Cuba, en todos sus niveles, está en alerta ante la amenaza de nuevas embestidas que, pese a la imagen amigable de Joe Biden, vuelven a aparecer como nubes cargadas de rayos y centellas en el horizonte de las relaciones con Estados Unidos. Esta vez no lo dicen sólo los cubanos. Lo señalan las que alguna vez fueron discretas fuentes encubiertas. Siempre estuvieron allí, desde que el sol iluminó por primera vez la Revolución, pero esta vez los enemigos se liberaron de todo prejuicio y hasta lo dicen en sus medios –la web, las redes sociales–, desde los cuales siguen el guión del llamado golpe suave, que promueve el caos y simula la ilegalidad.

Según fuentes citadas por la agencia noticiosa oficial cubana Prensa Latina, en las últimas dos décadas el gobierno de Estados Unidos destinó unos 250 millones de dólares al pago de salarios y viáticos de mercenarios a los que se les encargó la ejecución de “programas con fines subversivos”. En una nota preparada en exclusiva para la revista brasileña Dialogo do Sul –heredera política e intelectual de la prestigiosa revista Tercer Mundo–, Prensa Latina señala que el accionar de esas personas tiende a provocar el caos y fabricar supuestos actos de desobediencia civil para que, amplificados por los medios de prensa internacionales, den una imagen distorsionada de la realidad.

Paralelamente, la televisión cubana informó sobre la creación de grupos de trabajo en redes sociales para coordinar acciones desestabilizadoras. Como protagonistas, agregó, están los sujetos vinculados a los sitios web “ADN”, “14yMedio” y “Diario de Cuba”, financiados por la Fundación Nacional para la Democracia (la National Endowment for Democracy-NED), la United States Agency for International Develomment (USAID) y en ocasiones directamente el Departamento de Estado. La NED es una organización fundada en 1983 por decisión unánime de los diputados y senadores de los partidos Demócrata y Republicano para “financiar proyectos que promuevan la democracia en el mundo”.

Complementando la información dada por Prensa Latina y la televisión, el sitio web “Cuba Money Project” (18/12/2020) editado en Washington y dirigido por el periodista estadounidense Tracey Eaton, denunció que sólo en 2020 “agencias como la USAID dedicaron alrededor de 2,5 millones de dólares a las actividades subversivas”. Al igual que otros medios, Money Project precisó que “estos grupos quieren provocar la represión para proyectar la imagen de una inexistente violación de los derechos humanos que sirva para justificar cualquier acción contra la Revolución”.

Entre las propuestas de los mercenarios está la de promover la marcación del papel moneda con símbolos que invaliden los billetes para su circulación, según las normas del Banco Nacional de Cuba. Como parte de la campaña de descrédito del sistema institucional, esos grupos construyen noticias falsas. La última de ellas se dio a fines de enero, cuando en medio de un rebrote de la epidemia de coronavirus se echó a rodar que muchos hospitales (sólo identificaron el de la sudoriental Santiago de Cuba) habían colapsado. La falsa noticia generó protestas de las agencias noticiosas extranjeras que se habían movilizado hasta allí.

A aquellos tres medios digitales, deben agregársele el “Movimiento San Isidro” y el “Grupo 27-N”, protagonistas de los dos últimos intentos desestabilizadores, en enero y febrero pasados. En ambos casos se convocó a una protesta frente al Ministerio de Cultura, pero no estuvieron allí ni los organizadores. Las dos entidades admitieron públicamente que responden a directivas de Estados Unidos. En su sitio web, el Diario de Cuba informa a sus seguidores que entre 2016 y 2019 recibió 916.000 dólares de parte de la NED. Por su parte, Maykel Osorbo, del Movimiento San Isidro, fue crítico de Donald Trump, sólo horas antes de que el ex presidente norteamericano propiciara su fallido golpe de Estado: “Basta con tanta pacificación –escribió–, lo que tienes que hacer es invadir esto y ya está”.

Soberana

Mientras la OMS desarrolla una cruzada para denunciar lo que definió tímidamente como un “fracaso moral” –la concentración del reparto de las vacunas contra el Covid-19 entre los pocos del club de los países ricos–, Cuba inició la Fase 3 de su Soberana y se prepara para producir 100 millones de dosis, una cantidad que más que alcanza para inmunizar a sus 11 millones de habitantes. Sus autoridades sanitarias lo dicen con toda sencillez cuando hablan de su decisión de llegar a todo el mundo con la vacuna que, lucro mediante, los demás le retacean a los pobres: “No somos una multinacional en la que el objetivo financiero sea la razón de ser, nuestro fin es crear más salud”, explicó Vicente Vérez, director del Instituto Finlay de Vacunas.

La solidaridad cubana con el mundo nació con la Revolución de 1959, cuando los médicos formados en sus propias escuelas “invadieron” África para asistir a las víctimas del HIV, del ébola y, ahora, del coronavirus, y se extendió a todo el planeta. Italia, Francia y Andorra son los últimos que, obviando las restricciones impuestas por la Unión Europea a todo lo cubano, requirieron la asistencia de la Brigada Henry Reeve. El grupo, creado en 2005 a instancias de Fidel Castro y, en principio, con el objetivo de atender a las víctimas del huracán Katrina en el sur de Estados Unidos, tomó su nombre del norteamericano Henry Mike Reeve (1850-1876), alistado como voluntario en la primera de las tres guerras cubanas de independencia.

En realidad, la Henry Reeve fue precedida por contingentes que en 1963 empezaron a colaborar con la recientemente independizada Argelia, la nueva república africana libre en la que Francia no había dejado ni un solo médico. Desde entonces, Cuba desplegó 28 misiones en 22 países para solidarizarse en emergencias derivadas de inundaciones, huracanes, terremotos y epidemias (entre 2014 y 2015, a pedido de la ONU, los cubanos se hicieron cargo del combate al ébola en Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry). En mayo de 2017, la OMS entregó el Premio de Salud Pública a la Henry Reeve por su labor en África. Hoy, los más notables científicos y humanistas del mundo reclaman el Premio Nobel de la Paz para las brigadas solidarias cubanas.