Kim queda solo en el área chica frente al gigante Manuel Neuer. Sin intención y con la punta del botín izquierdo, lo habilita Toni Kroos. El 19 de Corea del Sur acomoda la pelota y define de zurda: 1-0 a los 93 minutos. Pero hay una bandera en el aire, hay una duda y hay una revisión del VAR. Danny Makkelie, el árbitro holandés, se acerca a la pantalla y confirma que hay un gol, que Alemania se va. Que el último campeón se despide del Mundial. Quedan unos pocos minutos, un momento para la fantasía de que la selección que nunca pierde tendrá otro milagro, revertirá la historia, seguirá en Rusia. Nada de eso sucede. Con el arco vacío y de zurda, Son sentencia el 2-0 y concreta el gran golpe. Por primera vez, Alemania se va de un mundial en la fase de grupos. 

El primer batacazo de la Copa del Mundo fue acaso el más impensado. Porque Suecia le ganaba cómodo a México y le dejaba la clasificación servida en bandeja a Alemania. Le alcanzaba con ganar. Necesitaba un gol, tal vez su gran déficit en el suelo ruso. Los comandados por Joachim Löw anotaron solo dos goles -ambos en la victoria agónica ante Suecia- en tres partidos del Grupo F. Timo Werner estaba llamado a llenar ese casillero, pero no pudo gritar ninguno. Mario Gómez tampoco lo logró cuando entró desde el banco y Hummels tuvo el triunfo en su cabeza. Pero impactó el centro con el hombro y la pelota se fue desviada. 

Y Corea del Sur lo hizo. En el descuento, ya sin chances de avanzar de fase, sacudió al mundo del fútbol. Se fue de Rusia, pero se llevó puesto al último campeón. Lo eliminó. Lo confinó al último lugar del Grupo F. Alemania ahora sabe que también puede perder.