Como viene ocurriendo desde que volvió la ola neoliberal, Venezuela es chivo emisario en la OEA. Y esta 48 Asamblea General del organismo con sede en Washington no fue la excepción. La embestida contra el gobierno de Nicolás Maduro no logró consensuar un documento para la suspensión del país bolivariano, acusado de no respetar la democracia, aunque curiosamente el texto que obtuvo 19 votos desconocía el resultado de las elecciones del 20 de mayo pasado. El adalid de esta arremetida sistemática es Luis Almagro, ex canciller uruguayo y representante de un gobierno progresista como el del Frente Amplio (FA), alguien del que no se esperaba la actitud que tomó luego de asumir su cargo, en mayo de 2015.

La pregunta que muchos se hacen es ¿qué le pasó a Almagro? Y Tiempo Argentino le trasladó esa inquietud a Juan Castillo, secretario general del Partido Comunista de Uruguay, que integra el FA, en el gobierno uruguayo desde hace 13 años
«Nosotros estamos ante solo un problema con Almagro -plantea Castillo, militante sindical y máximo dirigente del PCU desde junio de 2017- «¿se vendió ahora o era un infiltrado antes? Ese es el único problema. Lo que no dudamos es en calificar el triste y desgraciado papel que está haciendo ahora como de «delivery del imperialismo». Él anda pa´todos lados, de avión en avión, tratando de llevar la palabra del imperio. El triste y desgraciado papel de un tipo que supo estar en las filas de un gobierno de izquierda. Un papel vergonzante y pido disculpas por eso».

Castillo es crítico de la actual situación y lamenta el retroceso que se vive en cada uno de los países. Al mismo tiempo, admite que Uruguay no la tiene fácil con dos vecinos poderosos y en problemas, como Argentina y Brasil, cada uno con las diferencias que implica un proceso democrático y otro que para girar a la derecha necesitó de un golpe institucional. Por eso propone y practica la autocrítica y el debate político. «Uruguay está obligado a una búsqueda de mercados, tenemos que negociar por nuestras propias cuenta, sin el Mercosur. Hay debates fuertes sobre si es mejor tener tratados de libre comercio con Chile por ejemplo, con el que nosotros no estamos de acuerdo», dice.

-Durante los gobiernos de Dilma y Cristina se habló de esa posibilidad y hubo quienes insinuaban que era una forma de cortarse solos. En este momento, en vista del acuerdo que quieren apurar los socios mayores con la Unión Europea, quién les puede decir algo, ¿no?

-El sueño de nuestros próceres era ir hacia una integración regional más amplia, que tome toda la región. No olvidemos que el Mercosur se gestó con gobiernos neoliberales. Luego vino la ola de cambios por la movilización popular en Nuestra América que generaron las condiciones para un avance de dirigentes identificados con la izquierda y las luchas sociales, y sin embargo no la aprovechamos. En esto no le podemos echar la culpa a nadie. Estoy haciendo una parte de autocrítica, me pongo por dentro y no por fuera.

-¿A qué se refiere?

-No supimos aprovechar esos cambios para contribuir mejor a solidificar esos procesos y avanzar en mejoras económicas para nuestro pueblo, mejor distribución de la riqueza, más justicia social, profundizar la integración. Hoy tenemos un retroceso de los movimientos populares y un avance de las clases dominantes que quieren reapropiarse otra vez de los procesos políticos regionales. Por eso nos duele en el alma no haber tenido esa capacidad.

-¿La acrítica es hacia los gobiernos de Uruguay o del resto de la región?

-Yo sé que hay debates que no se cerraron y hay que poder hacer una síntesis de esta etapa. No trato de ver las carencias nuestras como producto de los vecinos. Pero uno podría decir «nos debemos un debate» a nivel de todo el continente. Hemos tenido una oportunidad histórica que no hemos aprovechado. Uno no es inocente y no niego el papel que han tenido las clases dominantes.

-Los rivales también juegan.

-Efectivamente, porque además de haber mantenido su poder económico, el control de los medios de producción, el manejo de los aparatos burocrático y militar en nuestros países, tienen en propiedad más del 90% de los grandes medios de comunicación y, además, no tienen escrúpulos. Les importa poco el formato que adquiera en cada uno de los países con tal de desplazar al gobierno popular, utilizando el peso de esos medios de comunicación y el servilismo ideológico de los comunicadores o utilizando en muchos casos el aparato de la justicia, vendiéndote la independencia del poder judicial pero incidiendo directamente en los cambios políticos, jugando para esa derecha, como sucedió en Paraguay para desplazar a Lugo, o en Brasil para destituir a Dilma, o para dejar preso Lula por cosas que no han podido comprobar. No tiene escrúpulos en la clase dominante para hacerle el juego el imperialismo, son testaferros y así juegan ese papel.

¿A esto se refiere con que se cometieron errores?

-Está claro que en política nadie es perfecto, pero hay que tener la capacidad para corregir esos errores a tiempo. Sobre todo hay que evitar la confusión en la cabeza de nuestro pueblo, al que intentan a cada rato decirles «son todos iguales». Todos los partidos, todos los dirigentes políticos son iguales, algo falso y peligroso, porque el día que nuestra población piense eso les da lo mismo un gobierno, un dirigente o un partido que otro, lo mismo tener democracia que no tenerla.

-Lo mismo ser gobernados por CEOS o por militares.

-Este es tal vez el desafío más grande que tenemos. Por eso desde el FA y de nuestro gobierno tenemos un desafío enorme para poder suplir esas carencias, poder corregir urgentemente errores que hemos cometido. Pude equivocarme yo, pero eso no hace que el FA este equivocado. Es todo perfectible y se puede mejorar cada vez más. Uruguay hoy puede demostrar que los uruguayos estamos mucho mejor que con los gobiernos neoliberales, hemos generado puestos de trabajo, hemos podido recuperar poder adquisitivo, se han devuelto cantidad de derechos en leyes y con inclusión social, se ha mejorado la enorme brecha de la desigualdad social. Pero todo esto hay que tenerlo como un apunte de una larga escalera en la que solamente hemos subido un par de peldaños.

-¿De qué manera influyen los medios hegemónicos y los comunicadores serviles, como los llamó?

-Según una encuesta, el 85% de nuestra población se informa con los noticieros centrales de nuestra televisión. Esto quiere decir que lo que esté pasando en ese aparato entre las 20 y las 21 es lo que va a quedar. Vos te pasas todo el día militando, luchando, peleando, tratando de combatir, de enfrentar por la vía política y la lucha social esta situación que ha generado el capitalismo y la clase dominante y en una hora te lo dan vuelta como una media. Lo que no pasa por la televisión no existe y todo lo que aparece es la pura verdad. Hoy pasa que un periodista te pide una entrevista y vos acomodás la agenda para poder darle una hora, y en vez de participar en una entrevista prácticamente estás en una interpelación. Te da debate a tu respuesta. Y él tiene todo su derecho a pensar como piensa, pero es la opinión de él y el entrevistado soy yo. He tenido que abandonar entrevistas por esta razón.

-Es algo muy común en los medios actuales.

-Pasa en Uruguay y pasa en un momento muy particular donde hay una profundización de la lucha de clases: cuando lograste resolver las contradicciones más gruesas las clases populares comienzan con una demanda que se da de bruces con la concepción económica y productiva que existe en nuestro país. Vamos por un tercer período consecutivo de gobiernos de izquierda pero sigue siendo un país capitalista, por lo tanto sigue habiendo explotados y explotadores.

-¿De qué modo ahora las demandas son distintas a las del 2005?

-El 2001 ocurrió no solo en Argentina sino en toda América del Sur. Me acuerdo que en aquel entonces yo participaba en movilizaciones y reclamos para que las empresas de transporte dieran cupos gratis y los compañeros pudieran ir y venir del trabajo en colectivo aunque escaseara la plata. Quince años después para muchos el problema es que no tienen dónde estacionar el auto y se quejan de los trancazos en las rutas. Esta bueno que mejoremos, porque es una condición humana, un obrero merece tener un vehículo propio, su casa propia. A condición de que no olvide de dónde salimos, de dónde venimos, que valore políticamente lo que tenemos. Y desde lo que tenemos es que debemos mejorar y no caer en la trampa de la sociedad de consumo y quejarme porque no tengo lo que nunca tuve y me enoje con el proceso político sin integrarme.

-¿Cómo se plantea eso dentro del FA y en el PCU específicamente?

-Es parte de una lucha ideológica. Somos 28 partidos, movimientos y sectores dentro del FA. Hace 47 años que nos dimos cita en este espacio para desplazar a la derecha, a la clase dominante, a la gran burguesía. Algunos están conformes así y otros como nosotros queremos ir más allá y construir el socialismo. Obvio que esto es un proceso de acumulación de fuerzas. Este no es un gobierno para los trabajadores o los pobres, es un gobierno con los trabajadores y el pueblo para seguir avanzando. Ese es un debate y aspiramos a retener el gobierno en el 2019, de no lograrlo sería trágico para nuestro pueblo. La restauración de la clase dominante sería de una implacable persecución de las conquistas que hemos logrado.