Por el pasillito que quedaba a un costado del salón los mozos trataban de avanzar lo más rápido posible. Caminaban en medio de una aglomeración de periodistas y otros invitados que estaban tomando fotos con sus celulares o no habían conseguido silla para sentarse en las largas mesas que estaban todas ocupadas. “Permiso, guarda, esto quema”, dijo uno de los meseros, que llevaba con las dos manos una fuente de acero con carne. Detrás de él venía otro con un recipiente cargado de papas.  

En la mesa principal ya estaban Alberto Fernández, Leandro Santoro, Leopoldo Moreau, Gustavo López, Matías Lammens, Gisela Marziotta, Mariano Recalde, entre otros dirigentes del Frente de Todos capitalino, con una impronta fuerte de la pata radical de la coalición. La convocatoria era “Alfonsinistas con Alberto”. También tenía un lugar central el líder del gremio bancario, Sergio Palazzo, de origen radical, que movilizó una gran cantidad de seguidores de su sindicato. Fue algo que se notó cuando el cántico “Soy bancario/ soy bancario/” empezó tímidamente en la punta de una mesa y terminó en euforia generalizada, con algunos comensales dejando los cubiertos junto al plato y parándose en las sillas para agitar la servilleta a modo de bandera.

El lugar era parte del mensaje. Lalín es un clásico para la dirigencia radical en general y era muy visitado por el ex presidente Raúl Alfonsín. En el momento de su discurso, el joven Santoro, actual legislador porteño, de relación muy cercana con Alberto Fernández y principal organizador del acto del lunes por la noche, contó: “Acá se decidieron muchas cosas relacionadas con la candidatura de Alfonsín en 1983. En aquel momento había una frase de campaña que era “ahora Alfonsín”. Era el modo de plasmar que esa figura sintetizaba lo que el país necesitaba en esa circunstancia. Por eso elegimos este mismo sitio para decir hoy: ahora Alberto Fernández”.

Santoro, a lo largo de su discurso, rememoró varias veces la figura de Alfonsín, mientras la silueta del rostro del ex presidente, dibujada en varias de las banderas colgadas en las paredes del salón, parecía observarlo.  “Él nos enseño que la principal contradicción del radicalismo no era su pelea con el peronismo sino, en aquel momento, contra las dictaduras que representaban intereses oligárquicos. Que era una disputa del pueblo y el antipueblo, no de peronismo y antiperonismo.  Hoy ya no luchamos contra las dictaduras pero sí contra el neoliberalismo que quiere construir un sentido común que rechaza lo colectivo. Por eso es que la batalla que tenemos que dar es por un nuevo consenso social, que es a lo que se refiere Cristina al hablar de pacto social”.

“Que se queden tranquilos-agregó el dirigente-no vamos a hacer una reforma constitucional. Vamos a utilizar la ley 1420 para garantizar la educación para todos y el artículo 14 bis (de la Carta Magna) para defender todos los derechos laborales”.

La figura Alfonsín pobló todas las intervenciones y la de Alberto Fernández no fue la excepción. En un tramo de su discurso remarcó: “Uno es producto de muchas cosas. Y yo también soy producto de Alfonsín”. “Era un hombre inigualable”, dijo, arrancando un fervoroso aplauso de los comensales que mayormente venían del tronco radical.

Alberto F rememoró anécdotas. Contó comidillas de un viaje que compartió con el ex mandatario al Vaticano para la entronización del Papa Benedicto XVI, cuando era jefe de gabinete del ex presidente Néstor Kirchner, que había invitado al patriarca radical a la gira. “Alfonsín puso siempre a la política en el mejor lugar”, destacó Fernández. “En esta época, en la que se quiso instalar que la culpa de los problemas la tenía justamente la política, que es una de las tareas más nobles que se pueden hacer. En este tiempo, también, en que se ha violentado el estado de derecho, con detenciones arbitrarias, persecuciones, viene bien rememorar su figura”.

Para finalizar, el candidato remarcó: “El mejor homenaje que le podremos hacer es que, cuando termine nuestro mandato, que ya van a haber pasado 40 años de la restauración democrática, podamos confirmar que sí, que con la democracia se come, se educa y se cura”.

Afuera del restaurant, en la calle Moreno, los militantes de la agrupación Los Irrompibles, liderada por Santoro, enrollaban las banderas color naranja que tenían la silueta del rostro de CFK y de Alfonsín. Desarmaban un pequeño escenario en el que se había puesto una pantalla gigante para quienes quisieran mirar el acto. Era de noche y un viento fresco recorría las veredas de Congreso.