Queridos lectores veganos y vegetarianos: les quiero contar que los aprecio y los respeto muchísimo, y me encanta hacer recetas para ustedes. También les quiero pedir de corazón… que salteen este post, en nombre de nuestra bella amistad. Es que tengo otros amigos nada veganos y nada vegetarianos, que justo van a agradecer lo que sigue. Es por el bien común, de verdad se los digo. Atenta y cariñosamente.

Resulta que acabo de inventar unas albóndigas descollantes de ricas, y a la vez una ametralladora contra la anemia, así nomás. (Si algún vegano desprevenido siguió leyendo, le mando otro saludito y le digo que sí, que ya sé, que se puede combatir la anemia plenamente desde el mundo vegetal. Pero en nombre de la diversidad, justo hoy le tocaba a los carnívoros).

Esta es una adaptación de mis hamburguesitas básicas, con un invitado de honor: morcilla. En otros países, me entero, la llaman “moronga” (voy a autocensurar una cantidad de chistes malos que pujan por salir al exterior, agradézcanlo), “prieta”, o “relleno”. Y como todos saben, está llena de hierro y de GUSTO.

No hay más historia ni más rulos. Simplemente mezclás todo y armás pelotitas. Las cuales terminan en tu plato como un manjar doradito, cremoso y muy pero muy sabroso, que le da una patada eléctrica a los glóbulos rojos… y al espíritu, vea. Un toque de limón que le queda de perlas, y nada más.

Ingredientes:

(para dos muy hambrientos o tres más delicados)

– ½ kilo de carne picada magra

– 2 morcillas chicas,

– 1 cebolla rallada (si querés picala, para mí es más fácil rallarla, queda más jugoso y llorás lo mismo),

– sal y pimienta, poca.

– opcional: tomillo o perejil

– para terminar y hacer la salsa: limón, salsa de soja y agua.

Procedimiento:

Abrir la morcilla y retirar los “cueritos” que sean poco agradables al tacto. Mezclar con el resto de los ingredientes salvo el limón y la soja. Amasar como si fuera justamente masa. Armar pelotitas amasando bien.

Llevar a sartén bien caliente con un poco de aceite primero de un lado, después al revés. No hay que tocarlas ni moverlas hasta que se doren por debajo, así se despegan fácil sin desarmarse y se forma su costrita.

A último momento, un chorro de limón, un chorro de soja y un chorro de agua (más agua que soja y limón); mover la sartén para dejar que se forme como una salsita, y tapar para que se cocinen un poco más en el medio, aunque ya están doradas por fuera. Si hace falta las hacés girar un poco, total ya hay salsa y no se pega.

(Si querés las podés rebozar un toque en harina o pan rallado, no es imprescindible, yo no lo hice).

Listo. adentro. con ensalada o con arroz, o con puré. En la foto hay un salteado rápido de chauchas (ejotes, habichuelas o judías verdes), champignones y ajo, con ralladura de limón, jugo de limón y perejil.

* Natalia Kiako dicta cursos y talleres de cocina. Para más info, pueden consultar en su web