Ricardo Alfonsín arrancó el año electoral reafirmando sus disidencias con varias políticas centrales del gobierno de Mauricio Macri. También con nuevas críticas a la conducción de la UCR por no exigir participación en las decisiones medulares de la gestión. «Me refiero a las decisiones, no a los cargos», aclaró en diálogo con Tiempo en la semana que otro dirigente de origen radical, el economista Javier González Fraga, se incorporó al gobierno de Cambiemos.
Y agregó: «Conseguir un cargo no implica poder participar de las determinaciones que moldean una gestión. Hay que dejarlo claro: no se trata de puestos sino de debatir el rumbo del país.» Y en un claro mensaje a sus correligionarios, remató: «Personalmente no voy a someterme a la violencia moral de respaldar cosas que, en el corto o en el largo plazo, no considero buenas para el país».

-¿Qué balance hace del primer año de gestión de Macri?

-La situación heredada era complicada. Había que tomar algunas decisiones difíciles. Y de esas medidas no podían esperarse mejoras económicas o sociales inmediatas, pero sí evitar males mayores. Me refiero a la salida del cepo, a la corrección del tipo de cambio, y al arreglo con los holdauts. No eran cuestiones fáciles. Además, para amortiguar los efectos sociales de estas decisiones se tomaron medidas: la extensión del ingreso universal, el aumento de las asignaciones familiares, el incremento del mínimo no imponible. A estas medidas las pongo en el lado positivo del balance.

-¿Y cuáles son las que más cuestiona?

-Las he mencionado en su momento: la ingenuidad o pasividad frente al abuso de los precios, el manejo que se hizo de la cuestión tarifaria, la eliminación de las retenciones a las mineras, el pago en efectivo del dólar futuro y, más recientemente, las medidas respecto de Aerolíneas Argentinas. Estoy seguro de que si el partido se hubiera hecho escuchar, esas medidas se hubieran podido evitar.

-¿El gobierno no conversa nunca con el radicalismo las decisiones?

-Cambiemos tuvo un defecto de nacimiento ya que es un frente que reunió fuerzas que piensan diferente sobre cosas muy importantes. Careció de un acuerdo programático. Pero esa omisión era subsanable: había que crear un espacio interno de discusión en el que cada una de las fuerzas pudiera expresar sus ideas y, eventualmente, saldar las diferencias. Hablo de debatir las cuestiones más trascendentes. Hace tiempo que reclamo ese espacio y no se crea. En esto quiero aclarar que sería injusto responsabilizar sólo al PRO por esto. No puedo pedirle al PRO que haga por la UCR lo que ella no hace por sí misma. Lamentablemente, la conducción partidaria del radicalismo no lo ha reclamado. Habrá pensado que era lo mejor. Yo creo que fue un error grave.

-¿Acaso no hay reuniones semanales con la cúpula radical?

-Es cierto, pero son encuentros de anoticiamiento. Para eso alcanza con leer los diarios.

-¿No es difícil de explicar, entonces, que se haya armado un frente electoral con fuerzas políticas que tienen diferencias de fondo?

-Sí, es cierto, y muchos en el partido advertimos esto desde el principio, cuando se debatieron las alianzas en Gualeguaychú (en 2014). Sin embargo, los que ganaron ese debate interno, señalaron que durante los años de gobierno del Frente para la Victoria se habían registrado un proceso de devaluación de los valores republicanos y democráticos y que había que tratar de evitar una profundización de ese proceso. Esa fue la razón de ser de Cambiemos. Y sobre las diferencias de fondo, quienes defendían el acuerdo, sostuvieron que habría un espacio de debate forzado por la presencia parlamentaria del radicalismo. Esto es lo que no ha ocurrido. Nadie ocultó estas diferencias. Incluso se las presentó como algo positivo. Bueno, demostrémoslo, hagámonos cargo de ellas. Es lo que me piden los radicales y muchos de los votantes de Cambiemos.

-¿Cómo describiría esas diferencias centrales?

-En pocas palabras, diría que el PRO se inclina más por la idea de que cuanto menos interfiera el Estado en la economía es mejor para la economía y la sociedad. Nosotros no compartimos esa visión. Y creo que la historia nos da la razón. Comparemos lo ocurrido en el mundo en los primeros 30 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y lo que sucedió después, cuando se impusieron las ideas de marcados libres y autorregulados. En cuál de estas dos etapas hubo mayor bienestar para las sociedades.

-¿Podrá generarse ese ámbito de debate?

-Sí. Pero mi partido debe cambiar de actitud y asumir de una vez por todas las diferencias y hacerse cargo. Hay que dejarlo claro: no se trata de cargos, sino de la creación de un ámbito para debatir el rumbo. Tener un cargo no implica poder participar de las determinaciones que moldean una gestión. No sólo tenemos el derecho sino la obligación de hacerlo.

-Y si finalmente no existiera ese espacio, ¿qué debería hacer la UCR?

-Entonces deberíamos acompañar sólo lo que juzguemos correcto. Personalmente, si el partido sigue sin reclamar ese ámbito, y no hay posibilidad de plantear las diferencias de fondo y tratar de saldarlas, no me voy a someterme a la violencia moral de respaldar cosas que, en el corto o en el largo plazo, no considero buenas para el país.

-Eso le puede traer tensiones con sus correligionarios…

-Veremos cómo las procesamos…

-¿No podrían expulsarlo de su partido?

-No creo que se llegue a tanto, pero, en todo caso, yo soy consciente de que uno debe hacerse cargo de las consecuencias de actuar según sus convicciones.

-Con este telón de fondo, ¿cómo encarará Cambiemos las elecciones?

-Estas elecciones, en algún sentido, son provinciales. La estrategia la define la UCR de cada provincia, ni el Comité Nacional ni la mesa chica de Cambiemos. Para mí, en la provincia de Buenos Aires, lo mejor sería ir a las PASO. Que decidan los ciudadanos qué ala de Cambiemos hay que fortalecer. La más liberal, que es el PRO, la de centro, que es la Coalición Cívica, o la social, que es el radicalismo. «