El analista internacional Alfredo Serrano Mancilla es de los que evalúan que Latinoamérica aún es un «territorio en disputa», como lo afirma en su libro de 2015. El economista español, director Ejecutivo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), considera que los virajes en algunos países hacia gobiernos conservadores y liberales no termina de cerrar una etapa. «Seguimos sosteniendo que ni hubo fin de ciclo progresista ni que hubo un momento en el cual la restauración conservadora había desaparecido, es decir: creemos que hay una tensión permanente en la región», dice Serrano, instalado en Buenos Aires con base casi permanente para coordinar estudios de opinión con miras a los importantes procesos electorales que se desarrollarán en la región en los próximos tiempos.

«Hasta el año 2015, si tú sumas desde Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay, Paraguay, Argentina, Brasil, la victoria de (Mauricio) Macri es la primera en 25 citas electorales presidenciales desde el año 2002, es el 4%. Es que la huella argentina hizo como creer que lo que estaba pasando en la Argentina había ocurrido en toda la región. Yo creo que había una sobrevaloración de la victoria de Macri, que si bien hace un daño fuerte en la Argentina con los resultados que ya sabemos, no es que venía sucediendo en toda la región. De hecho, la victoria de Ecuador de la Revolución Ciudadana en 2017 es con la bandera de un programa de corte muy progresista. Otra cosa es que después de ganar, el presidente (Lenín Moreno) hace lo que buenamente quiere. Y las interrupciones en Brasil, Paraguay y Honduras no se hacen inicialmente por la vía electoral. Es así que se gana en México y este año puede volver a ganarse en Bolivia, puede ganarse la Argentina, puede haber continuidad en Uruguay, en última instancia lo que sigue habiendo es que esa disputa está florecida».

–¿Qué incidencia tiene Estados Unidos en estos movimientos?

–Yo creo que EE UU ensaya en la región múltiples formas de hacer victoriosa su apuesta conservadora y lo hace de múltiples maneras. Una es a través de la lawfare en un intento descarado de hacer una intromisión por la vía jurídica, sacar a los presidentes Cristina, Lula, Correa, el propio (senador colombiano de izquierda, Gustavo) Petro está hoy sometido. No es el único método, también lo ensayan por la vía electoral tradicional, aunque ganan muy poco. Y después el ensayo vía Lenín que es «si no puedo ganar por afuera voy a ganar por adentro». Lenín hoy en día ha firmado todos los acuerdos que quería Estados Unidos. Obviamente, el trabajo fue convencer al ganador de tener una política exterior e interior de acuerdo con el FMI. Lo interesante es que cuando EE UU se pasa de rosca con la soberanía, en el caso más radical de la intervención militar con Venezuela o en el caso de la vía monetaria y financiera con el FMI, donde tiene una posición mayoritaria, reordena el campo político latinoamericano de manera distinta y genera un rechazo de la ciudadanía latinoamericana. Creo que esto hace pensar que la época progresista dejó también una linda secuela que la ciudadanía no olvidó del todo lo que se quedó como raíces en el período kirchnerista, el período correísta, el chavista, el de Evo, de Lula. Creo que hay una secuela en el imaginario colectivo regional que, a veces, a la velocidad que van los acontecimientos nos olvidamos.

–¿Hasta dónde se va a animar Trump con Venezuela?

–Los economistas decimos que una amenaza es válida si es creíble y Trump lleva un buen rato amenazando a diestra y siniestra a Corea del Norte, Rusia, China, Venezuela, y hasta ahora se queda en el borde. Yo tengo la impresión de que no se va a atrever porque sabe que eso ocasionaría una gran guerra en la región que sería peligroso incluso para sus propios intereses, en términos económicos. Venezuela no es una isla, tiene fronteras con Colombia y Brasil y podría dar un desencadenante que nadie quisiera para la región.

–¿El Celag está trabajando en el diseño de herramientas de campaña como contracara de la escuela Durán Barba?

–Tenemos una unidad de análisis de procesos electorales, hemos hecho once encuestas en 14 meses en la región latinoamericana y estamos en campo hoy en la Argentina, y creo que el 14 deberíamos presentar los resultados. El objetivo es intentar dotar al campo progresista de herramientas para poder ganar elecciones. Creo que vienen tiempos de disputa en que todo se dirime por la mínima, y el campo progresista tiene una responsabilidad de profesionalizar al máximo todas las herramientas que hay sobre la mesa. Nosotros hemos medido el rol de las redes sociales, son una herramienta pero no la única. Los análisis de opinión pública hay que trabajarlos. Creo que Cambiemos no gana por las redes sociales, sino por un análisis muy fino de todas las encuestas de opinión que Durán Barba estuvo haciendo mucho tiempo. Y cuando digo herramientas hablo incluso de la hipótesis política. Sin hipótesis política no vale ninguna gran campaña comunicacional para ganar elecciones. Hay un manual que vamos a lanzar dentro de un mes que es justamente cómo hacer campañas electorales desde el campo progresista, escrito por Gisela Brito y Ava Gómez, que han participado de procesos electorales en la región.

–En su visita a la Argentina, Jair Bolsonaro se mostró muy obsesivo con la continuidad del macrismo en la Argentina. ¿Le sirve en términos simbólicos, políticos o económicos?

–Yo creo que en la sumatoria de todas esas dimensiones. Bolsonaro, con un Macri en el gobierno argentino por cuatro años más, podría seguir llevando a cabo la política exterior que por ejemplo está practicando en Paraguay, donde se está beneficiando con la hidroeléctrica Itaipú, y creo que también le interesa una política de sometimiento-subordinación en materia de recursos naturales, que no es menor, en la Argentina. En términos simbólicos se le van acabando los socios, porque cuidado con la sombra de México, que yo creo que va a ir progresivamente acercándose más al sur y va a ser muy fuerte para Bolsonaro. Y con la caída de Macri, ante un cambio tan drástico como podría ocurrir ante la fórmula Fernández-Fernández, sería una sombra importante y se le irían acabando sus grandes aliados.  «