo que haya fórmulas para llevar gente al cine. De a ratos hay productores que creen tener esa fórmula y pueden imponer ciertas cosas, pero como a mí me importan otras… no sé bien. Hoy lo formal tiene un lugar digno dentro del cine, lo prolijo tiene un lugar más valioso que lo desprolijo.

–¿Y en tu cine cómo pensás lo formal?

–Es lo último que se me ocurre, lo último que termino encontrando en la película…

–¿Podés llegar al rodaje sin tenerlo definido?

– Sí, me ha pasado. Cuando hice Tumberos no tenía ni puta idea qué iba a hacer y de hecho cuando vi el primer capítulo no estaba del todo convencido pero, a la vez, fue lo fundacional y lo que me llevó a hacer lo otro. En Un oso rojo tampoco tenía claro lo formal y de hecho es una peli bastante clásica. Yo ante la duda siempre me voy a lo clásico. Y esta peli también, desde lo formal, tiene algo de clásico. Me cuesta la modernidad, la parte snob de lo formal. Y también tiene mucho humor, sino no se resiste, no la bancás, que es lo que me pasaba un poco con la novela que, de a ratos, me parecía muy sórdida.

–¿Cómo fue la construcción de personajes?

–Creo que el personaje de Leo es lo más arriesgado que hice, aunque tal vez en algo se parece al villano de (Carlos) Belloso en Tumberos. Duarte es como un milico langa de pueblo, muy raro. A mi criterio el encanto de Leo tiene que ver con el sentido del humor que tiene. Yo no dudé mucho cuando apareció su nombre ya que, aunque parezca contradictorio decirlo, tenía algo luminoso que iba a ayudar mucho a ese personaje desde el humor, el encanto, el porte. El personaje es un reverendo hijo de puta pero es elegante. En cambio, Cetarti es más complejo. Había que encontrar a alguien con esa cosa de desidia, de que no le importa nada, y Hendler me parecía ideal. Ambos hicieron una gran transformación física para lograr estos personajes tan diametralmente opuestos: el villano encantador, el protagonista desencantado. Uno dueño de la ley y otro desclasado.

–Y está Danielito, «el otro». ¿Cómo pensaste esa figura?

–Había algo en lo que la novela no hacía hincapié pero que soslayadamente ocurría que era esta relación filial entre estos dos personajes, Cetarti y Danielito. Era lo único a lo que yo me podía aferrar como afectivo, lo único que encontré de amor en la novela. El único que parece más o menos bueno y tener algún tipo de sentimiento es Danielito, que es la mano derecha de Duarte. Estos hermanos sufren sin demostrarlo.

–¿Cómo actúa el paisaje, el entorno, en el relato?

–A mí siempre me interesaron los espacios. Nunca hice una película con paisajes grandes. Acá podría haberlo hecho por que es el Chaco, La Pampa pero no es un paisaje muy atractivo. Tanto Bolivia como Crónica… o esta película, son súper claustrofóbicas.

–Pareciera que el pueblo los va absorbiendo, sin dejarles chance de nada, que nunca fueran a salir.

– Nunca, es un pueblo donde están todos encerrados. En algún momento pensé en eso, en ampliar el plano pero luego me di cuenta que la película no necesitaba planos generales. Esa me la debo, algún día la haré. «

Mucho más que dar miedo

Aunque reconoce que está descansando y esperando el estreno de El otro hermano, es difícil creer que la cabeza de Caetano, en cuanto a proyectos, está en pausa. No hay nada concreto, reconoce, pero sí muchas intensiones. «Me interesaría hacer algo de tele, una miniserie, pero no lo tengo muy claro.También tengo ganas de hacer algo de género de terror, pero acá nadie termina de tomárselo en serio, ni productores ni realizadores. Creen que el terror es solo para meter miedo y es más complejo que eso. El terror siempre esconde algo mucho más potente que cualquier película política, más allá de la apariencia. Yo siempre que quiero ver películas y no sé qué elegir, elijo ver terror. Otra cosa que quiero hacer es una película donde todos los protagonistas sean niños, pero no una película infantil. Capaz hago una de terror protagonizada por niños.

–Y con planos abiertos.

–Sí, y con todos planos abiertos (risas).

Seis imperdibles de Caetano

Pizza, birra y faso (1997) realizada junto a Bruno Stagnaro. Pieza fundacional del considerado segundo «Nuevo Cine Argentino».

Bolivia (2001). Premiada en la Semana Internacional de la Crítica de Cannes.

Tumberos (2002) Miniserie filmada en la ex Cárcel de Caseros.

Un Oso rojo (2002). Con protagónico de Julio Chávez.

Crónica de una fuga (2006) Sobre la fuga de cuatro detenidos en la Mansión Seré durante la dictadura.

El marginal (2016) Miniserie. Disponible en Netflix.