Tuvieron que pasar más de 30 años de shows, grabaciones y giras por casi todo el mundo para escuchar a la Adriana Varela que por estos días escuchamos. Las pistas son claras y empiezan por la presentación de todo disco: su tapa. Ahí resaltan muchos ecos de un pasado rockero que hace foco en los míticos años ’60, la figura del Che Guevara, Luis Alberto Spinetta y George Harrison. Así es el afuera que sobresale en Avellaneda, el nuevo álbum de Varela que se ofrece como un pack de canciones donde el rock y sus autores mandan.

Seamos claros: hablamos de 12 canciones míticas escritas por célebres autores como el Indio Solari y Skay, Miguel Abuelo, Gustavo Cerati y Charly García –entre varios notables del rock de acá–. El trabajo también incluye invitados notables como Fito Páez, Débora Dixon, Ricardo Mollo y Pedro Aznar, que participan en versiones que se desmarcan de sus originales para generar nuevas formas en instancias tímbricas.

Encontrarse con Varela es hacerlo con alguien dispuesto al género entrevista, que se autodenomina peruca, que vibra con rock de los ’60 y ’70 tanto como con el modelo ochentero de Prince y Bowie. Pero estamos en 2017, y este es el año en que la cantante eligió subirse al género que comenzó a amar desde su más tierna edad.

«Estoy alegre con la situación de que por fin haya salido este disco. De todas maneras, yo soy muy lenta para darme cuenta de algunas cosas, entre ellas que estas canciones no están más entre mis manos. En estos días las escucho seguido porque voy a las radios y caigo con lo que genera el álbum al ver las caritas de los periodistas y sus opiniones. Ahora, más allá de mi voz, creo que se trata de un paquete de canciones buenísimo. Concretamente, siento que es haber vuelto a mi infancia porque yo crecí con esas melodías. Ahí están mi pubertad, adolescencia y juventud escuchando rock. El tango es una elección de adulta que, como muchos saben, me llegó a eso de los treinta y algo», sostiene Varela.

Podemos decir que Avellaneda fue un álbum hecho en familia –ver recuadro– más allá de la relación casi parental que estableció Varela con cada uno de los invitados, a quienes conoce muy bien desde larga data. «Digamos que este disco nace con mi hijo (Rafael) como director musical y con mi participación en Radio Malena, donde pongo habitualmente la voz. Un día le pidieron a Rafa si yo podía cantar «Mañana en el Abasto» (el clásico de Sumo), así que hicimos un approach muy lindo pero que no fue la toma que quedó en el disco, aunque es muy parecida. Más tarde volvimos a grabar en su casa, la pasamos muy bien y me encantó. Enseguida él notó lo bien que había salido todo y cómo la habíamos pasado los que estábamos en esa situación de grabación. Ahí nomás me preguntó si me gustaría hacer algo más, grabar otros temas. Le dije que estaba bien, que no había problema, pero le aclaré que de hacer un disco tenía que producirlo él. Entonces comenzamos a trabajar y a grabar pero también decidí que el disco me lo pagaba yo. En mi carrera no abroché nunca con una multinacional y siempre hice lo que quise. Construí mi carrera desde una libertad total. Pero bueno, volviendo a esto del disco nuevo, comenzamos a trabajar sobre el repertorio y arrancamos.

–La elección de los temas debió hacer sido…

–(Interrumpe) Dificilísima. Comenzamos con Rafa a elegir temas y hubo un ida y vuelta de opiniones todo el tiempo. Con el tema que hice de Charly nos peleamos, discutíamos, porque él quería que grabase «Adela en el carrousel», que para mí es un temazo pero no lo sentía para grabarlo. Así que terminamos haciendo «Total interferencia», que me pareció una canción soñada y más de mi época. En el resto de los temas acordamos muchísimo, como en el tema de Almendra (NdeR: se refiere al clásico «Hoy todo el hielo en la ciudad»). Finalmente, Rafa pidió hacer los arreglos de un tema con cuerdas y terminó eligiendo «No te busques ya en el umbral», de Spinetta solista. Con Fito tuve que pensar un montón porque lo quiero mucho y no me decidía por cuál de sus temas hacer, pero finalmente optamos por «La despedida». Es muy loco todo esto de hacer temas del rock nacional porque a todos ellos yo los iba a ver. Me refiero a Sui Generis, Charly, Manal, Vox Dei… así que es muy movilizante terminar haciendo un disco con temas de todos ellos.

–Al escuchar el disco aparecen ecos tuyos pero también situaciones vocales de una Adriana Varela nueva. La versión de «Avellaneda blues» (Manal) y «Adiós» (Gustavo Cerati) bien podrían dejar constancia de esa dualidad.

–Es verdad que en el tema de Manal estoy yo. Y en «Adiós», también (risas). Creo que en el caso de la canción de Cerati hay mucho de eso que mencionás.

–¿Qué te costó más en torno a las interpretaciones? Imagino que, más allá de tu experiencia, habrás encontrado diferentes niveles de complejidad…

–Yo tengo cancha para el tango, pero no me acomodo tan fácil en otros géneros. He cantado en discos de gente muy talentosa del exterior y soy versátil. Pero en el rock yo soy muy estricta porque los setentosos éramos muy sectarios. Para este disco tuve la ayuda de mi hija, que me tuvo cagando porque es coach vocal. Ella me decía que al venir del tango había logrado muchas cosas no fáciles, sobre todo porque el tango tiene tensión rítmica y expresiva. Entonces, como buena profesora de canto, comenzó a bajarme, pero como soy muy vaga no hacía los ejercicios que me pedía y ella enseguida se daba cuenta de que no hacía nada. Más allá de eso, siento que fluí muy bien. Ahora, si me preguntás qué me costó más… debería decirte que tenía mucho miedo en «Adiós» porque es un tema muy dulce, algo que no curtí y no conocía porque no fui fan de Soda Stereo ni nada. Pero cuando escuché esa canción, que fue lo primero que escuché de Cerati, algo me pasó en el cuerpo, porque para que me guste algo siento que me tiene que pasar algo en todo el cuerpo. Otros me sugirieron «Té para tres», pero yo quería a «Adiós».

–¿Te llegó alguna devolución u opinión de alguno de los autores de los temas?

–Nunca pensé en términos de devolución. Sí me enteré de que a Laurita Cerati le gustó mucho la versión. A Claudio Gabis también, me escribió y me dijo cosas lindas, muy generosas. ¡Para mí fue muy emocionante porque es el guitarrista de Manal! 

–Vos creciste con el rock. ¿Sentías que un disco como Avellaneda era una deuda pendiente?

–No, para nada. Yo escucho rock, no escucho tango. Creo que todo tiene un porqué inconsciente y no verbalizado. Tal vez me sentí con un poco más de autoridad para hacer lo que me salía del forro. Y eso es lo que hice. 

Con una pequeña ayuda de mis amigos

La extensa grilla de invitados del disco es también otro de los factores diferenciales de Avellaneda. Pero según Varela, ella ni siquiera se encargó de convocarlos: fueron ellos mismos lo que se sumaron al proyecto ni bien se enteraban de que su nuevo disco vendría por el lado del rock: “En torno a ese tema no pensé en convocar a nadie en particular. Inclusive preparé el tema de Fito sin la idea de llamarlo. Pero un día salí con mi hija a comer y nos encontramos con Fito de casualidad. Y ahí le conté que iba a grabar un tema suyo y enseguida me dijo que quería participar, me sugirió músicos y hasta se puso en modo productor de inmediato (risas). En el caso de Mollo fue porque Rafa había llevado a su hijito a jugar al futbol, y también de casualidad estaba Mollo. La cuestión es que ahí Ricardo se entera que él era mi hijo y se postuló para grabar. Para ese entonces ya habíamos terminado de grabar el disco hacía muy poco. Pero bueno, comenzamos a ver dónde lo metíamos a Ricardo y decidimos que se sumara en el tema de Almendra. En el caso de Pedro (Aznar), Rafa le sugirió grabar y él eligió «Margherita». Siento que todas esa participaciones terminaron por construir un disco hecho en libertad”, concluye.

La familia integrada al trabajo

A Adriana Varela le gusta trabajar en familia. Por un lado, Avellaneda fue producido por Rafael, hijo de Adriana, que no sólo fue el factótum del proyecto sino también el encargado de los climas, la convocatoria de los invitados y las logradas apropiaciones de los 12 temas álbum. 

Por el otro, su hija Julia actuó como coach vocal en todo el proceso de pre producción. Para Varela fue un placer: “Lo verdaderamente problemático y difícil fue cuando en el pasado no teníamos un mango partido al medio y teníamos que sobrevivir, eso fue lo difícil. Pero esto, lo de Avellaneda, fue puro placer. Mentalmente al comenzar el proceso me dije: ‘me entrego, acá estoy’. Sin duda alguna ellos me la hicieron fácil, porque siento que Rafa fue un gran productor y Julia me supo llevar. Creo que después de haber pasado como familia todo lo que pasamos, observo nuestra participación en el disco como un gran placer colectivo que repetiría”.

–¿Se viene una segunda parte de Avellaneda?

–Eso no lo sabe nadie. Por el momento estoy disfrutando lo que quedó adentro del disco, pero de todas maneras entiendo la curiosidad. Algunos me dijeron que debería haber un próximo disco con lo que quedó afuera, pero veremos. Hacer un segundo disco de este tipo no es algo en lo que estaba pensando cuando lo grababa. «