Una entrevista con Andrés Larroque a una semana del cierre de listas, se sabe, tendrá como disparador la interpretación de ciertos medios y periodistas –la mayoría bastante cercanos a Cambiemos– que le atribuyeron a La Cámpora una presencia exagerada en las candidaturas del Frente de Todos. Ok, es así. Pero dialogar con el diputado y dirigente camporista, que en los últimos tiempos se mudó de distrito (de CABA a Villa Elisa, en las afueras de La Plata, provincia de Buenos Aires) y que en estas elecciones competirá por otra banca, permite asomarse a la intimidad del lugar en el que se debaten y resuelven iniciativas claves para la oposición: el Instituto Patria. Porque Larroque lo propone como escenario para la entrevista. La hora que transcurre desde que Tiempo ingresa y se retira del edificio alcanza para saludar e intercambiar algún comentario político con los diputados Máximo Kirchner, Laura Alonso y Eduardo «Wado» De Pedro. Pero el objetivo de la visita es la charla con Larroque, que finalmente se concreta en una pequeña oficina del segundo piso. «Hoy es central tener una política nacional estable, consensuada sobre ciertos pilares. El 100% del peronismo quiere recuperar un país productivo. En lo que puede haber matices y diferencias es en las formas, grados y velocidad de la distribución del ingreso», remarca «el Cuervo» en un tramo de la conversación.

–Una de las polémicas de la semana fue lo que algunos definieron como un exceso de representación de La Cámpora en las listas del Frente de Todos…

–Es una conclusión un poco extemporánea y desactualizada. Aunque es lógico que esté. En lo que va del año nosotros ganamos tres municipios y dos de ellos son capitales de provincia: Ushuaia, Río Grande y Santa Rosa. Anabel (Fernández Sagasti) ganó las PASO para gobernador en Mendoza. Este fue un acuerdo que se trabajó con los diversos sectores y durante mucho tiempo, con Máximo en el rol central. Todos pedían la necesidad de incluir al Frente Renovador y a Sergio Massa. Eso redujo los lugares. Hemos charlado de esto con los intendentes, con el movimiento obrero, los movimientos sociales. Todos tienen algún grado de representación. Y con los intendentes se trabajó algo específico, que tenía que ver con un contrapunto entre las listas legislativas y los escenarios distritales. Se llegó a un muy buen acuerdo. No sólo hay que mirar cómo quedan las listas legislativas sino también el escenario general. Porque no es sólo este frente electoral sino la construcción de una coalición de gobierno, que se amplíe todavía más.

Ya que habla de un futuro gobierno. Después le pregunto por las elecciones, ¿cuál será el rol de La Cámpora en un eventual gobierno de Alberto Fernández?

–A la elección la vemos compleja. No la vemos fácil, para nada. Y de ganar, el rol de la organización será profundizar su presencia en términos territoriales, dinamizar debates en el marco de nuestra sociedad y no afincarnos centralmente en la disputa de espacios en el Ejecutivo. Tenemos que trabajar para ganar las elecciones y acompañar, después, ojalá, al gobierno de Alberto.

–¿Por qué a la elección la ven difícil?

–Hay una tendencia a polarizar. Y el gobierno opera sobre una franja del electorado que quizá no tiene un posicionamiento en función de una situación material, en términos económicos. En esa franja muchas veces intervienen otros factores: simbólicos, emocionales. Sobre los cuales el gobierno sabe operar. Hay una zona media, que aún no se define, y sobre la que no sabemos todavía hacia qué lugar va a ir. Pero vamos a trabajar para que la mayor parte de esa franja venga hacia Alberto y Cristina. Aunque nosotros no subestimamos la capacidad comunicacional que tienen a la hora de confundir o de embarrar la cancha para que ciertos sectores desprevenidos de la sociedad sigan entendiendo que están mal pero que el gobierno podría ser una opción. Y no descartamos todas las trampas, el afecto que tiene este gobierno por instrumentos no convencionales de la disputa política.

–¿Por ejemplo?

–Desde querer adulterar el resultado de las elecciones a cualquier tipo de maniobra que se ponga en el centro de la opinión pública y desvíe el debate central, que tiene que ver con los problemas de la gente, cotidianos. En 2015, la campaña de Macri fue financiada por los fondos buitre y en 2017 se la financió el FMI. En el 2015 es claro que hubo situaciones que son ajenas al desarrollo del debate político democrático, que influyeron en el proceso electoral. Uno nunca puede descartar que vuelva a ocurrir algo similar.

–Hoy, si se escucha a Máximo o a Cristina, o si se analiza la estrategia electoral con Alberto Fernández de candidato, todo eso parece conformar una suerte de autocrítica en los hechos.

–(Ríe) Lo central es que en política no alcanza con tener razón o con acertar de alguna manera en las cuestiones de fondo. Si no se trabajan bien las cuestiones de formas, en las que nosotros fuimos un poquito negligentes, estas cuestiones pueden terminar obturando los objetivos más profundos. Objetivamente, tuvimos cierta incapacidad para sostener el andamiaje de un frente nacional unido, aunque explicable por el contexto. Ese frente nacional unido fue el que nos había permitido salir del infierno en la etapa de recomposición del país. Por otro lado, nosotros nos quedamos muy enamorados del ser y descuidamos, a veces, el parecer. Inclusive en un proceso electoral, cuando se dirime la cosa entre tener razón y ganar, lo que hay que hacer es, obviamente, ganar. Porque hay muchas discusiones que se pueden ir ordenando en el tiempo. Hoy, por el contexto mundial que tenemos, por la guerra comercial, por el nivel de agresividad que ejerce el sistema financiero internacional hacia los países, es central tener una política nacional estable, consensuada sobre ciertos pilares. Hoy el 100% del peronismo quiere recuperar un país productivo. En lo que puede haber matices y diferencias es en las formas, grados y velocidad de la distribución del ingreso. Pero todos entendimos que esa es una discusión se tiene que dar hacia el interior del espacio. Lo que no tenemos que permitir es que ese debate, que es permanente, sea utilizado por sectores que nunca van a querer ni un país productivo ni un país con justicia social.  «