Todos los sondeos pronostican un nuevo triunfo para los conservadores en las elecciones del domingo que viene con algo más del 36% de votos y le dan un segundo lugar al socialdemócrata Martin Schultz, con el 24 por ciento. De este modo, Angela Merkel se aseguraría un cuarto mandato que le permitiría batir un récord de 16 años en el gobierno alemán. Pero esta vez hay una amenaza que desvela a los estrategas germanos y de la Unión Europea. El ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD en sus siglas originales) ronda el 11% de sufragios y tendría no menos de 80 escaños en el Bundestag, lo que torna a cualquier alianza de gobierno como inestable sin la participación de este grupo que en cuatro años duplicó sus votos y, además, dicta la agenda pública al punto que de los 90 minutos del único debate entre los dos candidatos mayoritarios, en 52 se habló de los temas que plantea esta agrupación: refugiados, inmigración, islam. 
Por tratarse de un sistema parlamentarista, de no mediar amplias mayorías es necesario hacer alianzas. Merkel se mantiene en el cargo en representación de una Gran Coalición  que expresa el consenso de la democracia germana hace décadas. El argentino Franco DelleDonne, residente en ese país formado en la Universidad de La Matanza, es autor junto con otro residente, el español Andreu Jerez, de un libro recién impreso, «Factor AfD, el retorno de la ultraderecha a Alemania», donde meten el cuchillo hasta el hueso para comprender este nuevo cuco de la política alemana.
Un detalle importante es que AfD nace en 2013, pleno auge de la crisis de la deuda en Grecia; España e Italia. La UE se enfrasca en la defensa del euro y cierra filas con medidas brutalmente neoliberales aunque apoyando con «rescates» condicionados a cada uno de los países. Ante la ola de críticas por disponer de fondos alemanes para sostener gobiernos considerados dispendiosos y poblaciones supuestamente sin apego al trabajo, Merkel y la UE dicen que «no hay alternativa».
La aparición de Alternativa para Alemania lleva al olvido esa posición oficial de Berlín. «AfD se presenta como una alternativa pero contra el sistema –dice Delle Donne a Tiempo– y ahí demostraron un primer golpe de efecto importante. No es que no hay alternativas, lo que los partidos tradicionales no ofrecen es alternativas dentro del sistema.»
La cuestión es, entonces, cómo definir a AfD, si como neonazi, ultraderechista o simplemente oportunista y en qué medida son una variante de lo que Podemos es para España. «No los moviliza la ideología izquierda-derecha, sino el eje dentro-fuera. Quienes lo votan se sienten fuera del sistema de la política de corte si se quiere más elitista, de representantes, de gente que teóricamente sabe qué hacer con el país o hacia donde no tiene que ir y que, como es ahora el caso, pierde de vista ciertas demandas sociales que son dejadas de lado porque no representan objetivos concretos», explica Delle Donne. ¿Cuáles son esas demandas? «Las emociones, como el miedo, o con las sensaciones, como de inseguridad o de que no hay futuro.»
Sobre esa base y con un muy aceitado aprovechamiento de la coyuntura, AfD fijó posición ante la ola de inmigración masiva que coincidió también con su nacimiento. Una respuesta irritativa y hasta inhumana para los biempensantes, pero que manifiesta lo que piensan millones de ciudadanos y no se atreven a decir. Y que por otro lado repiten los medios más amarillos. Como que los inmigrantes son potenciales delincuentes o violadores y se los debería balear en la frontera, o que el islam es una amenaza y no debe ser bienvenido porque en cada musulmán anida un terrorista. Incluso que así como los franceses e ingleses homenajean a sus soldados de las dos guerras mundiales, los alemanes deberían hacer lo propio con los suyos. Más aún, que se debe volver al marco alemán porque el euro lleva a la destrucción de Alemania y que el país debe abandonar la Unión Europea porque corre el riesgo de perder su identidad y sus valores tradicionales.
AfD también cuenta con la cobertura de esos mismos medios que dan amplios despliegues a las acciones del partido que, al decir de Delle Donne, están minuciosamente estudiadas. «Ellos usan lo que llamamos provocación estratégica. Saben que hay ciertos temas que tendrán rebote y los usan para estar en el candelero.»
El ejemplo que pone el analista argentino es el del debate que hubo entre los partidos menores del espectro alemán, como la izquierda de Die Linke y los verdes. «En un momento una periodista llamó partido de extrema derecha a AfD y después otra le dijo a su candidata, Alice Weidel, que debería distanciarse de los extremistas de su partido. Ella tomó sus papeles y se retiró ofendida. Al día siguiente todos los medios, sin excepción, hablaron de si hizo bien o si hizo mal en irse o cómo fue la pregunta y nadie dijo nada del resto del debate. Lo interesante es que a los cinco minutos de terminado el programa ya estaba la nota de prensa explicando por qué se había ido. Una mente un poco perspicaz te lleva a pensar que estaba todo premeditado.»
¿Qué puede pasar luego del domingo próximo? Lo más probable es que gane el CDU de Merkel, pero que necesite reconstruir la Gran Coalición con el SPD de Schultz que, a la sazón, dejó la presidencia del Parlamento Europeo en enero para presentarse como candidato a canciller. Como nadie quiere ni hablar con AfD se cumpliría el postulado con el que fueron creciendo en estos cuatro años: que todos son lo mismo y que la única alternativa son ellos. O que, como señala Delle Donne «ante este panorama, sean más los que digan que se vayan todos». «